Segundas Oportunidades

Capítulo 15: Llaves e Imprevistos

— ¿A dónde vas?

Lucas se detuvo a un lado del sofá y sacó su teléfono. — Voy a ver a Lea.

Asentí y volví a mirar la computadora en mis piernas. — Bueno, deja las llaves.

— ¿Por qué?

Terminé de escribir un mensaje antes de volver a mirarlo. Las cadenas en su pantalón se mueven y advierten sus movimientos.

— Voy a salir en unas horas, no podés dejarme encerrada — le respondí con obviedad. —, y seguro volvés tarde así que déjame las llaves.

Se cruzó de brazos, todavía con el teléfono encendido en una mano. — ¿Y vos qué sabes?

Enarqué una ceja. — ¿Vas a volver temprano, entonces?

Asintió. — A las diez.

Suspiré, comenzando a apagar la computadora. — Eso es volver tarde, idiota, al menos para mí. Yo pienso volver antes de las ocho, así que me dejas la llave igual.

— ¿Y si quiero volver mucho más temprano y tengo que esperar afuera a que vuelvas? — se quejó.

Me puse de pie y me alejé rumbo a las escaleras, me siguió. — ¿Y desde cuándo volves temprano? Vos nunca has vuelto temprano, es más, ¿Por qué de la nada salís de día? Siempre salís de noche.

— Lea tiene algo que hacer y lo voy a acompañar...

Me reí mientras entraba a mi habitación con él detrás. — ¿Todo el día?

No me contestó, dejé la computadora sobre mi escritorio y me senté en la cama.

— Sólo dame la llave y ya, ¿Qué problema hay? Voy a salir y volver antes de que vos vuelvas.

Luego de algunos segundos, finalmente se rindió y rebuscó en su bolsillo hasta encontrarlas y alcanzarme mis llaves. Las tomé enseguida.

— Gracias...

— Sí, sí, pero ahora me tenés que ir a abrir.

Volví a levantarme y corrí escaleras abajo para poder hecharlo y por fin tener la casa sola. — ¿A dónde vas a ir, de todos modos? — me preguntó a mis espaldas.

— Al parque, con Silas.

Estaba por poner la llave en la cerradura cuando le escuché correr hacia la cocina, así que me detuve y esperé a que volviera confundida. Cuando lo hizo, terminó de tomar un vaso de agua y luego me lo puso en la mano sin decir nada.

— Ya, ahora sí.

Puse los ojos en blanco, pero finalmente le abrí y empujé su espalda para sacarlo de la casa mientras él reía.

...

Cuando llegué al parque y estaba a punto de entrar, me sorprendí al ver a Silas bajándose de su auto distraído. Su expresión es algo seria mientras rodea el auto para abrir la puerta trasera y tomar la correa de Leo, que saltó del auto enseguida. Varias personas a su alrededor se lo quedaron mirando, pero preferí no intentar adivinar por qué.

Las musculosas le quedan bien.

Me acerqué a él bajo el rayo del sol, Leo fue el primero en notar mi presencia y alertar a Silas, que enseguida sonrió al verme.

— Parece que combinamos ropa sin querer — comentó cuando estuve lo suficientemente cerca.

Miré mi vestimenta, y me reí cuando vi que tenía razón. Los dos llevamos una musculosa blanca.

Comenzamos a caminar a la par hacia la entrada del parque. — ¿Cómo te fue en la semana?

Él se encogió de hombros. — Nada mal, pero no me molestarían unas vacaciones. ¿Cómo te está yendo a vos?

Negué con la cabeza. — La pastelería se está haciendo más conocida y cada vez tengo que hacer más entregas, pero no me quejo, me gusta.

Continuamos caminando hasta nuestro lugar usual, que está bastante lleno gracias al día caluroso y soleado. Pudimos encontrar un pequeño espacio con sombra debajo de un sauce, y comencé a ponerme nerviosa cuando él comenzó a rebuscar en su mochila para sacar la manta que pondríamos en el suelo.

No olvidé mi intento fallido de pedirle una cita el otro día... Todavía no me rendí, pero no sé cómo sacar el tema. Leo dió un tirón a su correa, que estoy sosteniendo mientras tanto, llamándome la atención. Se sentó a mi lado y apoyó la cabeza contra mi pierna, así que me agaché un poco y le acaricié la cabeza. Silas sonrió cuando nos vió.

Si lo pienso, en realidad ya es como si estuviéramos saliendo. Ya ha ido a mi casa, siempre estamos tirándonos indirectas (porque yo también participo en eso), nos vemos siempre, hablamos todos los días por mensajes...

— ¿Querés algo de agua? — Me ofreció Silas, sentándose y distrayéndome.

— Ah, no, yo también traje.

Me acerqué y senté a su lado, pero Leo se paró y comenzó a lloriquear porque quería ser liberado de su correa. Silas la tomó cuando se la ofrecí y lo llamó para que se sentara sobre la manta a su lado. A pesar de que esta es la zona del parque designada para que los perros pudieran correr libres, hay muchas familias con niños muy pequeños alrededor, y Leo puede ser un poco bruto a veces.

Es bastante injusto, considerando que Silas trae a Leo precisamente para que pueda correr y jugar siendo que no puede hacerlo en el departamento.

El recién nombrado volvió a lloriquear antes de recostarse de lado sobre la manta mientras miraba a algunos otros perros que sí jugaban un poco más allá, pero mucho más tranquilamente de lo que él lo haría si estuviera suelto. Silas suspiró y comenzó a acariciar su pansa para consolarlo, haciéndome reír.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.06.2022

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