-Landon, ya está el desayuno. Apúrate.
Los gritos de mi madre no paraban, desde hace unos minutos que terminó de hacerlo y yo apenas y me estoy alistando. Camino a mi baño para lavarme la cara, nuevamente he estado llorando por las noches y no quiero que mi madre vea mis ojos rojos.
Al llegar al comedor me encuentro con mi madre agarrando su bolso para salir a trabajar. Al menos ya la puedo ver siquiera unos minutos, eso es suficiente para mí
-Madre, ¿Podría hablar un momento contigo?
-Lo siento mi niña. Sabes que tengo trabajo.
Sabía que no tendría buenas palabras, así que no me duele. Trabajo, es en lo único que piensa, ¿No puede descansar un rato? También la necesito y mucho. Eso de estar sola casi no es lo mío.
-Sabes que también puedo trabajar, quiero ayudarte con los gastos.
Tenía esperanza de que dijera que sí y bajarle a su ritmo de jornada, pero no, mi madre es más necia que una mula, desgraciadamente ya no se puede hacer nada.
-Ni se te ocurra. Estás en la universidad, Landon, es en lo único que quiero para ti y que no tengas ninguna distracción. Además, es en lo único que debes de pensar y enfocar.
-Pero quiero que descanses. Te necesito, mamá.
Mi cara ya a empezado a cambiar, las lágrimas amenazaban con salir nuevamente. Mi madre quiere mi bien, yo lo sé perfectamente, pero también la necesito, necesito un abrazo suyo mientras que ella me diga “todo estará bien, estoy contigo e iremos a terapia “.
--Lo siento. Sabes que tu padre no nos da los fondos suficientes para una buena vida y por eso yo tengo que poner todo de mí.
En eso tiene razón, mi papá ya no es el mismo conmigo desde que se marchó con Martha, su nueva esposa, y con mi hermano Ian. Mayormente se la pasa con él que conmigo y eso me entristece, ya no somos el rey y la princesa que yo imaginaba cuando estaba niña. Ya no somos aquella familia feliz a la que siempre envidiaban.
-Puedo pedirle más dinero, pero por favor escúchame. Tienes que descansar.
Mi madre me da una mirada triste, ella no se alejará del hospital para darme una buena vida. Se acerca a mí y me planta un beso en la frente, mi mirada está enfocada en cada una de sus acciones, se marcha y escucho que arranca su camioneta. Bueno, al menos intenté hablar con ella y no morí en el intento. Mientras desayuno pienso en aquellos tiempos en donde almorzábamos los tres, las lágrimas me salan mis labios.
-Ahí viene el dragón. Abre la boca para que se vaya lejos del castillo. -papá trata de hacerme comer, por mi parte no paro de reír ante sus locuras.
-Pero se sentirá solito.
-No te preocupes, él estará en el bosque junto a sus amigos. Has que vaya con ellos porque los extraña.
Eso logra para que coma un poco. Mamá está viéndonos con una gran sonrisa. Estos momentos son los que más valoro, mis papás están conmigo antes de que yo vaya al colegio y ellos a sus trabajos. Papá acaba de pintar una nueva obra y tendrá una gira de prensa mientras explica la pintura; esta vez me pintó con una gran sonrisa, atrás de mi está nuestro castillo y un dragón de colores como el que imaginé la última vez. A esta obra le llamó “la princesa sonriente”, en eso le ayudé.
-Mi niña- la voz de mi madre hace que volteé a verla- después de la escuela, ¿Qué te parece ir por un helado y después al parque?
- ¡Si! ¡También quiero una paleta de caramelo!
Paleta, paleta. Malditas paletas.
Salgo de mi transe ante esa palabra. No es que tenga en contra de esas cosas, pero ante lo que pasó hace años hizo que yo las odiara y jamás las coma. A veces las cosas que más amamos las empezamos a odiar por las personas crueles.
Una notificación de WhatsApp hace que salga de esos pensamientos, Ramiro ha venido por mi para ir a la universidad, es lo bueno de tener un amigo de infancia que haya ido contigo en las mismas escuelas.
Ramiro
Saltamontes, ya estoy afuera de tu casa. Sal rápido para que tu profesor no te vaya a sacar de clase como lo prometió.
Es cierto, el profesor de literatura me dijo que, si a la próxima no llegaba a tiempo, adiós, ya no volvería a entrar a su clase en lo que queda del semestre y no queremos eso. Lo que menos quiero es defraudar a mamá, lo sé, tengo corazón de pollo.
Es muy generoso lo que hace Ramiro por mi. Pasar a casa para que llegue bien a la escuela y a parte comprarme un café, eso no lo hace cualquiera.
Él vivía a tres horas de la universidad, pero con sus ahorros y los míos pudimos comprar un departamento con tres recámaras, un baño completo, sala, comedor, cocina y un balcón para admirar la cuidad. Eso sí, dijo que si yo también pagaba era para que me quedara o dejara cosas ahí. Es muy bueno, también me iré a vivir con él, solo tengo que conseguir trabajo- aunque mamá no quiera- y le daré dinero para que, al menos, descanse un poco.
Hacemos una hora de camino a la universidad, pero con eso de que a veces vamos jugando o por el tráfico llegamos un poquito tarde, por eso hemos salido más temprano de lo normal.
-Ven, pequeña Landon, sino el profesor te meterá una santa regañiza.- al meterme al auto me ofrece un café- Ten, para que no duermas en horario escolar – lo tomo y no dudo en darle un buen sorbo.
Estos momentos con mi mejor amigo son los que más aprecio y espero con ansias a que llegue. Casi siempre estoy en casa sola, sin un perro que me ladre- literal – pero cuando llego con él es cuando me siento amada. No me malinterpreten, pero es la verdad, no tengo amigos por lo mismo de las burlas y mis padres están más alejados.
-Mmm- digo al finalizar mi café – este sí está bueno, no como los de tu prima. Siento decirlo, pero es la verdad.
-No te juzgo, pero eso de querer ayudar para que gane dinero nos costó el dolor de estómago.