Fue en la noche, justo antes de irme a dormir, cuando me di cuenta de que nunca le dije a Silas la hora exacta a la cual iría al parque... Sólo le dije 'en la tarde'.
Me costó consiliar el sueño luego de darme cuenta de ese pequeño detalle, pero logré dormirme no mucho después, aunque en la mañana estuve igual o más ansiosa por no haber sido específica y no saber qué considerará él como 'tarde'... ¿A las tres?¿A las cuatro?¿O quizás a las seis? Y, a decir verdad, tampoco lo conozco, yo le dije que estaría allí sin pararme a pensar en si tiene trabajo o cosas que hacer... Pero lo hecho, hecho está, así que me forcé a mi misma a ignorar esas cosas, ya que no puedo hacer nada al respecto.
Al final, decidí preparar un sándwich e ir al parque a la una y media para comer allí, en una especie de picnic conmigo misma. El día está hermoso, de todos modos. Todavía hay algunos días más bien fríos, pero la primavera está a la vuelta de la esquina y por la mayor parte, los días tienden a ser cálidos últimamente. Me puse un remera de manga corta blanca, pero me aseguré de guardar un buso en mi mochila a un lado de la manta, un libro y una botella de agua.
Pasaré toda la tarde leyendo en el parque, y que Silas aparezca a la hora que quiera.
Cuando cerré la puerta de mi habitación las llaves de la casa tintinearon en mis manos, lo cual aquí significa que...
— ¿Vas a salir? — la cabellera castaña de Lucas se asomó por el marco de su puerta a un lado de la mia. — ¿Me traes algunas latas de cerveza?
Suspiré con resignación.
— Si me das con qué comprarlas, sí, pero vuelvo tarde.
Volvió a meterse en su habitación, así que me dirigí allí. — Sí, sí, no importa.
La habitación de Lucas es azul oscuro, al igual que la mía, pero la pared que enfrenta la puerta está repleta de imágenes de bandas de música y no hay un solo lugar que no esté cubierto de ropa, o cosas que ni siquiera puedo reconocer.
Arrugé mi nariz justo cuando él se alejaba de una mochila sobre su cama.
— ¡Eh! Te vi — se quejó.
Extendí mi mano para recibir la plata. — No es mi culpa que vivas entre la mugre.
Me alejé e hice oidos sordos a sus quejas, bajé las escaleras con rapidez y me dirigí a la puerta, cerrándola con llave una vez estuve afuera.
Cuando salí a la calle, me aseguré de tener todo lo necesario en mis bolsillos antes de comenzar a alejarme de la casa. Sería más sensato hacer eso cuando todavía estoy dentro de la casa, pero es dificil matar viejos hábitos.
Es muy temprano como para que haya gente en la calle a esta hora, todo el mundo está en sus casas, pero me consuelo a mi misma recordándome que la situación cambia una vez estando en el parque, en donde siempre hay gente dando vueltas, familias enteras incluso.
No me toma más de diez minutos llegar a la entrada del parque, así que decido caminar con más lentitud hasta el prado, que queda en la punta contraria a donde me encuentro. A medida que voy caminando, veo a algunos niños jugando y adultos leyendo o charlando entre sí, así que camino más tranquila, dejándolos atrás.
El sol no es abrumador sobre la piel, sino cálido, lo cual es bueno considerando que no hay mucha sombra en el prado ahora mismo.
Hice mi camino hasta el lugar que suelo recorrer entre las flores para llegar hasta la planicie que hay detrás, algo escondida por los árboles pegados al camino principal. Antes de alcanzarla, ya puedo ver a una familia sentada sobre una manta en la parte más alejada, así que decido irme hacia la otra punta para darles más privacidad, pero en cuanto veo hacia allí distingo a alguien ya ocupando el lugar justo debajo de la sombra de un árbol.
No puedo ver bien su rostro porque está de lado, pero es un chico y está solo, aunque parece estar esperando a alguien a juzgar por las cosas a su alrededor.
Miré el resto de la planicie buscando otro lugar en donde poder sentarme sin molestar a nadie, cuando algo moviéndose entre las flores me llamó la atención.
Un perro, lo reconocí en el segundo en que salió de entre las flores y corrió hacia el chico que estaba sentado solo. Es Leo.
Me acerqué de a poco al chico, que para este punto ya se volteó a verme, y sonreí al ver que era Silas.
— Ah... No pensé que vendrías tan temprano... Hola — me sonrió, todavía acariciando a Leo, que ladró en mi dirección y se acercó para saludarme.
Negué con la cabeza. — Yo también pensé que no vendrías a esta hora...
Él comenzó a reír.
— Es que dijiste en la tarde, pero no me diste ningún horario específico y, como es mi dia libre, decidí venir desde temprano y ya. Llegué hace cinco minutos.
Caminé hacia él y me senté a su lado sobre la manta, Leo se acomodó de lado entre los dos mientras Silas le rasca la pansa.
— Yo pensé algo similar... Me di cuenta en la noche que no te había dado un horario específico, así que vine temprano. Hasta traje un libro, y ahora que lo pienso también iba a traer algo para comer pero me lo olvidé — Pensé en voz alta.
Silas se apresuró en estirar el brazo a sus espaldas hasta alcanzar una pequeña canasta.
— ¿Tienes hambre? Traje algo... — me dio la canasta sin darme tiempo a reaccionar. — Son dulces, eso es lo que quería darte... Los hace alguien que conozco, incluida la canasta, como no sabía qué te gustaba fui por algo que casi todo el mundo ama, y nunca es demasiado temprano para dulces.
Abrí la pequeña canaste y me sorprendí al ver pequeñas cajitas con alfajores, galletas y hasta algunas porciones de tartas dulces.
— Oh, gracias... En realidad amo los dulces, pero no debiste...
— No lo digas — me detuvo, levanté la vista esperando ver su expresión seria, pero todavía me está sonriendo.
Esta es la primera vez que le presto especial atención a su rostro. Sus ojos son marrones, de un castaño claro que me recuerda a fotografías sacadas en días de otoño.
— Leo es importante para mí, quería solo tener un gesto con vos también y, además... Bueno, seré sincero, sos hermosa.
Comencé a reír, bajé la canasta y la dejé a mi lado. — Tendría que haber visto algo así venir, eras muy insistente.
En lugar de avergonzarse, mis plabras parecieron darle ánimos.
— En realidad el plan era encontrarte casualmente en la plaza y pedirte una cita, invitarte a alguna parte, pero con lo que dijiste ayer me pareció que mejor te preguntaba por algo más casual.
Acaricié la cabeza de Leo mientras él bostezaba.
— Hiciste bien, te habría dicho que no, aunque tenías más chances si incluías a Leo en el plan.
Él apoyó las manos a sus espaldas y observó distraído mis movimientos.
— Siempre es así, Leo es mucho más lindo que yo.
— Prefiero no comentar en eso.
Le escuché reír entonces.
— Pero hablando enserio, no habría aceptado salir porque ahora mismo no quiero salir con nadie... Gracias por la canasta, enserio, y me caes bien, me gustaría que seamos amigos si eso está bien con vos.
Por algunos segundos, él no dijo nada mientras miraba el prado lleno de flores que se mecía con el viento, pero entonces suspiró.
— Te entiendo... Si quiero que seamos amigos, pareces divertida y agradable, pero... — se volteó a verme otra vez. — Si un día cambias de opinión, mi propuesta para una cita todavía está.
Comenzaron a dolerme las mejillas, así que me volteé antes de que viera mis cachetes rojos.
— Haha... Está bien, lo recordaré.
Continué acariciando la pansa de Leo, pero él se levantó de repente y volvió a correr al prado detrás de quién sabe qué, de repente se me ocurrió algo.
— ¿Qué días sueles venir al parque con Leo? — le pregunté.
— Bueno, en realidad casi todos los días — suspiró mientras se incorporaba en su lugar, se volteó ligeramente en mi dirección. —. Vivo en un departamento, así que trato de sacar a Leo al menos dos veces al día. Como es un perro grande, necesita espacio para correr...
— ¿Por qué decidiste adoptarlo si vives en un departamento? — hablé antes de poder detenerme.
A Silas no pareció molestarle.
— Un amigo mío lo compró por impulso, vive con sus padres... Leo era bastante problemático de cachorro, así que a las semanas ya estaba buscando a alguien más que lo adoptara — Explicó mientras lo observaba correr frente a nosotros —. El límite fue cuando destrozó un colchón, me pidió que lo cuidara mientras le buscaba nuevos dueños. Ya sabía que me encariñaría si hacía eso, así que directamente le dije que me lo quedaría. Lleva un año conmigo.
Ladeé la cabeza mientras sonreía.
— Tenés corazón blando, entonces.
Él rió. — Es imposible no tenerlo con este perro, es increíblemente inteligente... Por eso ahora detesta a mi amigo, el que me lo dio — negó con la cabeza con diversión — pero, ¿Qué hay de vos?¿Venis seguido?¿Tenés mascota también? Creo que nunca te pregunté.
— Ah, no... — negué — No tengo mascota, vivo con mis padres, mi hermano es alérgico y nunca fui muy aficionada a los gatos...
Me quité la mochila del hombro y la dejé a mi lado antes de continuar.
— Generalmente vengo sólo a pasar el rato... Soy fotógrafa, y me gusta salir a caminar, ir a diferentes lugares con la cámara. Más que nada me gusta fotografiar paisajes naturales, así que vengo aquí a tomar fotos o a veces a leer un poco, aunque no leo demasiado.
— ¿Cuántos años tenés? Porque juraba que tenias veinte, pero si ya trabajas profesionalmente de eso...
— Tengo dieciocho.
— Oh.
Su rostro se transformó por completo a uno de asombro, así que comencé a reír sin vergüenza.
— Estoy en mi último año de secundaria, cumplo años en Enero, pero tomé varios cursos de fotografía hace años y de vez en cuando trabajo de eso, aunque no es algo estable, es más que nada un pasatiempo.
Asintió con la cabeza en silencio, distraído.
— ¿Cuántos años tenés? — Le pregunté entonces.
Eso pareció llamarle la atención lo suficiente, porque volvió a mirarme al tiempo que Leo corría hacia él con una rama del tamaño de su brazo en la boca.
Me sonrió al ver mi expresión de incredulidad al verlo cargando la rama.
— Tiene una mandíbula muy fuerte, no querrás caerle nunca mal a un Gran Danés — comentó tomando el palo y lanzándolo lejos. Luego volvió a mirarme. — Tengo veintidós años... — admitió.
— Ah, creí que eras un poco más grande.
Frunció el ceño. — ¿Eso es bueno o malo?
Me reí. — No lo sé.
Iba a contestar, pero entonces Leo volvió y dejó caer su enorme rama en mis piernas esta vez.
— ¡Leo, no! — Silas lo retó, pero yo sólo reí más fuerte.
— No, no pasa nada. Amo a los perros, esto es divertido.
Rasqué detrás de las orejas del perro antes de tomar con dificultad la rama llena de babas y atentar con lanzarla, pero no llegó muy lejos y casi golpeo a Silas, que se agachó para esquibar el golpe.
— ¡Perdón!
Se llevó la mano a la cabeza mientras miraba a dónde había ido a parar el palo.
— Eh... No pasa nada, pero creo que alguien debería enseñarte a lanzar.
— Ah, no, mejor dejo de lanzar cosas y ya.
— ¿Por qué? — preguntó, mirándome otra vez.
Me encogi de hombros. — A veces puedo llegar a ser un poco torpe, por así decir. ¿En qué momentos soles venir al parque? Así podemos coincidir.
Recé porque mi pobre intento de distracción no fuera tan obvio.
Silas se limitó a llamar a Leo, que intentaba enterrar una nueva rama más pequeña que la anterior.
— Vengo en la mañana antes de ir al trabajo, y luego cuando vuelvo también, aunque es en ese momento en el que me quedo más tiempo. Usualmente vengo como a las cinco de la tarde...
— Yo también, aunque también suelo venir más temprano y quedarme toda la tarde. — Contesté distraída.
Guardamos silencio por un rato luego de eso, ocasionalmente jugando con Leo si venía con alguno de los dos, o a veces riendo por alguna cosa que haya hecho.
Eventualmente la familia al otro lado de la explanada notó nuestra presencia y los niños que estaban con ellos comenzaron a intentar acercarse a Leo, Silas les dijo que estaba bien y que era inofensivo cuando los adultos comenzaron a ponerse nerviosos.
Ver al Gran Danés jugando con los niños fue bastante entretenido, e incluso hablamos un poco con los demás, pero ellos empacaron sus cosas y se fueron luego de un rato.
Cuando se perdieron de la vista y dejé de escuchar sus voces, estiré mi brazo hasta alcanzar la mochila y saqué mi botella de agua.
Luego tomé la canasta y la abrí, dispuesta a saciar mi creciente hambre.
— ¿Comiste algo?¿No tenés hambre? — le pregunté.
Él negó con la cabeza. — No, comí algo antes de venir, pero adelante, debes tener hambre.
Me llevé un alfajor a la boca en silencio. Leo observó mis movimientos de inmediato y un poco de su baba cayó sobre la manta, creando un pequeño charquito.
Mi risa se escuchó un poco amortiguada por tener la boca llena.
— Leo, no.
Un quejido lastimero fue su única respuesta. Silas se limitó a suspirar con cansancio, lo cual me llevó a pensar que esta no es la primera vez que pasa algo así, y luego rebuscó en su propia mochila hasta sacar un pequeño razón y una botella de agua.
Leo rápidamente se acercó a él y comenzó a beber antes de que Silas terminara de llenar el tazón.
— Parece que alguien tenía sed — comenté mientras lo observaba.
— Así es...
— ¿Cómo hiciste para poder tenerlo en un departamento? Usualmente no admiten mascotas, y menos tan grandes... — Le pregunté de repente.
A veces me es difícil controlar lo que sale de mi boca, tiendo a hablar sin pensar antes... Pero a Silas no parece importarle ni molestarle, si es que ya se dio cuenta. Parece alguien relajado y amigable.
— Antes de que llegara Leo no admitían mascotas, pero alquilo en un complejo en donde el dueño también ocupa un departamento allí y lo conozco. Llevé a Leo al departamento con la intención de buscar otro lugar en donde sí lo admitieran y avisar de lo que estaba sucediendo, pero en cuanto el tipo tocó a mi puerta y lo conoció, lo adoró —me explicó, dejó la botella de agua a su lado y luego se recostó sobre la manta. Leo terminó de beber y se acostó a su lado. Sonreí al verlos. —. Resumiendo, dejó que me quedara con Leo y decidió aceptar animales. De vez en cuando hace visitas.
— Eso eso... Bastante considerado de su parte, y mucha buena suerte para vos — señalé.
Él concordó conmigo distraído. — Sí, supongo...
Se llevó la mano hacia la parte de atrás de su cabeza y se volteó a verme.
— Me habías dicho que estás a punto de terminar la secundaria, ¿No?¿Ya sabes qué planeas hacer?¿Alguna carreta que te interese?
Lo medité por algunos segundos.
— Hay algunas carreras que me llaman la atención, pero todavia no tengo nada completamente decidido...
— ¿Cuáles te interesan?
Me sorprendió la curiosidad genuina con la que preguntó, me tomé algunos segundos para numerar mis opciones.
— Un profesorado es algo que considero bastante, sobretodo me interesa estudiar para ser profesora de historia o algo similar, pero también me interesaria estudiar algo que me permita ser trabajadora social, no sé...
— Bueno, todavía tenes algo de tiempo para pensar. Podrías tomar un test vocacional, sólo para ver más cosas que quizas te interesen...
Me mordí el labio mientras pensaba en sus palabras.
— Sí, quizás... Pero, ¿Vos estudiaste algo?¿De qué trabajas?
— Soy secretario en un consultorio privado... Nunca supe muy bien qué quería hacer con mi vida, así que tomé algunos cursos cortos y eventualmente comencé a trabajar — guardó silencio algunos segundos, pensando en quién sabe qué —. La verdad es que estoy bastante contento con mi vida...
Tomé la botella entre mis manos y comencé a jugar distraidamente con la tapa.
— Pero, ¿No es ese el punto al final?¿Estar contentos?¿Ser felices con lo que hacemos?
Él lo pensó por algunos segundos.
— Nunca lo había pensado así... Pero supongo que tenés razón.
Le sonreí, y él me devolvió el gesto enseguida.
El resto de la tarde fue más de lo mismo, sólo conversaciones cortas mientras intentábamos conocer al otro. Para cuando nos dimos cuenta el sol ya estaba ocultándose, dejando el cielo pintado de tonalidades naranjas y rosadas.
Cuando Silas se ofreció a llevarme a casa, esta vez sí lo acepté.
Nos despedimos bajo la promesa de volver a vernos en el parque en la semana.