Desde que me enteré del embarazo que cursa Oliva nos hemos vuelto casi inseparables. De algún modo, nuestra relación volvió a ser como antes, dos amigos que comparten, conversan y se divierten juntos. Hemos impuesto una barrera a fin de no confundir las cosas, sin embargo nuestro vínculo es estrecho. Nos vemos casi todos los días, le llamo o escribo a diario preguntándole como se siente, intercambiamos información respecto a todo lo que aprendemos de embarazo y bebés. Me he asegurado de que tenga todo lo que pueda necesitar y he coaccionado para que trabaje sólo unas pocas horas a la semana, sé que su vida podría continuar como hasta ahora pero puedo solventar sus gastos sin necesidad de que esté trabajando más de la cuenta y en condiciones poco favorables.
Tras pasar la Navidad entre amigos, logré convencer a mis padres y hermanos para que vengan a compartir con nosotros las celebraciones de fin de año. La idea es propiciar las circunstancias para ponerlos al tanto del giro que ha dado mi vida en los últimos días.
Aprovechando que es sábado y tengo el día libre, estoy dedicando la mañana a la limpieza del departamento. Quede para almorzar con Olivia y pasar la tarde juntos. Si ve algo sucio o fuera de lugar se ocupará de asear y poner orden, por un lado porque ella es muy pulcra y conoce a la perfección mis costumbres, por otro lado porque sabe que en pocos días llegará mi familia y quiere hacer todo lo posible por caerles bien. Aunque no lo diga, sé que teme ser rechazada, en parte comparto su temor porque será difícil explicar que esperamos un hijo pero no somos pareja. Sin embargo, ni todos los miedos amenizan mi felicidad.
El timbre anuncia una llamada de la recepción del edificio, respondo cuestionando si olvidé algún compromiso o si sería que ha llegado algun paquete que haya pedido on-line.
-Muchacho, lo buscan. ¿Esperaba a alguien?- Me comunica el conserje luego de un breve saludo.
-A Oli pero ella está autorizada para subir cuando quiera.- si bien es temprano podría haber adelantado la visita, no obstante siempre sube sin demora.
-No es la señorita Olivia.- escucho un murmullo al otro lado de la línea.- Sería mejor que baje.
- Está bien, que me espere.- respondo sin otra opción, mientras me adecento un poco.
Cuando llego a la primera planta, la escena me deja estupefacto. Junto a la recepción me encuentro con los ojos más hermosas del mundo, con la sonrisa que llevo meses soñando. Esperando por mi está Isabel, a cada lado Lorenzo y Lautaro. Apenas me ven, los niños corren a mi encuentro y me saltan encima, de no haber estado bien parado hubiese terminado en el suelo. Los saludo detallando a la mujer.
Esta incluso más hermosa, viste un jeans claro con una camiseta negra y zapatillas deportivas. El pelo recogido en una coleta floja realza sus facciones angelicales y su esbelto cuello. Luce un poco más delgada.
- Hola Leo, espero que no sea una sorpresa desagradable.- escucharla hablarme tan relajada me transporta a un momento en el que su sola presencia me alegraba el día.
- Hola Isa, nunca me hubiese imaginado que eran ustedes.- sucumbo a mi impulso de tocarla, beso su mejilla y la abrazo. Continúo en un letargo que me imposibilita pensar correctamente.
-Alguna vez le dijiste a los chicos que podían visitarte. Tenía que venir por trabajo y me pareció oportuno traerlos. Han estado tristes porque no fuiste a su cumpleaños.- Explica pausadamente.- Espero que no te moleste.
- Me encanta que estén acá. Los extrañé mucho.- comento hablándoles a los mellis que no se despegan de mis piernas como si quisieran retenerme a su lado.
- Te perdiste nuestro cumple de verdad.- reclama Lolo con pesadez y se me estruja el corazón al percatarme que de algún modo les fallé. Un carraspeo me alerta de la presencia de alguien más.
- Hola muñeco. Entiendo que no soy tan importante pero podrías darme un besito siquiera para que tenga con que dibagar.- Hasta ese momento no me habia dado cuenta de la presencia de Teo a pocos pasos.
- ¡Hola Teo! ¿Cómo estás?- Me acerco con auténtica alegría, no es mucho lo que tratamos pero me cae bien.
-Ahora bien, pensé que no me recordarías muñequito. ¿Porqué vivimos a pocos minutos y no me había enterado?
- No sé, no tuve oportunidad de hacertelo saber.- miento a medias, ni siquiera recordaba que vivía acá.- Vamos arriba.- invito sosteniendo las manitos de los peques.
En el trayecto al elevador se interpone el conserje, es muy amable y atento pero también curioso.
-Buen día. Disculpame, no sabía que tendría visita.
- No hay problema, querían sorprenderme.- Afirmó.
-¿Y estos chicos lindos? ¿Son sus sobrinos?
- No, Leo es nuestro papá.- el hombre tensa el rostro, perplejo ante la respuesta inmediata de Lauty.
- No lo hubiera imaginado, es muy joven.
-Cosas de la vida.- comento queriendo salir de ahí.- Nos vemos señor. ¿Vienen?- le pregunto a los dos que hablan apartados. De inmediato se ponen en marcha y abordamos el ascensor que nos lleva hasta el piso de mi departamento.
Agradezco mi previsión de haber estado limpiando y tener todo en orden. Nos disponemos en los sillones de la sala, los mellizos pegados a mi contándome cuanta cosa se les ocurre. Me siento satisfecho porque con ellos todo sigue igual que siempre. Sirvo jugo para los chicos junto con una galletas que se le habían antojado a Olivia días atrás, por lo que compré varios paquetes, y mates para los adultos.
Todos reímos con las ocurrencias de los chicos que se muestran felices y entusiastas. Me encuentro con los ojos de Isabel varias veces pero ninguno de los dos dice nada, el ambiente no termina de ser cómodo, tampoco intolerable. Teo se acopla perfectamente, su personalidad le permite bromear e integrarse sin ningún impedimento.
-Creo que será mejor ir saliendo para llegar a tiempo.- comenta el hombre, transcurrida una hora desde su llegada.