Seducido por la Jefa

Capítulo 33

El viaje es relativamente largo para una bebé de seis meses, aún así Eluney no se muestra ni la mitad de ansiosa de lo que estoy yo. 

La primer parte del trayecto duerme compensando las tres horas que no pudo descansar normalmente en su cuna, cuando despierta lo hace sonriendo y al escuchar mi voz hablandole sólo mira por la ventanilla hasta que el sueño la vence nuevamente. 

Cuando hemos superado la mitad del recorrido nos detenemos en una estación de servicio donde además de descansar y estirar las piernas, le doy su fruta en lo que yo tomo un café. La limpio y cambio su pañal de manera que, en la medida de lo posible, no nos detengamos hasta llegar.

Media hora más tarde estamos, una vez más, sobre el asfalto que nos dirige directo a nuestro destino. Unos cuantos kilómetros después la bebé cierra sus ojitos cayendo en un sueño liviano pero que claramente le hace más llevadero el viaje. Agradezco que sea tan tranquila porque en este mismo momento ella posee toda la calma de la que yo carezco y que ha hecho esta travesía más amena. 

Sin que pueda evitarlo, mientras los carteles auguran la cercanía de la imponente ciudad me vuelvo un manojo de nervios, mis dedos tamborilean sobre el volante y siento un nudo creciendo en mi estómago que poco a poco se convierte en roca. La incertidumbre de lo que pueda encontrarme, de lo que pueda o no sentir, me está acorralando y amenaza con asfixiarme. 

"Todo estará bien, sólo quiero recuperar a los mellis." Me repito como un mantra con la esperanza de amedrentar los fantasmas que tanto insisten en reavivar sentimientos que no esperaba sigan latentes. Ya no estoy tan seguro de que haya sido una buena idea, me temo que otra vez actué por impulso y lo peor es que ni siquiera termino de comprender que es lo que me angustia o que es lo que pretendía con este improvisado viaje.

Las razones por las que aún no amanecía cuando salimos son varias y cuando lo decidí supuse que bien fundamentadas, ahora lo dudo también. En primer lugar, por más que lo intentará no podría dormir más que un par de horas por la emoción. En segundo, al ser de madrugada el tráfico sería menos y por ende habría menos chances de demorarnos por esa causa. Como tercero, Lule dormiria la mayor parte del tiempo y se estresaría menos. En cuarto lugar, llegariamos antes del mediodía para sorprender a los niños, y si mis suposiciones eran ciertas, no irrumpiria en la celebración que sus allegados les harían por la tarde y por obvios motivos no estoy invitado. Si bien la última vez que vi a Isabel fue hace casi un año y no hubo ningún roce relevante, pasado tanto tiempo no sé cómo pueda tomarse que este en su casa, por ende programe la visita de tal modo que no nos crucemos. Eso sí sus horarios y costumbres continúan igual y mis conjeturas son verídicas.

Todas esas deducciones, desembocaron en que apenas pasadas las tres de la madrugada Lena, Leila y Mateo se encontrarán en el estacionamiento de mi edificio despidiéndose y recordándome por enésima vez que teníamos que volver pronto y que nos extrañarían, pero que estaban felices. Elu, como si entendiera lo que acontecia, sonreía agitando sus manitos, emocionada se carcajeaba desde su lugar en la sillita de seguridad que atreves de un sistema de espejos me permite observarla todo el tiempo sin apartar completamente la vista de la carretera. Las chicas quedaron atrás, abrazadas una a la otra entre lágrimas solitarias y sonrisas húmedas que calentaron mi pecho al comprobar, nuevamente, que su apoyo es incondicional.

Faltando un par de cuadras para llegar al departamento donde vive mi hermana, la pequeña despertó. Luego de un par de balbuceos comenzó a berrear, y si, después de tantas horas siendo una niña buena y paciente tenía que recordarme que es una bebita, que toda su buena disposición tiene un límite. Sin alterarme, hablándole desde mi lugar para que no se sienta solita, deje el auto en el estacionamiento privado más cercano que vi, y la libere de su encierro tomando a su vez, el bolso pequeño con sus cosas. Del maletero extraje su cochecito y lo puse en pie para tenerlo a mano cuando lo requiera. 

Lule acomodo su cabecita sobre mi hombro desde donde observaba todo con ojo atento, posiblemente intentando vislumbrar algo que le resultase conocido. Con ella entre mis brazos, empujando el carrito que sólo transporta un pequeño contenedor con ropa, pañales, mamadera y leche, camine los escasos metros que me separaban de la vivienda de Diana, quien probablemente aún no haya amanecido porque de otro modo, al ver el mensaje que le dejé por la noche ya me hubiese contactado.

Antes de poder llamar a la puerta, mi móvil comienza a sonar de manera estridente y al instante siguiente una cabeza más que conocida asoma por el espacio que deja la madera caoba al ser desplazada. Diana corre a nuestro encuentro, visiblemente alegre y entusiasmada, toma a la niña sin preámbulos ocasionando que se lleve un gran susto al ser arrebatada drásticamente de mis brazos,  su pequeña carita se contrae en pucheros tiernos y sus ojitos se empapan con las lágrimas que pujan por salir.

-Hola Eluu. Soy yo, la tía Didii.- Habla estirando la última sílaba como lo hacemos todos al hablarle a un bebé.

Eluney comienza a sollozar, aún viéndola y veo a mi hermana haciendo un puchero en un gesto aniñado y ridículo. Mi hija lo toma como una morisqueta largando una sonora carcajada al aire a la que me uno sin dudar. Diana nos observa estupefacta, conteniendo sus lágrimas. Aunque me da ternura verla en esa situación no sería un auténtico hermano sino aprovechara tal ocasión para burlarme de ella. 

-Hola Dianita. ¿Como estas?- La saludo reprimiendo las carcajadas que todavía persisten.- Deja de asustar a los niños con esa cara tan fea.- Su rostro pasa de la alegría, a la sorpresa y muta a la indignación.

-Hola grandísimo idiota.- Espeta aparentando enojo.-  ¿Porqué no avisas con tiempo? ¿Cómo te venís sólo con una bebita siendo tantísimas horas de viaje? Ay por favor, mi chiquita debe estar agotada. ¿Lloró? ¿Ahh y porqué carajos no te llegan los whatsapp?- Conociendo su costumbre de exagerar y hacer escandalos de la más mínima cosa, le permito expulsar todo eso que le pasa por la cabeza.- Desde que me desperté intento hablar con vos pero no hay caso, le llame a Lena mínimos tres veces hasta que se digno a atender y vos me haces preocupar sin atenderme.




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