Seducido por la Jefa

Capítulo 39

Odio los hospitales, los odio con todo mi ser.

Odio la maldita agonia que se respira entre sus paredes.

Odio el olor a desinfectante y medicamentos.

Odio las putas razones que te arrastran a una sala de espera.

Odio que los profesionales entren y salgan y nadie pueda decirme nada para mitigar en partes el desasosiego que me apabulla sin piedad.

Odio la opresión en el pecho que me impide respirar normalmente.

Odio los sonidos que me bombardean recuerdos. Los alaridos desesperados de quienes reciben la peor noticia, los suspiros angustiados de quienes presienten que todo termina, las sirenas que no hacen más que anunciar ambulancias que acarrean con humanos en la cuerda floja de la vida.

Ha pasado más de media hora desde que llegué a este siniestro lugar, sólo me confirmaron lo que ya sabía y que tenia que esperar.

Han sido siete las enfermeras que intercepte pidiendo una minima información y nada dijeron, nada que calme los desenfrenados látidos de mis sienes. Como si fuese tarea fácil mantener la calma en un lugar como este.

Un revuelo de pasos, sollozos y lamentos llega desde el otro lado, me pongo en pie para recibirlos. Me enfundo en una serenidad que no me define. Si para mi es duro para ellos debe ser peor, hoy me toca ser sostén y estandarte.

-Vladimir, Leila.- Saludo intentando infundirles esperanzas que hasta mi me cuesta sostener.

-Muchacho. ¿Qué te han dicho?- Las facciones extremadamente palidas del hombre en conjunto con los enrojecidos ojos da un pantallazo de lo que esta adoleciendo.

-Nada aún, los estan atendiendo pero no se conoce más que eso.- Leila llora sin consuelo y la entiendo, sé que el miedo la aplasta tanto como a mi.- Respirá, tranquila, van a estar bien.- Le hablo colocando mi mano en su hombro, su suegro la apega a su pecho y sé que él tambien se esta muriendo por dentro de pensar que la historia de su difunta esposa se repita con su hijo menor o su sobrina.

Espero que se calmen un poco para preguntar algo que me tiene en vilo, aunque confío en ellos y que no cometerian una locura no puedo evitarlo, necesito estar seguro.

-¿Y Elu...?

-Ella está con Isabel, nos encontramos en la entrada de la empresa y se ofreció a cuidarla. Perdón Leo, no tenía cabeza para oponerme.- La niñera de mi hija se apresura a aclarar. No quiero que se sienta mal por esto tambien, despues de todo fue la mejor opción, no sería prudente traer a una bebé a este tétrico lugar en un momento donde todos estamos más que nerviosos.

-No hay problema, hiciste bien. Más tarde hablo con ella.- Se abraza a mi llorando, los recuerdos son pésimos compañeros en este momenton y por más diferente que sea el panorama no es fácil deslindar lo que sucedió diez meses atrás en un sitio semejante.

Nos disponemos a hacer lo único que puede hacerse en estas circunstancias, aguardar y rogar a todas las fuerzas del universo que estén bien, que sólo sea un susto.

Tres simples mortales, sentados uno junto al otro, con los músculos tensos y en sintonia un dolor lacerante en el pecho retroalimentado por aquellas memorias de situaciones que tanto se asemejan entre sí y con la actual vivencia. No son necesarias las palabras, no entre nosotros que compartimos el desasosiego de las pérdidas.

El minutero corre sin prisa pero sin pena, una hora o quizás más y las noticias no llegan. En algún momento el espacio comenzó a llenarse de demás personas exaltadas, allegados de más víctimas de un siniestro vial que suma heridos indiscriminadamente.

Cuando la desazón se vuelve insostenible, un galeno ataviado con prendas azul verdosas, un hombre de mediana edad, con gafas, cofia y otros enseres propios de la profesión que ejerce irrumpe el lamentable silencio. Siento los latidos de mi corazón retumbar incesante en mis oídos, y podría afirmar que no soy el único en tales condiciones.

-Buenas tardes, soy el doctor Torres.- Se dirige a los presentes serio e imperturbable.- Por favor necesito que colaboren...- Suspira apesadumbrado.- En situaciones como estas es muy difícil para nosotros determinar en primera instancia quienes son los familiares de cada paciente. Algunos no han perdido la conciencia y nos han brindado información, eso sumado a los datos que nos proporcionaron los paramédicos es lo que utilizaré para ir despejando dudas, por suerte o providencia divina no hemos tenido que lamentar víctimas fatales aunque algunos todavía no están completamente fuera de peligro.- Una súbita ola de suspiros invade el recinto, resta conocer el estado de cada uno de los involucrados pero saber que ninguno de los aquí presente tendrá que acercarse a la morgue a reconocer el cuerpo de un ser querido ya es un alivio. El profesional observa con detenimiento una libreta en la que se seguro esta registrado lo que dice.- Pasadas las 15hs del día de hoy se convoca a los bomberos de la ciudad por una colisión en cadena en la autopista principal de acceso a la ciudad, al arribar en la zona de encuentran con una motocicleta conducida por un varón mayor de edad que según las identificaciones que porta y su propio testimonio es Ezequiel Réquiem. ¿Algún familiar?

-Yyyoo doctor, s-oy su hermana. Él me llamó.- Una chica en extremo delgada y sin dudas muy asustada se adelanta.

-Muy bien señorita, siga por favor a la enfermera. La conducirá con él y un colega le dará el parte médico pertinente.- Sin más que decir la joven desgarabada hace lo sugerido, tal como ella los demás fueron reconociendo a sus parientes y siguiendo las instrucciones del hombre. Como una broma de pésimo gusto, nosotros quedamos a lo último con los nervios deshechos y el alma en vilo...- En el otro vehículo se desplazaban tres personas. El joven fue quien nos proporcionó los datos. Su nombre es Mateo Russo, iba como pasajero junto a una jovencita que identificó como su prima Lena Gelmeti y quien conducía Rodolfo Fidel...




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