Seducido por la Jefa

Capítulo 24

Otro domingo como tantos otros. Amanezco poco antes del mediodía, con la resaca producto de un alocado sábado, que aunque he disfrutado no dejo de sentirlo vacío, frío y carente de emociones verdaderas. 

Tras el penoso acontecimiento que desencadenó el fraccionamiento de mi amistad con Olivia y el altercado de Mateo con Leila, todo se ha desenfrenado. Aunque busque hablar con ella, nunca me fue posible, sólo recibí un mensaje en el que me aseguraba que no me guardaba ningún rencor pero prefería tomar distancia para aclarar sus sentimientos; ante su confesión me convencí de que lo mejor que podía hacer por ella es darle ese espacio, y así ha sido a pesar de que extraño a mi amiga. Mateo ha querido hablar con Leila para aclarar lo acontecido, según parece, la chica es extremadamente terca y orgullosa, lo que imposibilitó una reconciliación al menos por el momento. Lena nos mantuvo a ambos bajo ley de hielo durante casi dos semanas, haciendo gala de su empatía femenina nos impuso un castigo, que por mi parte creo merecer, de cualquier modo me duele su distanciamiento. Desde entonces sólo nos habla en el trabajo y por razones laborales principalmente, en el último mes accedió a hacer algunos planes con nosotros alguna que otra tarde, por lo demás sale con las chicas que se han convertido en sus amigas dejandonos de lado a nosotros. Es por eso, que desde hace casi tres meses los fines de semana tienen la común característica de dos amigos que salen a beber hasta el hartazgo y terminar la noche entre las piernas de algunas muchachas dispuestas, siempre una distinta que al día siguiente desconocemos sin remordimiento alguno y aunque no me enorgullece, por el momento es de la única manera que puedo estar con alguien.

De Isabel tampoco he obtenido noticias en este tiempo, ella no ha intentado comunicarse conmigo en ningun momento, no puedo evitar pensar en porque su madre lo afirmó con tanta vehemencia, ninguna razón me parece de suficiente peso para que haya hecho tal cosa y de cualquier forma no lo intento nuevamente. Los niños han evitado mencionarla y aunque muchas veces desearía preguntarles, sé que no debo, no es justo involucrarlos de ese modo. Innegablemente los recuerdos persisten, no creo haberla superado pero he decidido no lamentarme más. Lo que tenga que ser será. Ese es mi nuevo lema, y en pos de ello vivo.

Me levanto aún con los efectos del alcohol causando estragos en todo mi organismo. Bebo unos cuantos vasos de agua de manera constante con la esperanza de hacer menguar el malestar, ineficazmente. Me aseo y me visto con ropa holgada para estar en casa.

Opto por leer un libro cuya lectura vengo postergando por falta de tiempo. Antes de siquiera concluir el primer capítulo, un repiqueteo me advierte la llegada de una inesperada visita. Tal como supuse, de pie tras la puerta se encuentra una preciosa rubia que ha sido mi amiga desde que usábamos pañales. Me sorprende su presencia porque dentro de su enojo había dejado de venir a mi departamento, pero es tan agradable la sensación que me produce la posibilidad de recuperar por completo a mi amiga que aparto esos pensamientos.

- Hola Lena. ¿Como estás?- depósito un fraternal beso en su mejilla, abrazandola por los hombros, responde mi saludo y el afecto es recíproco.- Pasá, ¿almorzaste?- cuestiono adentrandonos en mi sala de estar.

-Comí algo. Me levanté un rato antes de que vos llegarás, a esta hora ya me inclino más a la merienda.- Si estaba levantada para las 7 de la mañana que llegué, significa que no salió o volvió muy temprano, reflexiono.

-¿Y eso? ¿Tan temprano un domingo?- levanta los hombros para dejarlos caer abruptamente.

-No salí anoche y ya no podía dormir.- escucho sus palabras, estudiando, a la vez, su lenguaje corporal. Algo que aprendí de la mejor, Isabel, quien me indicó muchas veces que es muy importante hacerlo para reconocer la veracidad de las intenciones y el ánimo de las personas.- Tenía ganas de hablar un rato, creo que me enoje demasiado por algo que no debía. Además...- guarda silencio y baja la vista.- un poco te entiendo.- mira sus manos con interés, la veo triste.

-¿No saliste? Pensé que lo harías con las chicas, de otro modo te hubiese invitado con nosotros. Te extrañamos.- digo tanto por Mateo como por mí porque lo hemos hablado y coincidimos.

- En realidad no tenía ganas.- comenta azorada, tras una pausa levanta la vista para encontrarse con la mía.- perdona que me crucé así, sin avisarte.

- No me pidas perdón Lena. Me encanta que estés acá, es más debiste venir cuando me escuchaste llegar, aunque bueno, capaz que estaba muy en pedo...- los dos reímos y la tensión disminuye bastante.

-Temía venir y que estés con alguna chica.- su afirmación me desconcierta.

-¿Porque pensaste eso? Vos sabes que a mi casa sólo entran los más íntimos.- no es necesario que se lo aclare, desde pequeño he sido un poco odioso al respecto. Es por eso que si ligo con alguna chica la llevo a un hotel o a su casa, mi lugar es sagrado y sólo permito el ingreso de personas de mi completa confianza. Además que sería un riesgo muy grande que esas chicas de una vez y nunca más, conozcan donde vivo y aparezcan cada vez que quieran. Otra enseñanza de Isa, aunque suene extraño ella me confesó que esa era su táctica para que no la acosen cuando ella no quería más nada y resulta eficaz.

- No sé, la gente cambia. Ya no sos el chico del pueblo.- distingo por donde va el asunto, sé que no dejará de reclamarme de buenas a primeras y lo que menos quiero es seguir peleando por algo que no puedo revertir y en definitiva yo no obligue a Olivia.

-Lena todos cambiamos, incluso vos. Por favor, no quiero discutir más sobre eso.

-Tenes razón, incluso yo. Leo, discúlpame. Soy consciente de que mi actitud no fue sensata.- asiento estrechandola en un abrazo que nos reconforta, luego de varios minutos de silencio la escucho sollozar y todas mis alarmas se disparan simultáneamente.




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