— ¡Conseguí trabajo! — Anuncié en cuanto alcancé el comedor.
Mamá está mirando televisión en el sofá mientras papá arregla una lámpara de escritorio sobre la mesa.
— ¡Por fin! — gritó mi hermano desde algún rincón de la casa.
Mamá no me dejó contestarle, porque enseguida se avalanzó sobre mi y me abrazó, lo cual me distrajo y me hizo reír.
— ¿¡De verdad?!¿En dónde? — me preguntó.
— La tía de Lara la llamó anoche y le preguntó si todavía buscaba trabajo porque acaba de despedir a alguien, así que me lo ofreció y ya lo acepté — le expliqué.
Llevo algunos meses intentando encontrar trabajo para poder costearme mis cosas. La fotografía paga bien, pero no es algo constante y puedo pasar meses sin ningún evento o cliente. El trabajo que la tía de Lara me ofreció, como repartidora para su pastelería, paga más que bien para alguien cuya única preocupación son los estudios.
— ¿Cuándo empezás?¿Te puso como cajera como habían hablado la última vez?
Miré a papá entonces, que habló sin levantar la vista de su tarea.
La última vez que hablamos, habíamos discutido la posibilidad de que entrara como cajera ya que la que ocupa actualmente el puesto estaba a punto de mudarse y ya no le convendría trabajar allí, pero luego se había quedado en la ciudad y yo había seguido buscando... Al final, el puesto que se desocupó fue el de el repartidor.
— Ah, no, me ofreció trabajar como repartidora — le expliqué. —. Comienzo mañana, trabajaré con su motocicleta.
Mi papá rió al escucharme. — Menos mal que te enseñé a manejarla y te obligué a sacarte el registro, sino...
— Sí, sí, ya sé, siempre tenés razón.
Puse los ojos en blanco, pero eso sólo lo hizo reír más.
— ¡¿Ves Lucas?!¡No te haría mal hacerme caso de vez en cuando!
— ¡No voy a dejar a Lea!
Papá suspiró y se recostó contra la silla con frustración, mamá rió y se acercó para abrazarlo un segundo antes de volver al sofá.
A nadie en casa nos agrada el novio de Lucas. Es grosero y trata mal a mi hermano, muchas veces frente a nuestras narices. Desde que nos lo presentó, papá declaró que no le agradaba y el chico no hizo nada por cambiar su opinión sobre él, sino lo contrario. ¡El chico ni siquiera reconocía frente a los demás que Lucas es su novio! Conocemos a sus padres, son increíblemente amables y han reconocido en diferentes ocasiones, frente al chico también, que no sólo apoyan a la comunidad, sino que ya saben que su hijo no se anima a contarles abiertamente. Él sigue sin siquiera animarse a salir de la mano con Lucas, y ya llevan juntos un año y medio.
No lo demuestra, pero sé que a mi hermano le duele estar siempre ocultándose.
Sus pasos rezonaron en la escalera. — Ya era hora, enana — me sonrió y me dejó atrás, tomó sus llaves de donde colgaban en la pared. — ¡Voy a salir, vuelvo luego!
Lo siguiente que escuché fue la puerta cerrándose. Miré la hora en mi teléfono, las dos y media de la tarde.
— Creo que yo tambien saldré... El día está muy lindo como para quedarme adentro.
Antes de que pudiera decir o hacer alguna otra cosa, mamá ya se había incorporado en su lugar en el sofá, interesada en mis palabras.
— ¿Vas a verte con ese chico otra vez?
Miré mal a papá en cuanto él se rió, cambió su expresión divertida a una de consentración en segundos.
— No, mamá, voy a ir al parque por mi cuenta y ya, y además él trabaja a esta hora... — lo último lo murmuré.
Subí a mi habitación antes de que alguno de los dos pudiera decir algo más, tomé mi cámara y la mochila, recogí una botella de agua de la heladera y volví a salir a la calle.
...
Ya son las cuatro de la tarde cuando por fin decido quedarme en un lugar y dejar de dar vueltas por el parque.
Estuve sacando fotografías a las diferentes mascotas y a algunos paisajes en ángulos especialmente interesantes, pero pronto me quedé sin material. He fotografiado este parque cientos de veces, pero aún así siempre vuelvo otra vez.
Aunque al final siempre vuelvo a mi espacio favorito. El prado, que está especialmente lleno de flores amarillas por la reciente llegada de la primavera. Me senté sobre una pequeña manta blanca en el suelo, alrededor hay varias familias con niños pequeños e incluso algunas mascotas que juegan entre las flores o con sus dueños.
Desde el dia en que encontré a Leo, preferí dejar de pasar tiempo literalmente en medio de las flores y decantarme por la planicie que hay justo detrás.
Saqué alguna que otra foto a las mascotas entre las flores cuando tuve la oportunidad, que no fueron muchas siendo que se mueven constantemente. Tuve que borrar varias fotografías que salieron borrosas, aunque algunas en particular las guardé sólo porque son bastante graciosas.
No tardé en rendirme y guardar la cámara en la mochila para poder sacar el libro que compré la semana pasada. Es uno sobre fotografía, en realidad. Nuevas técnicas, tips y sugerencias de uno de mis fotografos favoritos.
El libro me absorbió y perdí la noción del tiempo, porque justo cuando bajé el libro y consideré volver a casa un ladrido me sobresaltó y algunos segundos después, algo saltó sobre mí, derribándome de espaldas sobre la manta.
Me asusté bastante antes de reconocer al culpable y sonreír.
Fue entonces que escuché a su dueño llamándolo frenético para que me dejara en paz, pero comencé a reír y a acariciar a Leo.
— Lo siento, de verdad, en cuanto te vió comenzó a tirar de la correa y se me safó...
Silas tomó a Leo por el collar y tiró de él para que dejara de estar encima de mi, en cuanto me pude incorporar continuaba riendo y, cuando me llevé la mano a la cabeza, noté que mi pelo está lleno de ramitas y pasto.