-Enserio, ¿Cómo que no has tenido novia?
-Landon no ha querido.
Todos voltean a verme con cara para nada buena. Las chicas sostienen sonrisas burlonas, los chicos solo voltean los ojos.
-Ya te dije, eres como un hermano para mí.
Los demás vuelven a su posición anterior: chicas recargadas entre sus hombros escuchando a mi amigo, los chicos recargados en el respaldo del sillón con los brazos cruzados y sonrisas. Tal parece que soy como el árbol de las obras de teatro.
Las horas pasan y pasan, los chicos siguen platicando sobre el juego de hoy.
Asher
-Papá, ya te dije, está bien que me guste la gastronomía y la cafetería, pero no quiero hacerme cargo de ella. Te lo ruego.
Mi padre está serio desde que le dije que me iba a dedicar a la gastronomía y no a mantener su cafetería “la bamba “. No es que no me guste el ambiente, sino que tengo mis propios planes y metas, no quiero seguir sus pasos.
Mamá es la que me apoya un poco, hace lo imposible para que mi padre pueda cambiar de opinión. Solo que hay un pequeño problema, él es anticuado, a sus cuarenta y ocho años ya quiere retirarse para poder descansar. Dice que, cuando se cumple esa edad, cada padre de la familia tenía que entregar la cafetería a su próximo heredero, sino se tiene hijos, seguirá siendo la cafetería de esa persona hasta que muera.
Hay muchas cosas que siguen sin gustarme de mi familia, pero qué podemos hacer, así son las cosas. No quisiera tener un problema grande con mi papá solo por una maldita cafetería de cien años.
-No te estoy preguntando, ya está hecho: te vas a hacer cargo quieras o no. -se levanta bruscamente de su asiento y me saca de su oficina a jalones.
Al salir me encuentro a Isaac, sonrió de lado y éste se hace el que se está viendo las uñas.
-Ya sé que estabas escuchando, no te hagas.
-Oh, ¿me hablas a mí? -se señala y mira a ambos lados.
-Ya, no te hagas el menso porque no te queda- dije girando los ojos, un poco divertido por la situación.
Los comensales a esta hora vienen y van, es la hora pico y todos necesitan un café con pan para alegrarse la tarde. Una bola de chicos llega al lugar, percibo que son estudiantes y supongo que son de universidad. Una chica de poca estatura, cabello rubio con toques de café y ojos bonitos viene a un lado de ellos, un poco tímida a mi parecer.
-Buenas noches, bienvenidos a “La bamba”, ¿Qué desean ordenar? - los chicos empiezan a ordenar mientras que anoto en la computadora. Issac está en el teléfono mientras que Marina y yo vemos cómo hacemos los pedidos.
-Isaac, deja ese teléfono- digo mientras que se lo arrebato- estas en horas laborales. Ayúdanos a atender.
- ¡Oye! El que seas hijo del dueño no quiere decir que me quites a mi precioso.
-Asher tiene razón, nos estamos partiendo el lomo para que tú estes como el rey de Roma. Si no nos ayudas te quedas sin tu salario.
A regañadientes se pone a atender. A veces es un poco flojo o simplemente se pone a platicar con su novio. Como odio sus cursilerías, que si mi osito, mi niño, mi príncipe, blah, blah, blah.
Los clientes empiezan a disminuir, eso es bueno para nosotros. Podemos descansar mientras platicamos de nuestros problemas.
-Mi padre sigue insistiendo en que sea el dueño de la cafetería, ¿pueden creerlo? Está bien que esté estudiando gastronomía, pero no es para que yo me haga cargo de este cuchitril, lo amo, pero no es lo mío.
- Tu padre talvez quiere lo mejor para ti, pero también te hace daño porque ya van varias veces que le dices que no- habla mi amiga Marina- ¿tu mamá ya habló con él?
-Ya se lo ha dicho, pero ese señor es más terco que una mula- doy un suspiro para después darle un sorbo a mi café.
-Yo conozco a alguien que se parece a él- los dos volteamos a ver a Isaac y esperamos a su respuesta-, obviamente estoy hablando de ti.
Carcajeo y le doy un zape, a veces cuando toma café se pone a delirar.
-Ya quisieras. En fin, ¿a ustedes cómo les va con sus problemas?
-Mis papás quieren que regrese a mi pueblo, de igual manera les digo que estoy bien aquí con mis torpes amigos-Isaac y yo nos hacemos los ofendidos y reímos- pero aun así no me hacen caso. Soy su única hija, lo sé, pero yo también tengo que hacer mi propia vida. Amenazaron con quitarme de la herencia, pero ¿saben qué? No me importa, que se queden con ella.
- ¡Así se habla! Siento que el dinero no es lo mejor del mundo, aunque- pone su mano en la barbilla y piensa- no nos haría mal, ¿Te imaginas en Cancún, Italia o Inglaterra? - ríe para después ponerse serio, a veces si es raro- no importa. Si tú te sientes cómoda con nosotros no debe de importar nada más. El que no quieras regresar a tu pueblo no quiere decir que no los quieres.
-¡Wow, hasta que dices algo bien! Isaac tiene razón. Nosotros aquí te estamos ayudando en lo que podemos. Tienes techo, trabajo, comida, escuela y todo lo que nos dijiste que deseabas tener. En esta ciudad tienes muchas oportunidades y deseaste vivir aquí desde muy pequeña.
-Ellos más que nadie lo sabía. Me extrañan, los extraño, y aunque nos vemos de vez en cuando no me entienden, quieren tenerme ahí para ellos todo el tiempo. Díganme, si estuviera con ellos y jamás hubiera hecho lo que más amo, ¿valdría la pena? Me quedaría sola, con herencia, pero si se acaba, ¿qué hago? No puedo estar sin hacer nada.
Ella resiste en llorar, pero en cuanto la abrazamos se escuchan sollozos. Estuvimos así unos minutos, nuestras palabras de apoyo la van calmando un poco.
-Llora todo lo que quieras, estaremos para ti.
-Desahógate, no te juzgaremos.
-Gracias chicos, no sé qué haría sin ustedes. Son como unos ángeles que vinieron a darme a luz. Los amo.
-Y nosotros a ti, Mina- decimos al unísono.