Seed

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   Sus cabellos negros flotaban en el aire de una forma chistosa, parecían tentáculos con mente propia que intentaban nadar y separarse de la niña de ojos azules que los tenía cautivos en su cabeza, utilizándolos como cabellera. Desde que ella tiene memoria le ha encantado estar en lugares altos donde pueda ver a todo y todos como hormigas insignificantes, sentirse como una gigante que podría destruir lo que se le pusiera en frente y nadie pudiera hacer nada al respecto.

Ese gusto es acompañado por un insano deseo que es tocar la parte alta del domo que cubre el Edificio E —que en realidad es el único domo que conoce —. Sin embargo el manzano por el que trepa al muro no es lo suficientemente grande como para alcanzar a tocar algo de ese claro domo y su altura de niña de 6 años no ayuda en nada.

Tenía en su mano un muy pequeño libro que le había dado la Ama Prix, ese era uno de los muy pocos libros impresos que quedaban. Prix sólo contaba con dos, un número alarmante ya que antes solían haber cientos de estos, aunque es comprensible que queden pocos. Durante un tiempo de austeridad fueron quemados y destrozados, poco importaba su contenido por ese entonces. Ahora todos los libros que había eran virtuales.

Un pequeño fragmento de “El guardián entre el centeno”quedó muy presente en su mente:

«Me alegro de que inventaran la bomba atómica: así si necesitan voluntarios para ponerse debajo cuando la lancen, puedo presentarme el primero»

La joven estaba segura de que si ése hombre existiera, hubiera sido muy feliz cuando comenzó la guerra hace un par de siglos. Aunque después de todo, sólo eran pensamientos infantiles.

Un carraspeo llamó su atención, bajó la mirada, no se sorprendió al ver los bellos ojos avellanas de su Cuidador.

  —¿Amo Daniel que hace aquí? —inquirió forzando una sonrisa que bien pudo pasar por una sincera.

Era más que obvio que él había estado ayudando a los Científicos pues traía puesta la bata blanca sobre su conjunto marino. Daniel es inteligente y mucho, él pudo haber sido un Amo o Científico pero por un error —que nadie ha querido contarle —la Madre Eliza lo rebajo a Cuidador.

  —¿Cuántas veces te he dicho que no me llames Amo? —cuestionó él mirándola de forma severa a través de sus gafas. Daniel Detestaba que lo llamará Amo, él no era un Amo, era un simple Cuidador al que las “supuestas”mentes más brillantes de la nación acudían cuando no sabían cómo avanzar en un experimento y nada más.

  —Muchas Am- Cuidador Daniel —se corrigió nerviosa. No quería que él se molestara con ella.

  —¿Y cuantas veces te he dicho que no subas ahí?

  —Muchas.

La pequeña dio una respiración profunda y bajo ayudada del manzano. Cuando estuvo frente a Daniel, como de costumbre, inclinó la cabeza en muestra de respeto, y la mantuvo gacha esperando el regaño.

  —¿Cuándo vas a obedecer?

En la cara de la menor se formaba un puchero del que él se dio cuenta sintiéndose culpable de inmediato, suspiró agachándose para estar a su altura, entonces le tendió un chocolate que traía en la bata —lo había comprado en su día libre, dentro del Edificio no había ninguno —, ella no tardó en tomarlo.

  —Katherine,  ya no subas y recibirás más de estos ¿Te parece?

Katherine muy a su pesar aceptó la oferta, amaba los chocolates pero no se comparaban con su gusto por las alturas. Daniel le sonrió intentando animarla un poco.

Una insistente y tormentosa alarma sonó interrumpiendolos. Eso significaba que estaban bajo ataque.

La mirada de Katherine viajó al domo que se aclaraba de tal manera que se podía ver el cielo estrellado y los aerodeslizadores listos para soltar sus bombas. El cambio del domo era un camuflaje, para evitar ataques en partes importantes de la nación, ¿Qué era más importante que el Edificio E?

Según lo que la Ama Prix y el Amo James le han dicho; Entraron en una guerra hace unos 14 años, con personas que presumen de ser los dueños legítimos de la nación, y que desde entonces nos han atacado, pero no han logrado dañar ni un poco el domo.

Un estallido provocó que todo se sacudiera, Katherine pudo escuchar a una chica gritar, de seguro era una de las aspirantes que entraron el agosto pasado.

Todo terminaría pronto, siempre terminaba rápido, sólo se debía esperar. Otro estallido, y con este otro grito de la misma chica. Sin embargo, con ese retumbar aparecieron sonoros disparos. Pero no estaban afuera, Katherine y Daniel no tardaron en darse cuenta de que había traidores entre los soldados que deberían defenderlos.

La mirada de Daniel se llenó de terror.

  —Corre —dijo y salió apresurado al laboratorio, atravesando el laberinto de rosas.

La joven no entendía muy bien lo que sucedía aun así acató la orden de su Cuidador. Cruzó el laberinto y echó a correr con destino a la salida por entre los soldados y los traidores que luchaban en el gran jardín por la repentina invasión.

En su camino un hombre la interceptó tirándola al suelo. Él le echó las manos al cuello con algo de presión. Katherine pudo distinguir en el cinturón del traidor el brillo de una bonita pistola.

El hombre ajustó su agarre cuando alejo una de sus manos del delicado cuello de la pequeña para tomar el comunicador en su oreja e informar:

  —La tengo.

Katherine no escuchó la respuesta de la persona al otro lado de la línea.

Ella le escupió en la cara, en cuanto se movió un poco le dio una patada en las bolas, el rostro del desconocido se contrajo en una mueca de dolor, Katherine sacó el arma del cinturón y se puso de pie después de alejar al sujeto de ella, disparó cubriendo el césped de rojo y pedazos de materia gris.

Se decidió a continuar su camino mas la puerta que se encontraba a menos de 3 metros de distancia, estaba rodeada de traidores, así que su única opción fue regresar por donde venía.



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En el texto hay: ciencia ficcion, romance, accion

Editado: 22.03.2019

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