SIMONE
Abro los ojos cuando siento la mano de Agoney en mi brazo.
—Trate de no asustarte, la comida está lista.
—Gracias, Agoney.
—¿Te sientes bien?
—Sí, me hizo bien dormir.
—Te espero abajo entonces.
—Si iré al baño y bajaré enseguida.
Espero que Agoney salga de su habitación para que levantarme, por suerte no tengo náuseas, busco ropa en mi maleta para cambiarme. Mi pijama no es apta para cenar con ella y mucho menos con una familia que apenas acabo de conocer, no me siento incómoda con ellas se ven buenas personas Agoney es afortunado de tener una familia, me hubiera gustado mucho haber tenido esa suerte, tuve la fortuna de tener a Maia en el camino, vivimos prácticamente lo mismo, ninguna de las dos tuvimos padres, vivimos en casas de acogida y la pasamos mal en muchas de ellas, nunca habíamos deseado cumplir la mayoría de edad y salir del sistema. Yo Salí primero, lo primero que hice fue conseguir trabajo, un departamento y esperar a mi amiga. Aprendí a poner uñas en mi tiempo libre y a eso me dediqué. No fui a la universidad porque no tenía tiempo ni mucho dinero.
Bajo, escucho las voces de los niños.
—Buenas noches —digo.
—¿Descansaste? Hija.
—Si me hizo bien dormir, se me ha quitado el dolor de cabeza.
—¿Tenías dolor de cabeza? —Agoney se preocupa, lo veo en su cara.
—Si debió ser el viaje, pero ya estoy bien.
—Tengo hambre, abuela. ¿Ya podemos comer?
—Perdón, los hice esperar —me disculpo.
—No pasa nada, a veces tengo que obligarlo a qué vengan a la mesa —Kass musita.
—Siéntate ahí, a un lado de Agoney.
No me había dado cuenta de la cantidad de comida que hay en la mesa, fácil es para alimentar a una familia grande y no para ocho personas, y dudo que los niños coman una cantidad muy grande.
—Simone, tu familia, ¿De dónde es? —la abuela me pregunta.
—No tengo familia, viví la mayoría de mi vida en una casa hogar —nunca me ha gustado mentir sobre mi vida.
—Lo siento, Simone, no quise incomodarte con la pregunta en verdad.
—No se preocupe, no me incomoda en lo absoluto, ni me da vergüenza decirlo.
—¿Y desde cuándo trabajas con mi hijo?
—Tengo muy poco, apenas una semana.
—Mi hermano es muy pesado en el trabajo, le gusta que todo sea perfecto. Yo una vez intenté trabajar con él y casi dejo a mi madre sin hijo.
—No es verdad, Kass, tú querías llegar a las once porque no te gustaba madrugar.
—No sé por qué no cambian esos horarios. ¿Quién se levanta por gusto?
—Tu hermano y los Gonzagas.
—Tío ¿cuándo iremos contigo? Quiero ver a Zoé y a Michelle —Jana le pregunta.
—Pueden ir la próxima semana, le diré a Madison para que Zoé y Michelle vayan a casa.
—¿Mamá, puedo ir?
—Sí, pero primero debemos pedir permiso a la escuela. ¿No tienes exámenes pronto?
—No, y tomaré la clase en línea, le diré a mi maestra.
—¿Seguro que puedes cuidarla? Jana no puede quedarse sola.
—Sí, trabajaremos en casa, además realmente no tengo mucho trabajo. Orestes se encargará solo hasta que volvamos de los ángeles.
—Mama y yo iremos a visitarte, hijo.
—Son bienvenidas, Simone, vivera conmigo.
Las tres mujeres se miran con complicidad. Espero que no se imaginen cosas que no son, porque no va a pasar nada entre él y yo. En primer lugar, estoy embarazada y lo segundo lugar no voy a volver. No volveré a estar con un hombre sentimentalmente hablando porque el sexo ya es algo diferente.
—Me alegra que no estés solo, después te enfermas y nos tienes preocupadas.
—Mamá, no empieces con eso, estoy bien.
—Simone, Agoney tiene migrañas, algunas veces son muy fuertes, sobre todo cuando trabaja mucho y se estresa.
—Abuela…
—Ella va a trabajar y a vivir contigo, y es mejor que sepa lo que te pasa.
—Estaré al pendiente, no se preocupen.
Miro a Agoney, me susurra un gracias. Por un momento todos estamos en silencio mientras disfrutamos la comida. Las albóndigas están deliciosas, también el puré de papa.
—Está todo delicioso, mamá.
—Lo hicimos especialmente para ti y también para Simone, claro.
—Son muy lindas, y sí está todo delicioso.
—Mi mamá y mi abuela son las mejores cocineras.
—Agoney, debería llevar a Simone al valle, ha florecido muy bonito esta temporada y le hará bien caminar.
—Sí, mamá, si Simone lo desea, la llevaré.
Agoney me mira de nuevo.
—Si me gustaría ir.
—No se diga más, además les ayudará para la digestión.
—Yo también quiero ir, tío —Germán dice emocionado.
—No, tú irás directo a bañarte y a la cama, que mañana tienes escuela.
—Pero mama —se queja.
—Después de la escuela los llevaremos.
—¿Lo prometes?
—¿Cuándo les he quedado mal?
—Nunca.
A Agoney le tocó lavar la loza y limpiar la cocina. Intenté ayudarle, pero su madre no me dejó y mejor me invitó a afuera a esperar a Agoney.
—Qué rico es el clima aquí —rompo el silencio.
—Agoney compró este lugar por lo mismo, le gusta el clima, aunque ahora no viene tanto porque la empresa ha crecido más y hace cinco años que abrieron una empresa en Los Ángeles, pero trata de venir y también nosotras vamos a visitarlo.
—Agoney es afortunado de tenerlas —no puedo evitar decirle.
—Nosotras somos afortunadas, Agoney es un amor, siempre nos procura, a pesar de que está lejos, no hay día que no nos llame, y ayuda a su hermana desde que se divorció.
Debí suponer el gran amor que Agoney le tiene a su familia cuando me dijo que, si tiene una niña, la llamaría como su madre.
—No quiero ser indiscreta. ¿El papa de tu bebe te está apoyando?
—No, voy a ser madre soltera.
—No te preocupes por eso, a mí también me tocó ser madre soltera y mira, no es por presumir, pero saqué dos hijos adelante, bueno, tuve ayuda de mi madre.
—Hizo un buen trabajo, las dos.