Mi bebé ya cumplió un año de vida, doce meses de haber nacido y se hizo realmente palpable tras el festejo.
El recuerdo de Olivia fue mi fiel compañero en todo momento, la imagine corriendo de un lado a otro afinando detalles que de seguro a mi se me pasan desapercibidos, en mis fantasias ella organizaba una celebración memorable, única como ella misma.
Cayendo en la realidad me choque con que yo debía encargarme de todo eso, dejar pasar su natalicio como un día común más no era opción, en memoria de ella es que debía celebrar la vida de mi hija, conmemorar que un año atrás una fantástica mujer se despedía de este mundo pero no en vano, su último suspiro lo entregó por quien más amaba. Por tal motivo, cuándo Isabel me propusó un salón de fiestas infantiles me tomé solo un par de minutos en debatir y aceptar su ofrecimiento.
Adquirir el servicio de dicho salón disminuyo todas mis preocupaciones, ellos se encargaron practicamente de todo y de lo que no, mi complice fue Leila que gustosa intervino para que mi peque tenga lo mejor, como su madre hubiese querido. Lo más importante, rodeada de toda la gente que la ama.
Para ser sincero, la presencia de mi familia fue una ventaja, portadores del cariño que tanto necesitaba en esos días y ni siquiera sabía.
Por desgracia mis padres solo pudieron quedarse por unos pocos días y dejarlos partir fue un trago amargo. Mas así es la vida del laburante, no pueden tomarse demasiados días de placer y ocio sin que los bolsillos resientan la falta de ingresos.
El tiempo que estuvieron fue suficiente para sentirme amado y comprendido como cuando niño, les conté lo que venía aconteciendo últimamente y los puse al tanto sobre la posibilidad de reconocer legalmente a los mellizos como mis hijos.
Mi padre como mi buen consejero, se mostró de acuerdo aunque no dejó escapar la oportunidad de hacerme notar que implica más compromiso de mi parte. Lo sé, agradezco su apoyo incondicional y que sea quien aporta la parte racional y realista en los momentos cruciales de mi vida.
Respecto a mi madre, el cantar fue otro. Me reprendió, enfureció y hasta me llamó por mi nombre completo, como si algo fuera a hacer cambiar mi decisión. Su temor es que dar ese paso me haga ilusionar con recuperar la relación con mi ex y que en caso de que no resulte los niños sean las principales víctimas de una escandalosa ruptura. Así como la mamá gallina que es, ahora se transformó en una abuela sobreprotectora. Comprendo su punto, lo que ella no entiende es que ni Isabel ni yo nos escudariamos en los peques, no los pondríamos como motín de una batalla sin vencedores y que con o sin trámites legales ya somos una familia.
Lo cierto es que mis allegados han recibido a los mellis con todo el amor que poseen, incluso sin compartir lazos sanguineos o que su madre sea estrictamente mi pareja. Ellos se ganaron un lugar en el corazón de cada uno de los Emer, espacio que por lo pronto solo comparten con Eluney. Me enorgullece que así sea, que todos hayan aceptado de buena manera que esos rubios compradores son tan hijos mios como lo es Lule.
La celebración fue mejor de lo que pensé. No eramos un número exagerado de personas, mi familia y amistades principalmente. Por pedido de Lorenzo invitamos a algunos amiguitos de ellos y los sobrinos de Leila completaron el plantel de niños que contando a la festejada sumaron catorce pequeños de entre ocho meses y ocho años. El lugar era el indicado, juegos por doquier que mantuvieron a los invitaditos entretenidos y alejados de peligros, lo suficientemente amplio para que los adultos pudieramos socializar sin estorbar, música de fondo que mantenia el ambiente festivo, deliciosos aperitivos y la exquisita torta. Sin dudas, lo recomendaré.
Haber aceptado la sugerencia de Isabel fue lo mejor en todo aspecto, aunque me molestará la desmedida confianza que se tenían ella y Manuel. El crío es uno de los mozos del lugar y se notaba su interés en la joven empresaria. Además que parecían conocerse desde antes y bastante bien diría yo. El caso es que inventaba absurdas excusas para acercarsele y llamar su atención la cual disputaba con mi hija, quien se encargó de no darle pie al ingenuo que se las daba de sex symbol.
Isabel, Teo y los mellizos llegaron puntuales, apenas lo hicieron comenzo una guerra silenciosa entre las damas. El motivo: Eluney y su apego desmedido hacia Isa. Para empezar que cargaban con una estrafalaria cantidad de obsequios, no tengo idea de cuantos solo sé que cada niño apenas si se veía detras de tantos envoltorios que fueron desestimados por la hagazajada. Ellos los depositaron en un extremo y corrieron a saludar a "los tíos y abuelos". Lule ignoró todo y a todos, entre pasos torpes y tambaleantes se deslizo sonriente hacia la mujer que la recibió gustosa entre sus brazos llenandola de arrumacos. Cómo siempre que estaban en el mismo lugar, la festejada se mantuvo anclada a su protectora que además de muy cómoda se veía adorable intentando en vano que reciba a las visitas e interactue con el resto.
Diana y mi madre estaban al tanto de esa conexión, lo habíamos hablado un rato antes. Les conté que me asombra que la niña no repara en nada ni en nadie más siempre que la ve. Mi mamá, dentro de su sabiduría maternal me explicó que seguramente se trata de que al carecer de la imagen femenina que debería ser Oli, por instinto, se afianza a quien le inspira esa confianza. Tiene lógica lo que dice pero, a mi parecer, sería más probable que lo hiciera con Leila que es quien pasa más tiempo con ella, no me molesta pero si me intriga. Mi hermana sólo escuchaba atentamente, me sorprendió encontrarla tan pensativa y reservada aunque sólo fueron los primeros días.
Aún así, lo que en realidad afectó a los presentes es el vocablo con el cual se refirió a mi ex novia cuando estaba por marcharse, la palabra "mamá" en una pronunciación perfecta y absolutamente audible ensombreció la vista de varios, de mi amiga sobretodo que fracasó en disimular las lágrimas. Puedo entender la mezcolanza de sentires que revolucionan su sistema. Hace un año y unos días que se enfrentó a la repentina muerte de su mejor amiga, cuando la herida comenzaba a cictarizar Lena y Mateo sufren un accidente del que por suerte salieron bien librados pero el susto fue enorme. Por último lo más reciente, la niña por la cual daría hasta su vida de ser necesario además de ignorarla toda la tarde reconoce como madre a la persona que menos le agrada entre quienes estaban presentes. Leila está sufriendo, a pesar de esconderse tras ese humor ácido, guerrillero y la amplia sonrisa que impime en sus labios a toda hora.