Segundas oportunidades. El amor que no esperaba

6 meses después...

Gonzalo..

La terraza estaba tranquila, apenas movida por la brisa otoñal. David repasaba jugadas en su celular, con la camiseta de Boca puesta, como si el mundo no fuera más que una pelota. Me acerqué despacio, con el corazón golpeándome fuerte.

—¿Tenés un minuto? —le dije, intentando sonar sereno—. Necesito charlar… de hombre a hombre.

Me miró sorprendido, pero dejó el celular a un costado.

—Sí, claro. ¿Qué pasó?

Respiré hondo. Nunca me había sentido tan vulnerable.

—Hace seis meses que estamos construyendo esto —señalé el aire, pero en realidad hablaba de la familia—. Y cada día me convenzo más de lo que quiero para el resto de mi vida.

Me tragué la emoción, pero igual se me notaba.

—Quiero pedirle casamiento a tu mamá, David. Pero antes… necesito tu permiso.

El silencio pesó como un estadio entero conteniendo la respiración. Su mirada se me clavó adentro, y por un instante volvió a ser el nene que había perdido a su papá. Después vi al joven que estaba aprendiendo a amar otra vez.

—Sí, papá —me dijo con la voz rota—. Claro que sí.

Y me abrazó. Un abrazo fuerte, sincero. Yo lo apreté contra mí, sosteniéndole la nuca. No hubo más palabras. No hacían falta. Ese gesto lo decía todo: éramos familia.

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💍 La propuesta (Constanza)

Todavía no entiendo cómo lo organizaron sin que yo sospechara nada. El salón estaba iluminado con guirnaldas como luciérnagas, flores blancas y una música suave que me erizó la piel. Sentí las manos de Abi y David tirando de mí, guiándome hasta el centro, mientras las miradas cómplices de todos me envolvían.

Y ahí estaba él. Gonzalo. De pie, elegante, con los ojos brillando como nunca. En sus manos, una cajita pequeña. Mi corazón casi se detuvo.

—Connie… —su voz tembló—. Todo cambió desde que llegaste a mi vida. Me salvaste sin darte cuenta. Me diste una familia. Me devolviste el amor.

Se arrodilló. El aire se llenó de un silencio expectante.

—¿Querés casarte conmigo?

Me cubrí la boca, temblando. El corazón me latía tan fuerte que sentía que todos podían escucharlo. Las lágrimas se me escaparon antes de poder responder.

—Sí… sí, Gonzalo. ¡Sí!

El salón estalló en aplausos, risas, abrazos. David y Abi me rodeaban, Gonzalo me abrazaba fuerte. Era un sueño hecho realidad, la vida dándome otra oportunidad.

Pero de repente… la puerta se abrió. Y el aire se cortó como un vidrio.

Horacio.

Entró con paso firme, el rostro duro, los ojos llenos de un rencor que me heló la sangre.

—¿Esto es en serio? —su voz tronó—. ¿Una fiesta para borrar a mi hijo? ¿Para reemplazarlo?

El murmullo se apagó. Nadie respiraba. Sentí que las piernas me temblaban, pero di un paso al frente. No encontré las palabras. No pude.

Fue entonces cuando escuché la voz de mi hijo.

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👊 La sombra del pasado (David)

Me ardían las manos cerradas en puños, pero no iba a callarme. Caminé hacia adelante, con la frente alta.

—Vos no venís a defender a mi papá —le dije mirándolo directo—. Venís a calmar tu culpa.

Horacio se quedó quieto, sorprendido.

—Él te esperó años. Y cuando se fue… vos no estabas. Perdiste el derecho a juzgar.

Me temblaba la voz, pero no bajé la mirada.

—Yo nunca me voy a olvidar de mi viejo. Lo amo. Pero aprendí que se puede amar sin dejar de recordar.

Giré hacia Gonzalo. Lo vi todavía de rodillas, abrazando a mamá, con los ojos llenos de emoción.

—Y él me cuidó cuando vos ni llamabas. Así que si querés quedarte, respetá. Y si no… mejor no vuelvas.

El silencio fue total. Horacio bajó la mirada, sin palabras. Yo respiré hondo, como si me hubiera sacado un peso de encima.

Mamá me tomó la mano. Gonzalo se levantó, la abrazó y nos miró con los ojos brillando.

—Te amo —le dijo a ella, pero lo escuchamos todos—. Ahora más que nunca.

Y supe, con certeza absoluta, que ese amor no lo iba a romper nadie.




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