Abrió los ojos una vez que sintió que toda su barra de vida y hambre estaban llenas. Lo primero que vió fue un techo cóncavo color amarillo, pero era un amarillo más de tonalidad beige, llevó una mano a sus ojos tratando de recordar en dónde estaba, se sentó en la banca y miró a su alrededor algo confundida. En el fondo esperaba que todo lo que había pasado antes de dormir hubiese sido una mentira, un sueño, pero no lo era y se descorazonó un poco al darse cuenta que seguía dentro del juego. Respiró profundamente y liberó todo el aire de golpe. Ámbar se levantó por fin y salió de la capilla, no había nada más por lo cual mantenerse en el interior y ya que seguramente había estado 8 horas dentro de aquella zona no debía continuar perdiendo más de su tiempo.
Se sorprendió cuando al salir se percató con la oscuridad de la noche, no tenía idea de la hora, pero supondría que estaba cerca de la media noche, quizá más tarde o quizá más temprano. No había forma de saberlo. Las calles que recorrían el pueblo estaban alumbradas gracias a una luz posicionada frágilmente sobre una especie de palo delgado que se extendía arriba de las puertas de cada casa. La luz era tenue, pero iluminaba lo suficiente para poder ver hacia dónde se dirigía.
Llegó nuevamente al final del pueblo, en el camino que iba hacia el Sur en dirección al Bosque. Todo estaba oscuro y no debía ser un genio para saber que allá afuera, entrando a zonas no seguras no habría ninguna luz que iluminara su camino; tragó saliva indecisa si debía continuar o esperar a que amaneciera. Sacudió su cabeza tratando de no pensarlo demasiado; ya había perdido mucho tiempo como para darse el lujo de esperar a que el sol saliera nuevamente, además tampoco tenía nada en qué ocupar su tiempo, el Pueblo Origen no era más que un pueblo desierto donde solo había dos estructuras con las cuales interaccionar.
—Ahora soy nivel tres y tengo cinco dagas, estaré bien —se dijo para sí misma tratando de encontrar valor en aquellas palabras, pero no funcionó de la manera que esperaba.
Desenfundó su daga incluso antes de salir del Pueblo, prepararse antes de entrar al peligro la hizo sentir un poco más segura. Avanzó y el mismo paisaje que la primera vez se expandió frente a ella, con la única diferencia de que ahora todo estaba oscuro. Se sorprendió al darse cuenta que a pesar de la noche, una tenue luz iluminaba sus alrededores, no lo suficiente como para distinguir los diferentes coloridos tonos, pero si para que pudiese distinguir el camino; el pasto a los lados, las rocas, arbustos y unos cuantos árboles a la distancia; todo a una escala de grises. No entendió a qué se debía, al principio imaginó que podría deberse a una especie de habilidad que les habían instaurado en el juego y con lo cual tendría una luz nocturna impuesta en sus ojos, pero no era así. Levantó su cabeza, dirigiendo su rostro y ojos hacia el cielo y se maravilló al observar el hermoso cielo nocturno que se extendía sobre ella y hacia el horizonte por todas direcciones. La luna era la responsable de que pudiese ver, aquel astro era más grande que el del mundo real, no era experta en astronomía, pero siempre le encantaba todo lo relacionado al universo y el cielo. No era luna llena, de eso estaba segura, el astro tenía una forma extraña, como si solo fuese la mitad de esta y la otra parte fuese mucho más convexa terminando en una especie de pico y a pesar de no estar completa, iluminaba su camino nocturno. Ahora se sentía más segura con la luz lunar guiando su paso. Una vez terminó de admirarla, observó el resto del cielo, el cual estaba repleto de puntos parpadeantes cada uno destellando a su ritmo; tantas estrellas como en el mundo real y eso la tranquilizó. Ya no se sentía sola.
Continuó por el sendero. Esta vez estaba determinaba a llegar al bosque sin desviarse del camino; por lo que marcaba el mapa no estaba tan lejos del bosque aunque no tenía claro de exactamente cuánto tiempo le tomaría llegar ahí. El tiempo avanzó así como ella por el sendero, en poco tiempo las montañas que hasta hace unos minutos las veía tan lejanas ahora ya no lograba verlas; no porque estuviesen más lejos, sino que ya estaba justo en la entrada del bosque a las faldas de las montañas. Solo le había tomado aproximadamente una hora y media llegar hasta ahí, mató tres Rux que se le habían cruzado en camino, pero fuera de ello avanzó sin ningún retraso.
Observó hacia el interior del bosque. En este se levantaban enormes árboles cuyo tronco al menos tenía treinta centímetros de circunferencia cada uno, elevándose más de cinco metros de alto con sus copas juntándose entre cada uno de los árboles formando un solo techo de hojas y ramas, oscureciendo todo el interior. Aún no entraba, pero considerando eso y el hecho de que era de noche supo que por más luz que desprendía la luna no sería suficiente para poder ver dentro del bosque. Su corazón se aceleró de solo imaginar lo que abría en el interior. Llevó su vista nuevamente hacia el astro más brillante de la noche, mirándolo antes de entrar y despidiéndose interiormente; nuevamente estaría sola. Respiró profundo, y liberó el aire violentamente –como solía hacerlo cada vez que tenía que enfrentar algo desconocido-; miró con decisión el bosquejo y dio un paso hacia el frente internándose en el mismo fingiendo determinación, la suficiente como para que ella misma lo creyera.