El viaje al departamento de Silas fue silencioso... Y tenso... E incómodo.
Silas se limitó a usar su celular el resto del tiempo que me tomó fotografiar los otros consultorios, guardándolo en su bolsillo solo el tiempo suficiente para sacar un set de llaves y abrirme la puerta del siguiente consultorio antes de volver a encenderlo y esperarme a un lado de la puerta.
Decir que fueron unos tensos treinta minutos no abarca realmente lo incómodo que fue, pero no puedo negar que me merezco su silencio.
Algunos días atrás le dije, o di a entender, que no quería tener nada con él en el sentido que él quería, y él lo entendió, lo respetó... Y yo voy y sigo buscándolo, sigo dándole esperanzas antes de empujarlo otra vez.
Me merezco su silencio... Pero sé que no durará mucho.
Traté de alargarlo lo más posible una vez había terminado de tomar fotografías. Darío señaló los ángulos y las fotografías que especialmente le gustaban, y tomé nota de ellas para ajustarlas y prepararlas para enviárselas más tarde, pero eso no nos tomó más de diez minutos.
Tara quería que almorzáramos juntos, pero Silas rechazó la idea antes de que pudiera decir algo yo misma. Él estaba a mis espaldas, así que todo lo que pude ver fue a Tara, cuya sonrisa se desvaneció en cuanto miró a Silas. No puedo imaginarme qué clase de expresión habrá tenido, pero me limité a asentir y seguirle al auto.
Aparcó el auto en la calle frente a la entrada de su edificio y salimos ambos al mismo tiempo, le seguí al interior del lugar luego de que pusiera el seguro.
Leo se emocionó y corrió a saludar mientras ladraba y saltaba, pero Silas lo silenció con una órden sencilla, y el gran danés se contentó de inmediato con sentarse en el sofá del salón. Me senté en el mismo lugar, y Leo pronto se acomodó en mi regazo. Silas parece querer protestar, pero finalmente no dijo nada y simplemente movió algunas cosas sobre la mesa de café antes de sentarse en ella para poder estar frente a mí.
Esperé en silencio mientras acaricio la cabeza de Leo.
—Estoy confundido — admitió luego de varios minutos, sin mirarme, con la vista clavada en el sofá a mi lado. —, y estoy cansado de estarlo.
Levantó la mirada y la clavó en mi rostro. Por alguna razón, siento que mirar hacia otro lado sería un error.
—Voy a ser sincero y no darle vueltas — me advirtió. —. Eva, ¿Yo te gusto aunque sea un poco?¿Realmente sentís algo por mí o sólo es atracción física? Porque te juro que he estado intentando escucharte y respetar lo que vos quieras o sientas pero me confunde bastante el hecho de que primero me digas que no querés nada, y que después vengas y me beses así.
Me recosté contra el respaldo del sofá. —Lo siento...
Silas me interrumpió con suavidad. —No, no quiero que pidas perdón, sólo quiero que seas sincera — explicó, todavía mirándome —. Porque si no sentís nada, entonces quiero pedirte que dejes de jugar así conmigo.
Le miré por varios segundos en silencio. Leo respira suavemente sobre mi regazo, el ventanal que da al balcón está abierto y nos revuelve un poco el pelo con la briza. El frío de la mañana parece haberse desvanecido.
—¿Pero y si sí siento algo? — aventuré.
—¿Entonces qué es lo que querés de mí? — insistió. Su expresión se transforma un poco y por un segundo creo que está a punto de desmoronarse. — Porque vos sabes perfectamente lo que yo quiero, lo que he querido desde un principio. La que parece no tenerlo claro a pesar de todas las veces en las que me rechazaste sos vos, Eva. Yo no insistí en que seamos amigos con la esperanza de que cambiaras de opinión, ¿Sabes? Genuinamente quería conocerte, tener una nueva amiga, pero cuanto más tiempo pasamos juntos más te contradecís a vos misma.
—Lo sé. — admití.
—¿Entonces? — Recostó ambos brazos sobre sus piernas y me observó más de cerca. —¿Qué es lo que...?
—Al principio estaba segura — le interrumpí de repente, Silas guardó silencio y me escuchó. —, creí que sabía lo que quería y que podía ser firme, pero cuanto más tiempo pasábamos juntos, más empecé a dudarlo.
Leo repentinamente se levantó de mi regazo, se bajó del sofá y se recostó bajo el sol en el balcón. Volví a mirar a Silas, que en realidad nunca había dejado de mirarme. Suspiré.
—La realidad, — continué — es que varios meses antes de que te conociera, yo ya había estado viendo a alguien... Y eso terminó mal. — jugué con mis manos con nerviosismo. — No quiero dar detalles, porque no viene al caso, pero esa experiencia hizo que yo quisiera tomarme el tiempo de estar sola, tranquila y tomarme las cosas con calma por un tiempo. Cuando nos conocimos, me gustaste, pero sentí que todavía no quería tener nada con nadie... Por eso te rechacé.
Sus labios están ligeramente apretados, pero no me dice nada.
—Pero cuanto más tiempo pasábamos juntos, más empezaste a gustarme...
—¿Por qué no fuiste sincera? — me interrumpió con algo de impaciencia.
—Porque no lo sabía, no sabía que eso era lo que sentía. De repente quería verte todo el tiempo, y me ponía nerviosa el solo hecho de pensar en verte al día siguiente, y no podía dejar de verte... Y, siendo sincera, para cuando me di cuenta de ello, me confundí. No supe reconocer si realmente estaba empezando a sentir algo más serio, o si simplemente quería... Bueno, acostarme con vos y listo.