Agoney
Estoy con Flavio esperando a las chicas. Los niños no irán ya que solo estaremos adultos.
Gael está aquí cambiándose también; Santiago está en casa de Flavio; él será el que le toque esperar al novio. Santiago y Gael son los amigos que nos trajo Madison. Cuando desapareció hace años, por culpa de Kate, Santiago la ayudó; Orestes Jr. nació en Los Ángeles. Orestes le debe eso a Santiago; cuidó a Madi cuando él no podía hacerlo.
—Flavio, ¿qué vas a dar de comer? —Tengo hambre —le pregunto a mi amigo.
—Gael quiso pechuga de pollo con crema de mostaza con ensalada.
—Se escucha delicioso.
—Santiago quería tacos de carne asada.
—Eso también suena delicioso.
Madison es la primera en bajar, con un vestido largo color rosa pala; ella es la testigo de Santiago, ella es la más feliz de este enlace.
—¿Dónde está mi chica? —Flavio le pregunta por Amaia.
—Sus chicas ya vienen; por cierto, Agoney, el vestido le quedó perfecto y tú combinas muy bien. Solo tengo una pregunta: ¿hay algo entre ustedes?
—No hay nada más que compañerismo —digo.
—Vamos, Agoney, te conozco, tú no eres así, al menos no con las mujeres con las que te has llevado a la cama. —Orestes llega junto a mí. Para atacarme.
—No hagan drama donde no lo hay, Simone está embarazada y solo estoy siendo amable con ella —musitó.
Sí, es muy hermosa y me puede atraer un poco, pero ella está en un proceso difícil y a mí no me cuesta nada ser amable con ella; mi madre y mi abuela me educaron así.
—Te gusta Agoney, acéptalo, y que esté embarazada no es relevante; ella está soltera y tú también, y en mi opinión ya deberías pensar en casarte. ¿Cuántos años tienes? Treinta y tres.
—Suenas a mi abuela, Madison —me burlo.
—Estoy listo, señores. —Gael baja las escaleras.
—Míralo, qué elegante —musita Madison, emocionada.
—Es hora de irnos. —Orestes se acomoda la corbata.
Miro hacia las escaleras. Amaia es la primera en bajar; atrás de ella viene Simone. Madi tiene razón, el vestido le queda muy bien. Tenía la duda de si era el correcto; no tuve tiempo para ver varias opciones y solo fui a una sola tienda.
—Hola —me saluda.
—Te miras muy bien con el vestido.
—No debiste molestarte, Agoney, pero te lo agradezco, me gustó mucho.
—Me alegro que te gustara.
—Tú también te ves muy bien.
—Hice lo que pude con el tiempo que tuve.
—Tu hermana me ha llamado.
—¿Mi hermana?
—Si, el próximo mes es la primera comunión de tu sobrina y me a invitado —me dice.
No tenía idea que mi hermana la invitaría, solo se vieron in par de días, ni sabía que se habían intercambiado sus números.
—Si hará su primera comunión, ya le dijo a su madre que quiere fiesta de quince años, y su mama la mando a catecismo.
—A nosotras nos hicieron que la hiciéramos a los diez años. En la casa hogar no teníamos opción.
—Yo tampoco tuve opción, mi abuela nos llevaba todos los sábados.
Algo que me pasa con Simone es que podemos hablar de todo y no tengo ganas de irme, y es raro por que regularmente solo me las llevo a la cama y no me quedo para escucharlas. Con ella es al revés la escucho y platico con ella sin llevarla a la cama.
—Es hora de irnos, Gael ve con Madison yo me iré con Fla y Amaia —musita Orestes.
—¿Te vienes conmigo? —le pregunto.
—Sí está bien. Solo podemos pasar a la farmacia antes.
—¿Te sientes mal?
—No, pero se me terminaron unas vitaminas y quiero comprarlas; me toca a las diez y no quiero que se me pase.
—Perfecto, llegamos de paso.
Subimos a mi coche, pongo la radio. Simone empieza a tararear la canción que está en la radio.
—¿Qué vitaminas necesitas? —le preguntó.
—Yo me bajo.
—De ninguna manera, lo haré yo.
Me entrega la receta donde viene escrito el nombre de la vitamina.
Bajo del coche, entro a la farmacia. Busco entre los estantes las vitaminas y para mi buena suerte las encuentro rápido. Veo algunos estantes por si necesito algo, veo los condones; hace mucho que no compro, he tenido tanto trabajo que mi vida social pasó a segundo plano, y con las idas y venidas a Los Ángeles se me dificulta más.
Voy a la caja, pago con mi tarjeta; aunque Simone me dio el dinero para comprarlas, no dejaré que ella pague mientras yo pueda hacerlo.
—¿Necesita algo, señor?
—No, muchas gracias.
—Puede llevar esta crema para las estrías; a su esposa le encantará.
¿Esposa?
—Es muy buena y su aroma es muy rico.
Claro, llevo vitaminas prenatales; se puede imaginar que yo soy el padre.
—Está bien, me la llevo.
—Verá cómo su esposa se lo agradece.
Salgo de la farmacia; Simone está afuera vomitando. Camino más rápido para llegar junto a ella.
—¿Estás bien? ¿Te sientes mal?
—No, solo me dio náuseas de repente y vomité.
—Ven, siéntate acá. —La llevo a una jardinera cercana a la farmacia.
—Ya se me está pasando, no me acostumbro aún que estoy embarazada; digo que es lo mejor que me ha pasado.
—Es lo normal; a mi hermana, en su último embarazo, se la pasó en la cama. Aunque creo que con dos hijos ya fingía malestar para tener tiempo para ella. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.
—Bueno, recuérdame hacer lo mismo si es que vuelvo a embarazarme, que lo dudo.
—Así dicen todas hasta que se les olvida su primer embarazo y, ¡zas llega el segundo.
—Yo creo que me gustaría adoptar antes de volver a embarazarme, pero antes tengo que tener estabilidad económica.
—Tu jefe te pagará bien para que puedas hacerlo.
—Gracias, Agoney, en verdad gracias por todo lo que has hecho por mí desde que empecé a trabajar contigo. Tenía miedo de no hacerlo bien, pero tú lo haces parecer fácil.
—¿Te sientes mejor? Si quieres, no vamos a la boda, si es que quieres descansar.
—No, nos arreglamos hoy como para faltar; además, son tus amigos.