Seguir en Pie

Introducción- adelanto

Era una noche más en la que vagaba de sitio en sitio. De vez en cuando podía permitirme visitar un pequeño bar que no cobraba más que unas pocas monedas por un café, mis ahorros se agotaban demasiado rápido. Había perdido mi cuarto de alquiler por no poder pagar la renta. Estaba acabado, pero es lo que debe esperarse un hombre como yo, un humilde pintor con demasiados sueños y poco talento. Se fue mi juventud cuando abrí los ojos, un día supe que por esos pensamientos flagelantes no debía tener más sueños. Existe gente que no debe permitirse soñar, pues hace falta valentía para defender los sueños, soy esa clase de personas que es guiada por el miedo. Un estupendo cobarde, pero la miseria no puede dejar de ser una consecuencia inherente a los miedos. Si eres un miedoso, la verdad es que también serás un miserable, los miserables también son contradictorios, en ellos se conserva con suerte el valor. Una especie distinta de valor, la valentía siempre es necesaria para soportar los tormentos de los deseos contenidos. Esos deseos están cautivos en el interior de los más miserables, pues no se olvidan, persisten en la conciencia y atraen la culpa de la inacción. Actuar también es huir, es escapar de aquella culpa desgarradora. Los cobardes son los valientes que se enfrentan a la miseria interior. Soy uno de esos miserables, experimente la acción por un tiempo corto y tuve miedo al éxito, no creí poder resistirlo. Y en su lugar, debí enfrentarme a la idea de fracaso constante, auto-boicot es una bonita palabra, como una caricia a mis oídos, la escuché por mucho tiempo dentro de mí.

Cuando conocí a la familia Lafitte Morrué ellos depositaron su confianza en mí como nadie lo había hecho antes, jamás existió gente más noble, me sentí de inmediato en deuda con ellos. Me sentaron junto al fuego de la bonita estufa en la sala, Y Ahí mismo pusieron a secar mi abrigo, porque afuera estaba lloviendo a cantaros, y al llegar a la entrada me encontraba completamente empapado. Pensé que me considerarían un mendigo, pero jamás fueron desatentos conmigo. Eran personas realmente agradables, insistieron en que aceptara beber una taza de chocolate caliente, para poder restablecer mi temperatura corporal. Y solo cuando estuvieron seguros de que me encontraba a gusto, se permitieron hacer las preguntas pertinentes, la señora Caroline comenzó por preguntarme mi nombre y presentarse ella misma y a la vez a toda su familia, la cual debo decir, no era demasiado grande. Solo tenía la compañía de su esposo, el señor Emilio, y a su pequeña y hermosa hija Amalia, la cual jugaba silenciosamente con su muñeca de trapo en la alfombra frente a nosotros, me quede perdidamente encantado con la belleza de esa niña, me parecía irreal. Tal vez me conmovía porque nunca tuve oportunidad de cuidar de mis propios hijos, no lo sé con exactitud pero cuando conocí a Amalia supe que quería cuidar de ella.

Me presente y la señora Caroline se quedó atónita cuando dije mi nombre, supuse de inmediato que sería un nombre extraño para ella, pero pronto explico su asombro. Me comentó que conocía mi nombre porque era su pintor favorito, y poseía cientos de cuadros míos en una habitación bajo llave, tenía intención de colgarlos por toda la residencia pero como hace poco se habían mudado, no contó con tiempo suficiente para poder hacerlo. Se mostró muy emocionada con mi presencia allí y por primera vez tuve una sensación extraña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.