Llegamos a un hotel modesto pero muy agradable. Tiene todo lo que necesitaremos en éstos días de estadía pero sin ser exagerado. Cada habitación cuenta con un baño privado, y compartimos un vestíbulo con una mesa y algunas sillas donde podemos trabajar. La decoración de todo el recinto es sobria.
Hoy tenemos el día libre, por ende nos estamos duchando y vistiendo para recorrer un poco la ciudad. Al salir de la habitación me encuentro con Isabel en una videollamada con sus nenes, me saludan entusiasmados.
Apenas a pasado el mediodía, en el camino comimos unos sándwiches por lo que estamos listos para emprender nuestra vuelta. Conocemos la catedral, la plaza principal, un paseo que hemos oído nombrar y para media tarde estamos en un paisaje natural disfrutando del calorcito de diciembre, hay una especie de monte autóctono costeando un pequeño río, el sonido del agua corriendo y chocando con las piedras sumado al gorjeo de las aves me da una paz difícil de igualar. Isabel se ve serena, disfruta tanto como yo.
Con el atardecer iniciamos el regreso al hotel. Ha sido un día apacible, con algunas emociones fuertes. Enterarme el calvario que vivió gracias al hijo de la mierda ese no fue fácil, se me han ocurrido al menos cien formas de hacerlo sufrir para que vaya muriendo lentamente. Me hubiese gustado conocer más detalles y preguntarle tantas cosas, me siento más intrigado a cada instante pero no quiero presionarla, quiero que sea ella quien decida contarme.
Cenaremos en un restaurante muy popular por lo que nos hemos preparado para la ocasión, Isa lleva un vestido ajustado al cuerpo color violeta que realza sus curvas generosas y unos zapatos un poco altos que sí bien la favorecen no serían indispensables, es una mujer muy bonita sin dudas. No puedo negar que me atrae mucho físicamente pero también me siento embobado por su personalidad, por su forma de desenvolverse, su actitud frente a los inconvenientes, la manera en que sus ojos transmiten y esconden a la vez, es tanto lo que me gustaría conocer. Con sólo verla mi cuerpo responde de una manera totalmente inédita y creo que, ante su escrutinio, no paso desapercibido. Visto un pantalón de gabardina negro y una camisa en tono magenta con unas vans a juego, la imagen que proyecta el espejo me enorgullece, empecé a entrenar desde chico y es algo que destaca sobretodo con ropa ceñida al cuerpo.
Tengo una sonrisa tatuada en la cara, deseo tanto besarla, la siento tan cercana. Temo precipitarme y que se aleje, ¿y si no me corresponde? De solo pensarlo me amargo. No tengo experiencia en el arte de la seducción y ahora lamento no saber interpretarla. En varias ocasiones la descubro observandome sin disimularlo, yo también la miro detallandola, memorizo cada parte de su anatomía e imagino otro tanto.
Hemos hablado de tantas cosas que ya no han de quedar temas por tratar. Estamos comiendo el postre y nuestra segunda botella de vino, agradezco haber dejado el auto en el estacionamiento del hotel porque ninguno de los dos podría manejar. El alcohol nos vuelve más osados. Me acerco haciendo coincidir nuestras miradas, no se aparta, cuando estoy a pocos centímetros de su rostro, mirando sus labios entreabiertos, evaluo su reacción.
-¿Puedo?- pregunto- ¿puedo hacer lo que he imaginado todo la cena?
-Ya te estabas demorando demasiado. Temí tener que abordarte yo...- Responde y antes de que pueda decir algo más estampo mis labios con los suyos, con mi mano derecha aferro su nuca y con la izquierda me afinco en su cadera, la beso como tanto imaginé, succiono su labio inferior, separo sus labios introduciendo mi lengua en su cavidad enredandola con la suya y saboreando cada milímetro. Me cuesta separarme, mi cuerpo exige más, cada parte de mí reclama un poco más de ella. Una parte de mí anatomía crece a cada segundo, me incomoda y avergüenza, Isa lo nota, me mira, sonríe de lado y me extiende su mano. Esa es mi señal para salir del lugar y lo hacemos.
Tras llegar a destino, pago el taxi y entramos al hotel tomados de la mano. La conduzco hasta mi habitación, estoy muy nervioso, dudo demasiado y lo nota.
-¿Qué pasa Leo? ¿No querés esto? Eh, no te preocupes, lo que sea que pase queda entre nosotros, tu trabajo no está en riesgo y no te voy a pedir nada más, es sólo sexo, ni pareja ni hijos.
- No Isa esperá, no es lo que estás imaginando. Es que... Nunca, yo no... yo nunca... Nunca tuve... relaciones.- me apena decírselo pero lo hago rogando que no se arrepienta ahora.
-¿De... verdad? ¿No estas bromeando? O lo siento, ¿Esperas a la adecuada?
- No Isa, sólo nunca se dio la oportunidad. Vos me gustas, mucho, desde que te vi y cada día que pasa que conozco algo más me pareces más hermosa. Y a mi no me molesta tu pasado, o tus hijos. ¿Si me enseñas? Aprendo rápido.- Intento sostenerle la mirada y transmitirle mi confirmación.
-Por supuesto que sí Leo. Mmm creo que me he convertido en una acosadora de niños bonitos.- De su cartera saca un pequeño paquete que logro identificar de inmediato y lo deja sobre la cama a un costado. Es algo que debería de tener en cuenta yo ¿No?
Se acerca y comenzamos una danza de besos y caricias. Me dejo guiar por ella y llevar por mi deseo.
Es una excelente maestra, descubrir mi intimidad junto a ella y lo que podriamos experimentar me fascina. Resulta ser la noche más placentera de mí vida. Y me encantaría que se repita cada día de mí existencia.