Seducido por la Jefa

Capítulo 31

Afrontar las dificultades con entereza es más facil de decir que de hacer.

Han transcurrido dos meses desde que mi familia regresó a su hogar, a sus cotidianidades. Dejandome, de ese modo, completamente a cargo de mi vida (bastante desordenada debo admitir) y de una bebé que al momento cuenta con poco más de tres meses. Aunque es tranquila, se alimenta cada tres horas exactamente, ya sea de día o de noche, a la que debo cambiarle el pañal o incluso toda la ropa entre seis y ocho veces diarias y eso sin contar que hemos probado alrededor de cinco leches maternizadas distintas puesto que las primeras le han producido cólicos y malestar, otro motivo para pasar noches enteras en vela.

Sin embargo no me quejo, dentro de la desgracia que desencadenó su nacimiento, Eluney en si misma, es una bendición, una esperanza, mi motor para levantarme cada día y luchar por hacer para ella un mundo mejor.

A pesar de estar convencido de ello, días como hoy, toda la fortaleza se viene a pique. Inevitablemente los recuerdos me abruman y mis animos decaen, las memorias de esos días que me creí en un final feliz vueven a mí como un huracan, restregandome que para los mortales no hay magía, ni cuentos. Para completar mi desdicha, "las casualidades" me recuerdan que nunca seré suficiente.

Hoy Olivia cumpliría 20 años, que paradoja, llegó y se fue de este mundo en menos de dos décadas dejando huellas imborrables, vivió tanto y tanto más le faltó. A pesar de eso, nos dejó tantas cosas buenas, momentos y enseñanzas, sin contar que como último gesto de amor dejó la vida dando a luz a la pequeña que se ha vuelto la razón de mi existir. 

El que este día se conmemore su natalicio, conlleva imaginar cómo serían las cosas si aún permaneciera con vida, suponer que todo la jornada sería una celebración, ella llena de dicha con la familia que juntos formamos, rodeada de toda la gente que la apreciaba. Me resulta imposible no extrañarla, extraño su sonrisa característica e imperturbable, la sinceridad que emanaba por cada poro de su piel aceitunada, extraño su calma y el aplomo con que enfrentaba las adversidades, la extraño como nunca imaginé que lo haría, la extraño a ella, a la relación que teníamos, a mi amiga y confidente. Cada rincón de la casa, cada esquina me sucita recuerdos de días felices, sus cosas que aún continuan tal como las dejó como si aun esperaran su regreso me llenan de dolor. Y es un sentimiento que me oprime el pecho, y si, hoy entiendo que un amor no correspondido duele pero la rotundidad de la muerte destruye.

A lo que antes mencioné se le suma que Eluney amaneciera con la temperatura elevada, sin motivo a la vista y que a media mañana recibí una llamada de la empresa donde laboro para notificarme que la licencia por ma-paternidad que tomé está próxima a culminar, cosa que ya sabía pero pretendida dilatar todo el tiempo que fuera posible y de ser necesario recurrir a la amistad con el jefe para postergar mi reincorporación lo que no sucederá porque ahora, todos están de acuerdo en que debo continuar mi vida y eso incluye volver a ocupar mi puesto en la empresa, aunque yo no este tan seguro de ello.

Ante lo primero, me comunique con la pediatra que la atiende desde su nacimiento, quien indicó unas gotitas para bajar la temperatura y otras disposiciones caseras como paños húmedos o una ducha. Resta aguardar hasta que se manifieste algún otro síntoma. Es la primera vez que esto sucede, en un principio entre en crisis, al hablar con la profesional pude calmarme. Confío en su criterio y experiencia, en estos meses ha sido importante su aporte ya que al percatarse de que estoy solo en la crianza se ofreció a solucionar todas las dudas que podrían surgir en este proceso de aprendizaje constante. De manera amistosa pero sin dejar de ser profesional ha estado presente en los momentos más críticos, en las situaciones que me superan, lo cierto es que, durante el embarazo investigue y leí mucho acerca de bebés pero la verdadera experta era Olivia y suponiendo que ella me guiaría en el proceso me conforme con conocer lo básico, decisión que hoy me pesa más que nunca. En síntesis, para las primeras horas de la tarde la temperatura de Eluney a descendido a niveles normales y no hay indicios alguno de enfermedad.

Con respecto al retorno a mis actividades, es algo que me martiriza, pensar en dejar a mi pequeña con una completa desconocida me repele. Siento que nadie podría cuidarla como debe ser y me pone muy nervioso que no la traten bien. Ni hablar de una guardería donde unas pocas personas se hacen cargo de muchos niños y posiblemente, cuidar de ella no sea una prioridad. Observando mi renuencia, mi amiga Lena me sugirió hablar con Leila, pedirle que labore como niñera, si bien lo haría con gusto sin dinero de por medio, me resulta injusto aprovecharme de su amistad además que lleva varios meses buscando un empleo. De más está aclarar que Mateo le ha ofrecido innumerables puestos dentro de las empresas de su familia pero la chica los rechaza de raíz, no quiere trabajar para su novio, yo mejor que nadie comprendo su diatriba y comparto totalmente su postura. Por todo eso es que estoy ansioso esperando que llegue a visitarnos como cada día. 

Un repiqueteo suave me advierte que ya está acá, al abrir la puerta hallo un fragmento de la chica que algún día conocí. Luce agotada, desanimada, ojerosa, sus ojos brillantes y enrrojecidos me confirman que para ella también está siendo un día difícil. En este tiempo, descubrí que si alguien padece la ausencia de Oli, incluso más que yo, esa es Leila. Al principio me negué a verlo, pero con el pasar de los días encontré en ella la empatía, el respeto y el cariño que nadie más pudo brindarme en este desgarrador acontecimiento. Ella, perdió a su hermana de la vida, a su confidente y amiga. Su dolor y el mío son parecidos, y al ver a Eluney desprovista del amor de su madre, los dos sentimos el mismo desconsuelo.

Cuando se adentra en la sala, cierro la puerta y la recibo con un abrazo que se prolonga cuando detecto los espasmos producidos por el llanto que la sobrecoge, han sido tantas las veces que nos hemos prestado el hombro el uno al otro que se siente normal. Se separa torpemente, se seca las lágrimas con las manos y mirándome determina:




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