Capítulo 5: La Segunda Prueba – Miedo a la Soledad

Mientras avanzaban por el siguiente pasillo, Clara, Lucas, Sara y Tomás comenzaron a sentir que la mansión parecía volverse más opresiva, como si las paredes mismas los estuvieran observando. Clara sabía que la siguiente prueba sería aún más intensa y temía lo que sus amigos tendrían que enfrentar. Aunque se habían apoyado mutuamente hasta ahora, algo en su interior le decía que esta vez, cada uno tendría que luchar solo.

De repente, una puerta se abrió en silencio, dejando escapar una corriente de aire helado. Clara se dio cuenta de que Sara era quien debía atravesarla, y aunque quiso detenerla, comprendió que esta era su prueba. Sara miró a sus amigos, llena de incertidumbre, pero Clara asintió en silencio, dándole ánimo.

—Nos veremos al otro lado —le dijo Clara—. Tienes que enfrentarte a esto. Confío en ti.

Sara respiró hondo, y con una mirada de determinación, cruzó el umbral.

La Habitación de Sara: La Sombra de la Soledad

La puerta se cerró tras ella, y Sara se encontró en una habitación que parecía no tener fin. Las paredes, de un gris deslavado, se extendían en todas direcciones, dándole la impresión de que estaba atrapada en un espacio infinito y vacío. En el centro de la habitación, una figura borrosa comenzó a tomar forma. Poco a poco, esa figura se convirtió en un reflejo de Sara, pero esta versión estaba pálida, con una expresión de tristeza y desesperanza.

La sombra de Sara comenzó a hablar, su voz llena de un tono frío y distante que reflejaba sus propios miedos.

—Eres siempre la segunda opción —dijo la sombra, avanzando lentamente hacia ella—. Nunca has sido suficiente. Todos los que han estado en tu vida… siempre te han dejado.

Sara trató de desviar la mirada, pero la sombra la rodeó, moviéndose en círculos, sus palabras atacando los recuerdos más dolorosos de su pasado.

—¿Recuerdas cómo tus amigos de la infancia te abandonaron? —susurró la sombra—. O cómo aquellos que decían quererte simplemente desaparecieron cuando más los necesitabas. Siempre estás sola, Sara. Y así será para siempre.

Las palabras perforaron el corazón de Sara. Recordó momentos en los que se había sentido abandonada y despreciada, los lazos que se habían roto a lo largo de su vida. Sintió cómo el miedo y la tristeza amenazaban con hundirla en un pozo sin fondo.

El Eco de los Amigos Verdaderos

Justo cuando sentía que la desesperación la envolvía, Sara recordó algo. No estaba sola, no esta vez. Clara, Lucas y Tomás habían vuelto a la mansión con ella. Habían enfrentado sus propios miedos y sus propias sombras, y, aun así, ninguno la había dejado. Habían estado allí, a su lado, enfrentando la oscuridad juntos.

Con una fuerza renovada, Sara miró a su sombra y alzó la voz.

—No estoy sola. Mis amigos están conmigo, y no voy a dejar que el miedo a la soledad me domine. Ya no más.

Su reflejo se detuvo, y una sonrisa triste apareció en su rostro. La sombra comenzó a desvanecerse lentamente, como si la fuerza de las palabras de Sara hubiera disipado su poder. El espacio infinito de la habitación comenzó a encogerse, y la oscuridad se disipó, dejando a Sara en un lugar más claro, con la mente despejada y el corazón tranquilo.

El Regreso al Pasillo

La puerta se abrió de nuevo, y Sara salió, encontrándose con sus amigos que la esperaban ansiosos. La expresión de alivio y satisfacción en su rostro les dio confianza; ella había superado su prueba. Tomás la abrazó y Lucas le dio una palmada en el hombro.

—Sabíamos que lo lograrías —dijo Clara, con una sonrisa orgullosa—. Ahora, estás más fuerte.

Sara asintió, sintiéndose libre de una carga que había llevado durante años.

La Habitación de Lucas: La Sombra de la Desconfianza

Justo en ese momento, otra puerta se abrió en silencio, y Lucas supo que era su turno. Con un último vistazo de aliento de sus amigos, se armó de valor y entró.

Al cruzar, Lucas se encontró en una versión distorsionada de su habitación. Sin embargo, todo estaba desordenado, como si una tormenta hubiera pasado por el lugar. En el espejo del fondo, vio su reflejo, pero algo en la imagen no era normal. La versión reflejada de Lucas tenía un rostro sombrío y una sonrisa sarcástica.

La figura se dirigió a él con una voz burlona.

—Siempre desconfías de todos, ¿verdad? Te escondes detrás de tu máscara de autosuficiencia porque no quieres que nadie vea tus debilidades. Pero la verdad es que no confías en nadie… ni siquiera en ti mismo.

Lucas sintió que las palabras de su sombra lo golpeaban en el pecho. Era verdad. Había pasado gran parte de su vida evitando depender de otros, creyendo que si no confiaba en nadie, no podría salir lastimado. La desconfianza había sido su escudo, pero también su jaula.

—¿Qué pasa si Clara y los demás te traicionan? ¿Qué pasa si al final… todos te dejan? —la figura avanzó, mirándolo con una sonrisa retorcida—. ¿Estás dispuesto a arriesgarte?

Lucas cerró los ojos y respiró profundamente, recordando las veces que Clara, Sara y Tomás habían demostrado ser verdaderos amigos, cómo habían estado allí para él, incluso cuando él mismo dudaba. Abrió los ojos y miró a su reflejo con firmeza.

—Sí, estoy dispuesto a arriesgarme. Mis amigos me han demostrado que están conmigo, y yo también debo confiar en ellos.

La sombra de Lucas comenzó a desvanecerse, dejando solo el reflejo del verdadero Lucas en el espejo. La habitación volvió a su estado normal, y Lucas sintió una paz que hacía tiempo no experimentaba.

Regreso y Renovación de Confianza

Al regresar con el grupo, Lucas llevaba una expresión de determinación renovada. Clara, Sara y Tomás lo recibieron con una sonrisa de alivio, y el vínculo entre ellos se sentía más fuerte que nunca.

La Habitación de Tomás: La Culpa del Pasado

Finalmente, una puerta se abrió para Tomás. Con un último vistazo a sus amigos, entró a la habitación, sabiendo que le esperaba su propia prueba. La habitación estaba vacía y fría, y la sombra que lo esperaba parecía emanar una tristeza profunda.