Las pequeñas flores amarillas a mi alrededor bailaron con el viento una vez más. Observé en silencio sus pequeños pétalos siendo arrastrados por la ventisca, cayendo de forma desordenada por todas partes; sobre mi cabello, mi rostro, mis manos, mis pies... El lugar es idílico, y pronto me encuentro a mi misma deseando poder quedarme por mucho, mucho tiempo más.
Pero aunque el paisaje es hermoso con la luz del atardecer de fondo y los tonos anaranjados del cielo, sé que no tardará en arribar la noche, y no es buena idea volver a casa tan tarde.
La pequeña mochila marrón que traje conmigo hace varias horas descansa a mi lado encima una manta blanca sobre una pequeña planicie que encontré entre los matorrales de flores, mi cámara descansa no muy lejos de ella, más cerca de mí, a mi alcance.
Estiré la mano hasta alcanzar la mochila y revisé en sus bolsillos hasta que tomé mi teléfono para poder revisar la hora; son cerca de las siete y media, y mi madre ya me ha dejado un mensaje que reza "Avísame cuando ya estés volviendo a casa". Le contesté rápidamente, dejándole saber que estoy volviendo ahora mismo.
Me incorporé, guardé la cámara y el celular y rebusqué a mis espaldas hasta dar con una botella de agua que siempre cargo conmigo. Cuando me puse de pie e intentaba volver a doblar la manta para poder guardarla, trastabillé y casi caigo hacia atrás. Conseguí volver a hacer equilibrio sin problemas, pero fue justo en ese momento cuando oí el sonido de algo que se arrastraba entre las flores y la maleza.
Inmediatamente me insté a guardar la manta y volver al camino principal del parque. Intenté meter la manta a la fuerza, empujándola dentro del reducido espacio de la mochila y dando ya varios pasos en dirección al camino por el que había venido hacía varias horas, pero entonces se me cayó la mochila al suelo, a mis pies.
Y entonces maldije en voz alta, nerviosa e impaciente por largarme.
Luego escuché un ladrido que provenía de entre las flores en donde había percibido el movimiento antes. No un ladrido intimidante, o que denotaba enojo. El ladrido de un perro que quiere jugar contigo y te reprocha cuando tú lo rechazas o no le das atención.
Me quedé parada allí, mirando ese punto fijo entre las flores, hasta que finalmente pronuncié;
— ¿Hola?
Y una enorme bola negra de pelos salió de entre las flores cargando una rama.
Comencé a reírme entonces, y mi risa solo aumentó cuando el perro movió su colita y dejó la rama a mis pies.
— Oh mi vida, lo siento, ¡Me asustaste! — me agaché para poder tomar el extremo de la rama cuando el perro se alejó un poco, y se emocionó en cuanto lo hice, tomando una posición de juego.
Me acerqué al perro con mucho cuidado, dejando la enorme rama fuera de mi camino. El perro no pareció darse cuenta, ya que de inmediato se acercó a mí y restregó su cabeza contra la mano que había extendido con lentitud y precaución. En cuanto rasqué detrás de sus orejas, se recostó en el suelo para que le rascara la pancita.
Es un macho, y tiene un bonito collar rojo que no había visto antes con un pequeño colgante de bronce. De inmediato rasqué su panza y acerqué mi mano para poder revisar el collar. En un lado, en letras cursivas, dice "Leo", pero al darlo vuelta se ve un número grabado también. Debajo de los números, simplemente "¡Llama a este número si estoy perdido!"
En cuanto solté el collar, Leo se movió e inmediatamente llamó mi atención una correa del mismo color de su collar.
— ¿Leo? — Le llamé, el perro me observó de inmediato.
Me alejé unos cortos pasos y volví a llamarle para que se pusiera de pie. Caminó hacia mí arrastrando su correa, así que la sujeté con fuerza antes de que él pudiera impedírmelo, aunque no hizo ningún intento por hacerlo.
Levanté la mirada y detallé el resto del prado con la escasa luz del atardecer; nada. Si hubiera alguien más en el prado, lo vería, las flores apenas y llegan hasta mis rodillas. Incluso Leo seria visible, la única razón por la que no lo vi fue porque estaba agazapado y no hay buena luz. Miré hacia abajo, y el perro me devolvió la mirada contento.
— Por lo que parece te escapaste de tu dueño, ¿Qué te parece si vamos a buscarlo?
Leo movió su cola, así que sujeté con firmeza la correa y comencé a caminar hacia el camino principal del parque.
———
Nada.
Son bien pasadas las ocho, el cielo es oscuro y no fui capaz de encontrar al dueño de Leo. Recorrí el parque de punta a punta dos veces, pero lo único que conseguí fue a una señora que reconoció al perro y dijo que un chico alto y de cabello negro había estado preguntando, enseñando una foto en su teléfono a todo el que encontrara, pero no importa cuánto lo intenté, no pude encontrarlo.
Ya es de noche, el parque está casi vacío y las calles son peligrosas a estas horas, pero no pienso abandonar al perro. No quiero, me niego, este es el perro de alguien, alguien que está buscándolo. Mi última alternativa es llamar al número en la placa de su collar y rezar porque sea el número del celular de este chico... Pero no puedo llamarlo con mi teléfono.
Sólo puedo llamar a personas de mi misma línea telefónica por un estúpido plan especial, intenté llamar al número y no me conecta. Esperé a ver si el número me devolvía la llamada, pero no está sucediendo.