Lara me esperaba sosteniendo la puerta de la cocina para mi, como cada sábado en nuestra pausa para almorzar y al final de la jornada. Entré la motocicleta y, al pasar, mencioné; — Silas me invitó a salir luego del trabajo.
— ¡Sí! — me apresuró para que dejara la motocicleta en un rincón mientras me reía. — ¿Le dijiste que sí? Por favor, decime que le dijiste que sí.
María se asomó desde el fondo, a un lado del horno. — ¿Por qué tanto escándalo?
— ¡Silas la invitó a salir!
María se volteó a verme y me señaló mientras me amenazaba. — ¡Vas a ir! Te prohibo rechazarlo, si lo haces te doy más trabajo.
Seguí riéndome mientras me acercaba a la mesada. — Ya, cálmense que le dije que sí...
Desde hace ya algunas semanas, Lara se encargó de contarle a Roxana y María todos los detalles importantes sobre lo que sea que esté ocurriendo entre Silas y yo, y ahora no sólo tengo a Lara detrás de mí, también a mis jefas.
— ¡Más te valía! — Lara me reprochó mientras llevaba al frío una pila de biscochos .— Ya que yo no pude vivir mi romance, lo voy a vivir a través de vos...
— Dramática — murmuré.
Roxana, que acababa de entrar, se paró a mi lado. — Muy, está insoportable desde ayer. ¿Para qué le tenías que decir eso?
— ¡Fue un accidente! Si sabía que estaba Lucas atrás, no decía nada...
— Bueno, por tu culpa ahora está insoportable — la señaló mientras Lara limpiaba la mesada. —, se queja de todo y se come todos los pedazos de biscocho que sobran de las tortas especiales, ¡Ayer no me dejó nada!
— ¡Ya te pedí perdón! — Lara casi gritó desde la otra punta de la habitación, mirándonos. — Y pueden quejarse con Eva, es su culpa.
— ¡Ya te dije que no lo sabía! — me defendí otra vez. — Si hubiera sabido que se gustaban al mismo tiempo, habría hecho algo. ¡Si hay que culpar a alguien, es a vos por no decirme!
— ¡Es tu hermano! ¿¡Cómo esperabas que te dijera?! — me reprochó. — 'Oh, hola Eva, sí, quería contarte que le tengo ganas a tu hermano', ¡No!
María comenzó a reír a carcajadas junto a Roxana, haciendo que yo me riera también.
— ¡Sí!¡Ríanse!¡Yo puedo sufrir sola! — dejó el repasador en la mesada y se sentó, dispuesta a almorzar con o sin nosotras.
...
Lara caminó a mi lado, colgada de mi brazo y dando saltitos mientras me acercaba a Silas, que me esperaba recostado contra la puerta de su auto.
—¡Hola! — saludó con entusiasmo haciéndolo reír.
—Hola Lara — le respondió con una sonrisa.
Mi mejor amiga apretó mi brazo antes de soltarlo y anunciar que ya se iba. Silas nunca perdió la sonrisa, pero en cuanto Lara se alejó preguntó; —¿Es siempre tan energética?
Ladé la cabeza. —Creo que ya me habias preguntado eso antes, y si no fuiste vos, alguien más seguro.
Silas volvió a reír mientras se incorporaba y rodeaba el auto, animándome a seguirle. Abrió la puerta por mi antes de volver a su lugar detras del volante.
Cuando su cinturón estuvo en su lugar, estiró el brazo a su lado y me ofreció un vaso de plástico con tapa.
—Té helado clásico con limón, ¿No?
Acepté el vaso con entusiasmo. —Sí, perfecto, gracias.
Me sonrió antes de poner el auto en marcha. Comencé a beber de a poco mientras miraba por la ventana a medida que dejábamos atrás la calle de la pastelería. El cielo todavía es azul, consecuancia de que el verano esté a la vuelta de la esquina. Recosté la cabeza contra la ventanilla y miré a Silas, que continua conduciendo en silencio.
—Entonces... ¿Alguna razón en especifico por la cual quisiste pasar a recogerme y tuve que dejarle mi motocicleta a mi jefa? — Indagué, tomando otro sorbo de mi bebida.
—Nada exepto que no hablamos mucho esta semana y quería ponerme al día. Nunca nos vemos en la semana a pesar de que podríamos, ¿Cómo te está yendo?
Me incorporé en mi asiento y volví a mirar al exterior a través del parabrisas, reconocí de inmediato la calle, pero también reconozco que forma parte del camino largo hacia mi casa. Sonreí.
—Bien, creo... Mi graduación está cada vez más cerca ahora que se acerca el verano y como somos el curso que se gradúa siempre nos tienen para todos lados haciendo cosas, pero es divertido...
—Creo que nunca te pregunté a qué colegio vas... — señaló, distraído y sin alejar la mirada del camino.
—Oh, no recuerdo el nombre porque nunca le presté atención — rió y negó con la cabeza —, pero el número es treinta y siete y está a unas diez cuadras de mi casa, pasando el parque.
—¿Enserio vas ahí? — preguntó, esta vez mirándome por un breve segundo.
Fruncí el ceño. —¿Qué tiene?
—Nada, es que yo también fui ahí...
Me incorporé en mi asiento y me volteé a verlo, sorprendida. —¿¡Enserio!?
—¡Sí! Me gradué hace, ¿Cuatro años? — pensó en voz alta. — Fui parte de ese curso al que no dejaron entrar al colegio el primer día de nuestro último año porque llegamos todos borrachos — rió.