Seducido por la Jefa

Capítulo 22

El vuelo de regreso ha sido un poco más molesto, había tormenta cuando faltaba poco para llegar y se sintieron algunas turbulencias, nada grave pero tampoco muy cómodo que digamos, sin mencionar mi mal humor.

Mi cabeza es un verdadero dilema, de algún modo esperaba que el reencuentro con Isa suscitara sensaciones gratificantes, confiaba en que el tiempo separados le hubiese dado otra perspectiva de lo sucedido, incluso creí posible que me recibiera entre besos diciendo que no aguantaba más sin mi, planee hacerme un poco el duro y finalmente acceder. Pero no, soy un pobre iluso. Muy por el contrario, volvió a pedirme que no la busque y estoy seguro de haber interrumpido su cita del viernes. Siento una profunda bronca, un odio hacia mi mismo. ¿Porque tuve que enamorarme de mi, ahora, ex jefa? ¿Porque no puedo simplemente olvidarla y continuar mi vida como si nada? Me enfurece mi propia idiotez, por pensar que mis sentimientos eran correspondidos, por morir de celos imaginandola junto a otro hombre, por revisar sus cuentas en las redes sociales intentando saber de ella, por mantener las esperanzas a pesar de todo. Soy un idiota por seguir amando ciegamente a una mujer que no sólo no me corresponde sino que también me estima tanto como a un cachorro callejero al que se le da una caricia de pura caridad. Así me encuentro, como un perrito al que le han hecho un mimo y cuando busca más cariño simplemente se lo corre para que no moleste.

Por otro lado también está mi promesa para con los niños que me obliga a mantener el contacto, y no niego que me agrada, pero me dificulta aún más olvidarla, me es inevitable hablar con ellos y no recordar a su madre.

Desde que regresé estoy más bajoneado que antes, cumplo con mi labor y regreso a casa sin ánimo para nada. Lena y Mateo, mis fieles amigos, se muestran preocupados por mi actitud sin saber nada de lo que sucedió en mi viaje, no les he contado, no quiero y no puedo siquiera mencionar su nombre.

Es domingo por la tarde, este fin de semana me he negado a toda actividad que implique salir de las paredes que constituyen mi hogar. Aunque he recibido varias invitaciones para salir a divertirnos o despejar la mente, de parte de mis compañeros de trabajo y mis amigos, tras mi pesimismo se han dado por vencidos, eso explica que esté completamente sólo y como un ermitaño, frente a la televisión que reproduce algo que ni me he enterado. Debería limpiar un poco, aunque no es que este muy sucio tampoco, pienso para justificar mi pereza.

Mi celular comienza a sonar, me sorprende ver el nombre de Olivia en la pantalla. Hemos estado mensajeando estos días, todo muy superficial. Decido responder, ¿Qué más da?

-¿Hola Oli?

-Hola. Bueno veo que al menos agendaste mi número.- responde con su humor característico.

-¿Porque no hacerlo? A decir verdad, no todos los días una chica linda te da su número.- No miento, es preciosa y tiene una chispa que conquistaría a cualquiera.

- ¿Eso sería un halago? No me hagas ilusionar en vano.- si bien lo dice en tono burlesco, nunca ocultó que le atraigo físicamente.

- Es un halago, sos hermosa pero no necesitas que yo te lo diga.- Me encanta el juego de palabras y cumplidos que ha surgido entre ambos desde que nos reencontramos.

-Viniendo de mi amor platónico para mí es un sueño hecho realidad.- reímos juntos.

-Me sobreestimas Oli.- Digo lo que pienso, me ha hecho ver que me cree por encima de sus posibilidades, algo que me parece ridículo.

-Si vos decís. ¿Qué hacías?- pregunta variando la conversación.

-Miraba una peli ¿Vos?- admito que no es absolutamente verdad.

-Esperaba que me invites una cerveza o algo. Antes que pienses mal, sólo como dos personas que se están haciendo amigos.- Es una chica muy transparente y segura de si misma.

- No soy muy buena compañía hoy. No tengo ganas de salir.- y no es mentira.

-¿No hay chance de que me invites a tu casa? Pedimos una pizza.

-Si querés arriesgarte a un pésimo amigo está bien.- No es lo que más deseo pero visto que insiste tampoco creo que sea tan mala idea.

-Por ahí te distraes un poco.- comenta y deseo que así sea.

Le paso la dirección y la espero tal como estoy, con un pantalón de pijama, descalzo y el torso descubierto. La chica me cae bien, es una piba agradable, inteligente y muy directa, aunque para haber accedido a que venga a mi casa no debo estar en pleno uso de mis facultades mentales, normalmente no me gusta que nadie ingrese a mi espacio personal y menos una chica que apenas conozco. Pasados unos quince minutos ya está acá.

-Hola, gracias por aceptar mi autoinvitación.- declara con una hermosa sonrisa en el rostro.

-Un placer, sólo espero no aburrirte.- beso su mejilla a modo de saludo.

-¿Estas medio bajón?- afirmo con un movimiento de cabeza.- A veces compartir las penas las hace más livianas.

-Vení, por acá.- La guio hasta el sofá donde he estado tirado todo el día, siendo consciente de que realmente debería haber limpiado, sin considerar que además tendré que comer porquerías toda la semana porque debería haber ido al super y dejar algunos menús precocidos en el freezer.- No quiero darle más vueltas a mis pesares.- respondo a su anterior comentario tras varios segundos.- ¿Vos cómo andas? 

-Bien, sólo un poco aburrida. Leila está de viaje y se me ocurrió que sería buena idea conocer más a mi nuevo amigo.- Su sonrisa parece pintada en el rostro, no la quita nunca.

-¿Quien es Leila?- más allá de mi alma de curioso está el hecho de no conocer ni a quien nombra ni nada de su vida.

-Ah si, es mi mejor amiga, bueno es más como la hermana que nunca tuve.

-¿Sos hija única?.- asiente con la cabeza.- ¿Y tus padres? ¿viven acá?- Veo un ligero rastro de tristeza en sus ojos pero su sonrisa no mengua.

-Padre nunca tuve... o si, pero no sé nada de él. Y mi madre murió en un accidente en la fábrica textil donde trabajaba cuando yo tenía 4 años. ¿Te cuento todo?- pregunta y de inmediato sacudo la cabeza diciendo 'SI'. Soy un chismoso sin remedio, hasta me siento más animado por la expectativa. Sonrie.- recuerdo muy poco de mamá, tras su muerte me enviaron con su hermana, la única familia con la que mamá se hablaba y quien reclamó mi tenencia. Mis abuelos maternos la habían echado de su casa cuando quedó embarazada de mí y ni siquiera ante la tragedia que arrebató la vida de su hija quisieron saber de su única nieta. Mi tía era estéril, nunca se casó ni nada parecido, luchó contra el cáncer durante varios años y cuido de mi hasta mis 15 años, cuando murió. Después de eso estuve en algunos centros de menores por varios meses hasta que la madre de Leila, quien había sido mi vecina y amiga desde pequeña, pidió mi custodia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.