Con el eco de las campanadas de medianoche reverberando en los pasillos, Clara, Lucas, Sara y Tomás se adentraron más en la mansión. La sensación de familiaridad se había desvanecido, reemplazada por un aura hostil y distorsionada. La estructura de la casa parecía haber cambiado, transformándose en un laberinto de corredores y habitaciones nuevas. Clara no podía sacudirse la impresión de que la mansión estaba moldeándose a medida que avanzaban, como si respondiera a sus emociones y temores.
La Separación Inesperada
Mientras avanzaban por un pasillo estrecho, una puerta en la pared izquierda se abrió de golpe. Sin previo aviso, una fuerza invisible atrajo a Sara hacia el interior de la habitación. Antes de que los demás pudieran reaccionar, la puerta se cerró de golpe, aislándola. La mansión parecía tener voluntad propia, separándolos para enfrentar sus miedos de manera individual.
—¡Sara! —gritó Tomás, corriendo hacia la puerta y tratando de abrirla, pero era inútil; la puerta no se movía.
Lucas, con el rostro pálido, observó a Clara. —Es como si quisiera… dividirnos.
Clara asintió, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. La mansión sabía que ella era la clave y estaba probando su determinación. Como Heredera, entendió que cada uno debía enfrentar sus pruebas individuales para que todos tuvieran una oportunidad de sobrevivir. Respiró hondo y dijo:
—No podemos dejar que la mansión nos controle. Sigan adelante, busquemos el centro de la casa, pero debemos estar listos para enfrentar lo que sea.
La Habitación de Sara: El Miedo a la Soledad
Dentro de la habitación, Sara estaba sola, rodeada de una oscuridad opresiva. Al principio, intentó mantener la calma, pero pronto empezó a escuchar susurros que parecían provenir de todas direcciones. Las voces se burlaban de sus miedos más profundos, recordándole los momentos en que había sentido que todos la abandonaban.
En la penumbra, las sombras tomaron forma: su madre, su mejor amiga de la infancia, incluso sus compañeros de trabajo, cada uno con una expresión de desaprobación, mirándola como si fuera insignificante.
—Siempre estás sola, Sara. Nadie estará contigo al final —dijo una de las sombras, acercándose con una sonrisa fría.
Sara intentó cubrir sus oídos, pero las voces penetraban su mente, alimentando su inseguridad. Sentía que se ahogaba en la soledad de sus propios pensamientos. Justo cuando estaba a punto de sucumbir al miedo, recordó a Clara y a sus amigos, y con una voz temblorosa pero firme, gritó:
—¡No estoy sola! ¡Ellos están conmigo!
Las sombras vacilaron y, con una explosión de luz, la habitación volvió a ser la misma. Sara cayó de rodillas, agotada pero más fuerte, comprendiendo que su verdadera fuerza residía en la conexión con los demás.
La Habitación de Lucas: El Enfrentamiento con su Reflejo
Mientras tanto, Lucas fue llevado a otra habitación. En el centro, encontró un gran espejo antiguo que reflejaba su figura. Sin embargo, algo estaba mal. Su reflejo parecía más oscuro, con una expresión siniestra que no coincidía con la suya.
El reflejo de Lucas habló con una voz grave y burlona. —¿Crees que eres mejor que esta mansión? ¿Crees que puedes salvar a alguien cuando ni siquiera puedes enfrentar la verdad sobre ti mismo?
El reflejo comenzó a enumerar todos sus errores y miedos, exponiendo las inseguridades que Lucas había intentado enterrar. Sentía que cada palabra era un golpe directo a su autoestima, desgarrando la fachada de seguridad que siempre había mostrado.
—Eres débil, Lucas. No puedes proteger a nadie —continuó el reflejo, riendo con desdén.
Lucas, temblando, apretó los puños y, en un momento de desesperación, enfrentó su propio reflejo con valentía.
—Tal vez… tal vez no soy perfecto. Pero no me detendré. Tengo que salvar a mis amigos, y no dejaré que tú —o cualquier sombra de esta mansión— me detenga.
El reflejo de Lucas se desvaneció en el espejo, dejando una luz cálida que lo llenó de calma. Sabía que aún quedaban dudas en su mente, pero el haber enfrentado sus propios demonios le había dado una nueva fortaleza.
Tomás y la Visión del Miedo
Tomás, atrapado en otra habitación, sintió una extraña corriente de aire frío que lo hacía recordar una experiencia de su infancia: el miedo a ahogarse. La habitación se transformó, y Tomás se encontró rodeado de agua, como si estuviera sumergido en una piscina infinita. El agua le llegaba al cuello, y sentía que cada vez subía más, quitándole el aire. Luchaba por respirar, pero el agua seguía presionándolo, atrapándolo en su propio terror.
De repente, una voz interior lo animó a dejar de luchar y a calmarse. Era un eco de las palabras de Clara antes de entrar a la mansión: “Los miedos solo nos vencen si nos dejamos llevar por ellos.” Tomás cerró los ojos y se centró en recuperar su respiración. En un instante, el agua comenzó a desaparecer, y la habitación volvió a su forma original.
Al abrir los ojos, Tomás sintió una paz desconocida. Sabía que había dominado uno de sus miedos más profundos, y se sintió listo para continuar.
El Reencuentro y la Revelación
Finalmente, los tres amigos lograron reunirse en el pasillo principal, visiblemente afectados por las pruebas, pero más fuertes y determinados. Clara los miró con una mezcla de alivio y orgullo. Sabía que habían sido llevados al límite, pero lo habían superado.
—La mansión intentó dividirnos —dijo Clara, acercándose a ellos—. Pero hemos demostrado que estamos listos para lo que venga.
Lucas asintió, mirando a sus amigos. —Parece que la mansión piensa que aún no merecemos salir de aquí.
Sara, con voz temblorosa pero decidida, preguntó: —¿Cuál es el siguiente paso, Clara?
Clara no sabía la respuesta exacta, pero una intuición la guiaba. Sabía que la mansión había cambiado porque ella estaba destinada a revelar los secretos de sus muros oscuros, a enfrentarse a los Guardianes, los seres que protegían sus misterios más profundos.