Segunda Oportunidad

CAPÍTULO 6

—No tienes idea del gusto que me da verte aquí —dijo Alonso y Erena le sonrió incómoda—. ¿Podemos comer juntos?

Erena suspiró, ahora que lo tenía enfrente recordaba un poco todo lo que había odiado de él en la preparatoria y, sobre todas las pequeñas molestias, definitivamente estaba el hecho de que a él le gustaba que las cosas caminaran al ritmo que él marcaba.

—Yo, creo que necesito un poco más de tiempo —respondió la joven—, además, siempre como con los niños y aún no les he hablado de ti.

—¡Eso es perfecto! —exclamó entusiasta el hombre—, podemos hablar con ellos de una vez.

Erena sintió que la tenía perdida, como siempre que hablaba con él, así que tan solo contuvo el aire y se resignó a que de nuevo él le ganara. Afortunadamente para ella llegó la ayuda de lo más inesperado.

—No sé con quién quieres hablar —dijo Roberto Martín, entrando a la conversación que parecía tener incómoda a su recepcionista—, pero te recuerdo que tenemos una reunión a la una y vamos a comer con ellos. Buenos días, Erena, disculpe a mi hijo, no esperaba que la molestara tan pronto la conociera.

—Nosotros nos conocíamos de antes —informó el joven—, fuimos compañeros de preparatoria, además....

Alonso debió detener lo que decía luego de recibir el toque amable y la mirada suplicante de la joven que justo en ese momento se arrepentía de no haberse ido cuando tuvo la oportunidad y cuya vida estaba ahora en manos de ese despreocupado e imprudente hombre.

» Van a enterarse tarde o temprano, así que ¿para qué ocultarlo ahora? —cuestionó Alonso provocando a Erena suspirar.

—¿De qué nos vamos a enterar? —preguntó Ángela, que se unía a los que en la recepción parecían platicar cómodamente.

—De que soy el padre de los hijos de Ere —anunció Alonso y la chica agachó la cabeza, con la cara ardiendo de pena, rezando al cielo porque justo en ese momento se la tragara la tierra.

Un silencio sepulcral envolvió a los presentes. Nadie supo qué decir pues, aunque muchas preguntas se agolparon en sus cabezas, la sorpresa de la noticia era tanta que los tenía en estado de shock.

» ¿Nadie va a decir nada? —cuestionó Alonso, divertido por la expresión de su padre, de su amiga de la infancia y de la propia Erena; y fue Erena quien habló.

—Te está esperando Pablo Márquez en tu oficina —anunció la joven con la mano en la frente, cubriendo parte de su rostro con ella.

—¿Ya llegó? Lo esperaba como a medio día —informó Alonso y, antes de irse, volvió los ojos a la joven y sonriendo le dijo que la veía después.

—Lamento que se enteraran de esta forma —se disculpó Erena bastante apenada—, él es tan...

—Imprudente, ¿cierto? —preguntó el señor Roberto y Erena asintió—. Hay una historia que contar, ¿verdad? —cuestionó el hombre y, al recibir otra respuesta afirmativa de la joven de la recepción del edificio de su firma, terminó solicitando que cenara con ellos.

—Conmigo tienes que comer —dijo Ángela y Erena asintió.

Le debía explicaciones a quien nunca creyó les debería eso, pero el mundo era un pañuelo, al parecer, y ella había corrido justo al borde que debió haber evitado.

—¿Qué fue todo eso? —cuestionó Tony, casi emocionado por todo lo recién ocurrido—. Tienes que contarme todo con lujo de detalles.

Erena cerró los ojos e hizo una pequeña rabieta, cosa que divirtió mucho a su compañero.

Afortunadamente para Erena fue una mañana de muchísimo trabajo, por lo que ni siquiera le pudo contar a Tony lo que quería saber pues, entre sus tantos deberes, salir a bancos y otras oficinas era la tarea que se comía sus mañanas y, así, la hora del desayuno llegó y, a sabiendas de que por los pasillos de ese lugar ya corrían chismes y rumores sobre ella, decidió almorzar afuera aprovechando que ya andaba ahí.

Cuando volvió, para el desayuno de Tony, respiró profundo sentada en la recepción, pero el aire se agolpó en sus pulmones cuando Alonso Martín apareció frente a ella, sonriendo de oreja a oreja como lo recordaba.

—Sigo cayéndote mal, ¿no es cierto? —preguntó Alonso, divertido por la expresión con la que la chica le veía—. Siempre que me veías ponías esa expresión de “Ahí viene ese fastidioso. No me hables. ¿Por qué me hablas?”, y es justo la cara que tienes ahora mismo.

—Pensaba que disimulaba bien lo mal que me caías, teniendo en cuenta que siempre seguiste acercándote para hacerme perder el tiempo.

—Seguí acercándome con la intensión de descubrir por qué te caía tan mal, pero eras bastante educada y me parecía tierno que intentaras con todas tus fuerzas pretender que no me odiabas.

—Yo no te odiaba, solo no te soportaba mucho... creo que aún no lo hago, y posiblemente no lo haré.

Una estridente carcajada retumbó en el estar del edificio, y Erena fulminó con la mirada a quien reía de desaforada manera.

—Es una pena, porque siempre me has encantado —informó el joven de la nada, sorprendiendo a una que decidió no dejarse mover el piso por ese hombre que, si antes no lo creía para ella, ahora sabía bien que no eran tal para cual.




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