AGONEY
Los días se me hicieron cortos, ya vamos de regreso, mañana es el día de la boda de Gael y Santiago. Ya está todo preparado. Madison estuvo a cargo de la preparación de todo, a mí solo me falta mi traje, lo iré a comprar hoy mismo.
—Simone, ¿qué color de vestido llevarás a la fiesta?
—Aún no me decido, pero seguro llevo un rojo o lila. Le he preguntado a Madison si puedo llevar rojo y me ha dicho que sí.
—Me dices cuál vas a comprar a si puedo llevar la corbata a tono.
—No voy a comprar, ahora con el embarazo tengo que ahorrar, no me puedo dar el lujo de gastar, tengo vestidos en casa.
Entro a la ciudad, pero en vez de dirigirme a casa de Simone, me dirijo al centro. A esta hora todo está abierto.
—¿A dónde vamos? Pensé que me llevarías a casa.
—Vamos a visitar algunas tiendas, no tengo traje aún.
—De acuerdo, pero ¿podemos comer algo antes tengo hambre?
—Lo siento, no te pregunte si tenías hambre, ya es la hora de la comida.
—No pasa nada, me acaba de dar hambre.
—¿Se te antoja algo en especial?
—Aquí a la vuelta venden las mejores pizzas.
—No es tan saludable, pero he visto que te alimentas bien a sí que iremos por unas pizzas.
—Gracias, Agoney
—No me agradezcas.
El celular de Simone empieza a sonar, ella lo saca de su bolsa y contesta.
—Hola, señora Elisa, ¿cómo está?
Es la madre de Oliver, la que está llamándola.
—Sí, señora Elisa, iré por la noche, muchas gracias.
Cuelga la llamada sin decir nada más, y por su semblante se ha puesto triste.
—¿Quieren verte?
—Sí, independientemente de si su hijo se quiere o no hacer cargo de mi bebe, ellos sí quieren estar presentes en el embarazo y en la vida del bebe cuando nazca.
—Me alegra por ellos, y por ti. Tu bebe será muy amado.
—Eso espero en verdad.
—Vamos a comer pizza.
El establecimiento está muy lleno, es la hora exacta de la comida.
—Es mejor que pidamos para llevar, podemos ir a otro lugar a comer, aquí no hay lugar disponible.
—Sí, además el olor está fuerte.
—Ten, vuelve al coche, pediré yo. ¿De qué la quieres?
—Pepperoni y jamón.
—Ve entonces.
La veo irse, y yo me quedo hacer fila, para pedir la pizza. Entro a mis redes sociales para distraerme, tengo varios mensajes de chicas con las que he salido y con las he estado hablando para quedar. Samantha quiere cenar en estos días. Carlota quiere ir directamente al hotel. Gema está esperando que
Le responda si quiero ir a París con ella. Pudiera contestarles a todas, pero no lo hago, no se me apetece ver a ninguna.
—Buenas tardes, ¿qué va a pedir, señor?
—Me da una de pepperoni y jamón y dos refrescos de cualquier sabor.
—¿Es para llevar o comer aquí?
—Para llevar, por favor.
—Son doscientos cincuenta.
—Pago con tarjeta.
—En un momento se lo entregó, puede pasar al lado, por favor.
—Muchas gracias, señorita.
—De nada, guapo —susurra.
Estoy acostumbrado a esos tipos de comentarios, los hacen seguido a donde sea que vaya.
Llamo a Flavio, no sé a qué hora iremos a la ceremonia con exactitud.
—Dime Ago.
—¿A qué hora es la ceremonia?
—A las tres y durará hasta el amanecer, duerme bien esta noche.
—Lo haré.
—Aquí tiene su orden, señor —me dice una chica.
—¿Dónde estás?
—Muchas gracias— digo, tomo la pizza y los refrescos.
—Estoy comprando pizza.
—¿Pizza? A ti no te gusta la pizza.
—A Simone se le antojó.
—¿Estás con Simone?
—Sí, y no te hagas historias, te lo advierto.
—No estoy diciendo nada, solo te pregunté si estás con ella.
—Hemos venido a ver mi traje y la llevaré a comprar un vestido.
—¿Le comprarás un vestido?
—Para la fiesta, está ahorrando para el nacimiento del bebe.
—Está bien que le compres el vestido, mantener bebes no es nada barato, dímelo a mí que fueron tres.
—Te voy a colgar, no puedo con todo y el cuello ya me duele.
—Llámame mañana para irnos todos juntos. Madison y todas las chicas se cambiarán en casa de Madison, irán maquillistas y peinadoras, y seguro, Simone está incluida.
—De acuerdo, te llamo.
Dejo en una mesa recién desocupada los refrescos, meto el celular en mi bolsa, vuelvo a tomar los refrescos. Por suerte, alguien que va entrando me abre la puerta. Me dirijo al auto, pero antes de llegar me doy cuenta de que Simone está hablando con una persona, o más bien gritándole a una persona. Camino más rápido, pero no alcanzo a llegar cuando la chica se le va encima. Simone intenta defenderse, pero también intenta proteger a su bebe.
—¡Ey! —gritó
—¡Eres una maldita zorra!
Suelto la pizza y los refrescos, tomo a la mujer por la cintura y la separo de Simone.
—Déjame idiota, y tu maldita zorra aléjate de Oliver.
—Sube al auto, Simone. Y tú aléjate, no vuelvas a acercarte a ella.
—¡Suéltame estúpido! ¿Tú quién eres? Seguro es el padre de ese mocoso que quiere encajetar a mi novio.
Claro, es la novia de Oliver, no la conozco bien, la he visto como dos veces y solo de lejos.
—Por favor, vete.
Me subo al coche, y ella sigue golpeando el vidrio como loca.
—Vámonos, por favor, Agoney—me pide llorando.
—Te llevaré a una clínica para que te revisen.
—Estoy bien, Agoney. Solo llévame a casa.
—Ni hablar, te llevaré al doctor.
Arrancó el coche dejando atrás a la loca novia de Oliver.
Busco en mi celular un centro de ginecología que pueda revisarla, sé que no la golpeo, solo la cara y tiene aruñazos en los brazos.
—Tranquila, Simone — está llorando mucho.
—A dos cuadras está un consultorio, veamos si pueden revisarte.
Entro al estacionamiento, espero que tenga cupo. Bajo del coche, abro la puerta para ella.
—Toma mi mano, te ayudaré, aquí nos pueden dar algo para limpiarte las heridas.