Segundas oportunidades. El amor que no esperaba

Redención..

El murmullo de las máquinas en el taller apenas se filtraba por la ventana cerrada. En la oficina, el tic-tac del reloj era lo único que se escuchaba, acompasando los movimientos precisos de Constanza mientras ordenaba unos papeles. Tenía el cabello recogido en un rodete apretado, la camisa blanca perfectamente planchada y los lentes bajados sobre el puente de la nariz. Impecable. Intocable. Serena.
Una sombra se asomó en el umbral.
La puerta se abrió con suavidad y Gonzalo apareció, como si temiera perturbar algo sagrado. Constanza no levantó la vista.
—¿Necesitás algo del área administrativa? —preguntó, seca, sin pausa ni cortesía.
—No —dijo él, vacilante—. Bueno… sí. Quería hablar con vos. Pero no como jefe. Como… Gonzalo.
Eso bastó para que ella lo mirara. Lo observó en silencio, como si pudiera desarmarlo con los ojos. Sabía reconocer el nerviosismo en la mirada de un hombre. Más aún en la de Gonzalo Silva, que siempre intentaba mostrarse blindado.
—No suelo mezclar lo laboral con lo personal —respondió, tajante.
—Lo sé. Pero yo sí lo mezclé —admitió él—. Y metí la pata. Fuerte.
Ella se cruzó de brazos, alerta. No lo invitó a continuar, pero tampoco lo echó.
—Me equivoqué con vos, Constanza —continuó Gonzalo—. Me dolía tanto confiar en alguien que… no vi venir que vos no eras como ella. No eras nada como ella.
—No necesitás decirme esto —replicó Constanza, con una contención que la asfixiaba—. No me debés nada.
—Yo sí siento que te debo —insistió él—. Y que si me das una oportunidad, me gustaría demostrarte que puedo…
—Yo no soy tu redención, Gonzalo —lo interrumpió de golpe—. No soy la mujer que te va a salvar de tus heridas. Ya hice eso una vez por alguien… y lo enterré.
Silencio. Un silencio denso, desgarrador.
Los ojos de Gonzalo se nublaron. La voz le tembló apenas.
—¿Y si ya es tarde para mí?
Ella sostuvo su mirada. Y por un segundo, un destello de vulnerabilidad cruzó los ojos de Constanza. Pero se dio vuelta, como si necesitara el gesto para recuperar el control. Fingió buscar papeles.
—Tu secretaria tiene tu agenda completa. Buenas tardes.
Gonzalo entendió. Dio un paso hacia atrás. Dudó. La miró una última vez, como quien observa algo que ya perdió. Luego salió, dejando la puerta abierta por unos segundos antes de cerrarla.

Caminaba con paso firme, la carpeta apretada bajo el brazo, los informes de los nuevos acuerdos de exportación seguros entre mis manos. Cada taconeo sobre el piso lustrado parecía marcar el ritmo de mi determinación. Todo estaba bajo control… hasta que la vi.

Al pasar frente a la oficina de Gonzalo, algo me detuvo. Apenas podía distinguir lo que ocurría detrás del vidrio esmerilado, pero mi corazón se encogió al reconocer esa escena.

Rocío. Impecable, labios rojos, sonrisa calculada. Y frente a ella… Gonzalo.

Mi cuerpo gritó que me detuviera. Y entonces lo vi con claridad.

Rocío lo besaba. Directo, sin titubeos. En la boca.

Quise gritar, protestar, correr hacia él… pero me quedé paralizada. Gonzalo no correspondía, pero tampoco se apartaba. Esa indecisión me atravesó como un golpe.

Retrocedí. Una patada en el estómago no habría dolido más. Bajé la vista, tragué saliva con fuerza y giré sobre mis talones. Caminé sin mirar atrás. Nadie vio la lágrima que se formó en mis ojos y que no caía. Ardía. Todo ardía.

Gonzalo..

Me aparté de golpe, el rostro desencajado, furioso y confundido.

—¿¡Qué hacés, Rocío!? ¡Te dije que esto no iba a pasar! —grité, incapaz de disimular la mezcla de enojo y desconcierto que me recorría.

Ella sonrió, venenosa, como si disfrutara cada segundo de mi descontrol.

—Oh, por favor, Gonzalo. Vos y yo siempre vamos a tener esa chispa. ¿Qué te pasa? ¿Te molesta que justo ahora tu “secretaria” vea lo que nunca dejó de ser nuestro? —dijo, con esa voz cargada de veneno que me heló la sangre.

Abrí la puerta con violencia, como queriendo alcanzarla, como si con solo eso pudiera recuperar algo.

—¡Constanza! —exclamé, pero el pasillo estaba vacío.

La impotencia me golpeó de lleno. Pensé que se había ido, que había terminado, pero entonces la vi. Rocío fingía marcharse, caminando hacia la salida del pasillo, como si me ignorara, pero en realidad iba acechando con pasos calculados, buscando observarme desde cada ángulo, esperando cualquier reacción mía.

No había forma de alcanzarla. No había forma de reparar el daño que acababa de ver. Solo quedaba mi grito en el aire, el sonido de mi propia incredulidad, y la certeza de que, por un instante, todo lo que creía controlado se había quebrado.

✨✨✨✨

Constanza..

Bajaba los escalones con pasos rápidos, intentando alejarme de lo que había visto. Pero entonces, allí estaba ella: Rocío, perfecta, con esa sonrisa venenosa que olía a provocación.

—¿Te dolió vernos? —dijo, con su tono pesado de satisfacción—. Qué lástima, porque Gonzalo siempre vuelve a mí. Siempre lo hace.

Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Respiré hondo, tratando de calmar el nudo que me estrangulaba el pecho.

—No me hagas reír, Rocío —dije, con la voz cargada de hielo—. A él no le importás… y a mí menos.

Pero ella no se detuvo, acercándose peligrosamente:

—Él me contó cosas tuyas… Que lloraste por Nicolás. Que te cuesta confiar. Me habló de tu miedo a que no quieran a tus hijos… Pobre, tan vulnerable…

Mi sangre hirvió. Cada palabra era un puñal directo al corazón, un recordatorio de todo lo que me había abierto con él, y de lo frágil que había quedado ante la mirada equivocada.

—Sos patética —susurré, más para mí misma que para ella, mientras me alejaba. Caminé sin mirar atrás, con el corazón encogido, la rabia y el dolor mezclados en un amasijo imposible de separar..

Volví a mi oficina con la sensación de que algo se había roto adentro. Cerré la puerta con fuerza, dejándome caer sobre la silla. Todo parecía derrumbarse a mi alrededor y, por primera vez en días, las lágrimas escaparon sin aviso. Mi cuerpo temblaba, y la rabia se mezclaba con la vergüenza, con la humillación que Rocío acababa de escupirme como veneno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.