Segundas oportunidades. El amor que no esperaba

Los hermanos al rescate..

Gonzalo estaba concentrado, revisando unos documentos que exigían toda su atención, cuando la puerta de su oficina se abrió de golpe. El sonido seco lo hizo incorporarse de inmediato. No… ahora no… respirá, Gonzalo.

Frente a él, tres figuras se alinearon como un escuadrón. Ezequiel, alto, de porte imponente y voz grave. Mariana, con los mismos ojos expresivos de Constanza, chispeantes de firmeza. Y Soledad, la más directa, con el ceño fruncido y los brazos cruzados como si estuviera por dictar sentencia.

—¿Gonzalo Silva? —preguntó Ezequiel, aunque claramente sabía la respuesta.

—Sí. ¿Quiénes son ustedes? —respondió Gonzalo, tratando de mantener la compostura, mientras sentía el corazón golpeando en el pecho como un tambor. No muestres miedo… no podés.

—Los hermanos de Constanza —dijo Mariana, señalándose a sí misma y a Ezequiel. Luego, con un gesto hacia la tercera mujer, agregó—. Y ella es Soledad. Novia de Diego y cuñada por elección de la vida de Coni.

—¿Tenés un minuto? —preguntó Soledad, sin perder su tono filoso.

Gonzalo frunció el ceño. Estaba a punto de rechazar la intromisión, pero algo en sus rostros lo hizo pensarlo dos veces. Si ellos están aquí, es porque lo que hago importa. No podés arruinarlo.

—Si vinieron por temas familiares, les diría que lo hablen con ella directamente —respondió, tratando de mantener un tono profesional.

—No —interrumpió Soledad—. Vinimos a hablar con vos. Porque ella no lo haría. Porque es tan orgullosa y reservada que jamás te diría cuánto le dolió lo que pasó.

Gonzalo tragó saliva. Se apoyó contra el escritorio, sin sentarse. No podés defraudarla. No después de todo lo que ella soportó.

—Sé que la lastimé —dijo, con honestidad—. No era mi intención.

Ezequiel dio un paso al frente. Su voz fue tan grave como firme.

—No vinimos a escucharte justificarte. Vinimos a saber si valés la pena. Porque mi hermana no es una mujer para juegos. Es madre de dos chicos. Pasó cosas que ni te imaginás. Yo fui el que la acompañó al hospital cuando Nicolás tuvo su accidente. Y si vos viniste a meterle caos, a traerle el pasado envuelto en besos de tu ex, entonces más te vale alejarte ahora mismo.

Gonzalo apretó los puños. Respirá… demostrales que sos diferente. Mostrá que tu amor es real.

—Yo no busqué que Rocío apareciera. Pero no voy a negar que Constanza se cerró conmigo antes de eso. Y no porque no me importara… sino porque no me creyó capaz de sentir de verdad.

—¿Y sí? —preguntó Mariana, sin pestañear—. ¿La amás?

—Sí —dijo él sin dudar—. La amo. Amo a sus hijos. A esa nena que me mira como si fuera un superhéroe, aunque no lo merezca. A ese pibe que me enfrentó como un hombre cuando creyó que estaba jugando con su mamá. Y la amo a ella… con todo lo que es. Incluso cuando me deja afuera. Incluso cuando no me cree.

Un silencio denso se adueñó de la oficina. Ahora o nunca… tienen que sentir que pueden confiar en mí.

Soledad lo observó con una mirada más detenida, sopesando cada palabra.

—¿Y qué vas a hacer ahora?

—Voy a demostrarle que puede confiar. Que no soy su pasado. Que no me interesa jugar. Que esta vez no está sola.

Ezequiel bajó un poco la guardia. No sonrió, pero asintió con seriedad.

—Entonces no lo arruines. Porque no vamos a dejar que alguien más la rompa.

—Lo sé —dijo Gonzalo—. Y les agradezco que hayan venido. Porque si ella es así de fuerte, es porque tiene hermanos como ustedes. Ella merece esto. Yo debo estar a la altura.

Los tres intercambiaron una mirada, sorprendidos por la respuesta. No la esperaban. No de él.

Mariana fue la primera en hablar, esbozando una media sonrisa.

—No te ganaste el voto completo todavía. Pero… vas por buen camino.

—¿Van a decirle que vinieron?

—Ni locos —respondió Soledad mientras giraba sobre sus talones—. Pero más te vale que esto sirva de algo, Silva.

Gonzalo los vio salir, el corazón en un puño. No hay margen para fallar. No esta vez. No con ella. No después de todo lo que ella soportó.

---

Diego..

Salí de casa con el ceño fruncido, la cabeza llena de todo lo que Soledad me había contado. La verdad es que no me esperaba tener que hacer esto, pero había algo que necesitaba decirle a Gonzalo personalmente. Lo veía todo desde afuera: sus dudas, la manera en que lidiaba con la desconfianza de Constanza, los hermanos, Soledad… todo. Y sentí un peso en el pecho. No podía quedarme callado.

Lo encontré en la puerta de la oficina, a punto de irse, con la carpeta aún en la mano.

—Diego… me estoy yendo —dijo Gonzalo, un poco sorprendido de verme—. Ya terminé todo. Si hay algo de la oficina que hablar, lo hablamos mañana.

Le clavé la mirada, sin un gesto de broma.

—No, no quiero hablar sobre la oficina —dije, serio—. Te invito al bar de acá a la vuelta. Necesito hablar con vos.

Su ceño se frunció un poco más. Lo noté sorprendido por mi tono.

—Está bien… —respondió, casi en un susurro—. Vamos.

Caminamos en silencio hasta el bar. El murmullo de fondo, las copas tintineando y el aroma del café recién hecho no lograban disipar la tensión que traía conmigo. Cuando nos sentamos frente a frente, lo miré directamente.

—Fuiste a hablar con Patricia —empecé, con voz firme—, vinieron los hermanos, hasta vino mi novia, Soledad, a hablar con vos, para ver qué onda qué querés con Constanza. Pero no te acercaste a mí. Y eso me decepciona mucho.

Gonzalo abrió los ojos con sorpresa. No esperaba este golpe directo, y su cuerpo se tensó un instante.

—¿Y por qué tendría que preguntarte a vos? —dijo, con tono firme pero sin enojo.

—Porque así como Soledad, mi novia, es hermana del corazón de Constanza, Constanza es mi otra mitad, es la mamá de mi hijada, es la mamá de mis sobrinos, es mi hermana más chica —le respondí, dejándole claro que hablaba desde el corazón—. Y por ella doy mi vida. Jamás pensé en ella de otra forma sentimental, más que como una hermana a la que tenía que cuidar. Ella y Nicolás fueron lo mejor que la vida me pudo regalar, mis mejores amigos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.