La primera vez que fueron a verme tocar en un restaurante, fue para festejar su primer mes juntos.
Habías teñido tu cabello de castaño, y tengo que admitir que te veías mejor de lo que recordaba, aunque tampoco me pude fijar mucho.
Era una calurosa tarde de Junio, los chicos de la banda y yo ya no sabíamos qué hacer con la ropa.
Nos habíamos empezado a hacer de renombre, era la primera vez que un restaurante nos buscaba para tocar. Todos mis amigos de la universidad estaban ahí, y aún así habíamos atraído a más gente de la que pensábamos posible.
El calor humano de la muchedumbre, sumados a los reflectores amarillos y rojos que nos apuntaban directamente a las caras hicieron que Nicolás y yo nos quitáramos las camisetas más en un acto de desesperación que por atraer las miradas del público, pero de todas maneras posamos un poco para aprovechar la oportunidad.
Un par de chicas nos grabaron después del concierto, se nos acercaron tan pronto nos bajamos y empezaron la corta fila de gente que se nos querían acercar. Detrás de ellas estaba él, esperando para darme un gran abrazo.
—¡Son lo mejor! Nunca había visto a tanta gente en el restaurante.
—¡Yo nunca me había dado cuenta de lo mal posicionado que está ese escenario!
Edgar y yo reímos, te tomó por la cintura y avanzaron para salir.
Me dirigiste una breve mirada para felicitarme y yo levanté la mano a modo de despedida.
Cuando me giré, otra chica me pidió una foto, aprovechándose de que aún no me ponía la camiseta.