Segundas oportunidades. El amor que no esperaba

El gran día

David

No sé por dónde arrancar… pero bueno, vamos. El cielo estaba despejado, y la brisa movía esas telas vaporosas de la pérgola como si todo el universo supiera que hoy era nuestro día. Yo estaba al lado de Gonzalo, que tenía ese traje azul medianoche impecable y esa mirada que siempre me hace sentir… no sé, que todo va a estar bien. Traté de no mirar demasiado, porque la emoción me iba a matar.

—Va a estar bien, pa —le dije bajito, casi murmurando. Porque, seamos sinceros, uno no tiene ni idea de cómo se maneja una boda de la propia vieja. Pero él me dio un asentimiento y respiré un poco mejor.

Y de repente cambió la música. Y ahí apareció ella. Mi vieja. Flotando, posta. Tomada del brazo de Ezequiel, con el vestido blanco más simple y perfecto que uno pueda imaginar, y esos ojos… esos ojos que me hicieron sentir que todo lo malo de los últimos años se podía borrar con una sonrisa.

Abigail iba adelante, tirando pétalos como si supiera que estaba haciendo magia. Pequeña y perfecta, con esa sonrisa que te revienta el corazón. Yo me quedé quieto, respirando de a ratos, tratando de no llorar, aunque sabía que no iba a durar mucho.

Cuando llegaron al altar, Ezequiel le dio la mano a Gonzalo con un apretón que decía “cuidala”, y yo pensé: Sí… este tipo realmente la cuida, y nos cuida a nosotros también.

El pastor empezó a hablar, y no voy a mentir: me agarró de sorpresa. Eso de que el amor aparece como un susurro entre ruinas… me hizo acordar a todo lo que mamá y Gonzalo habían pasado para llegar a este día.

Gonzalo agarró las manos de mamá y empezó a hablar. Al principio le temblaba la voz, pero después se soltó. Cada palabra que decía me hacía pensar: Este hombre no solo va a ser su marido… va a ser nuestro papá de verdad. Cuando dijo:

—Te amo con tus luces y tus sombras… prometo amarte sin condiciones…

Yo sentí un nudo en la garganta. Y cuando le tocó hablar a mamá… bueno… ahí directamente me quebró. Lo que dijo, cómo lo dijo… me hizo recordar todas las veces que la vi sufrir sola y todas las veces que la vi levantarse fuerte. Y ahora la estaba viendo entregarse de nuevo. Me agarré fuerte de la mano de Abi, y la abracé sin decir nada, porque no había palabras que alcanzaran.

Cuando Gonzalo nos incluyó en sus votos… puff. Me sentí abrazado por algo mucho más grande que nosotros. Prometió cuidarnos, escucharnos, estar cuando lo necesitemos… y yo pensé: Sí, este tipo está eligiendo ser nuestro papá. Y mamá lo eligió a él.

Cuando nos declararon marido y mujer y se besaron… uff. No sé si alguna vez en mi vida vi a mamá tan feliz, tan tranquila, tan completa. Y yo estaba ahí, siendo parte de eso. Parte de esta familia que habíamos construido entre cicatrices, abrazos y risas.

Después vino la fiesta. Ellos bailaron el vals, girando lento entre aplausos, y yo no podía dejar de mirar. Mamá bailó un ratito con Horacio, y yo los observaba desde la pista, pensando: Todo esto valió la pena. Todo.

Abigail corría alrededor tirando risas y pétalos, y yo la miraba y pensaba en cómo estos pequeños momentos son los que te marcan para siempre. Cada abrazo, cada sonrisa, cada lágrima… todo.

Y mientras los miraba, mientras veía a mi vieja sonreír así… supe que lo mejor no era la boda. Lo mejor… recién empezaba. Que ahora éramos una familia de verdad, completa, y que nada nos iba a separar. Porque sí, capaz que todavía había miedos, problemas, días de quilombo… pero mientras estuviéramos juntos, todo iba a estar bien.

Y ahí, con ellos abrazándose, con Abi corriendo y Gonzalo mirándonos con esa sonrisa tranquila… yo entendí algo que hasta ese día no había entendido del todo: el amor de verdad no se ve solo en los besos o los votos. Se ve en cómo nos elegimos todos los días, con errores y todo, y aún así decidimos quedarnos juntos.

---

Nota de autor 💌

Este capítulo tiene un pedacito muy especial de mí.
Cuando era chica, mi papá falleció por una enfermedad, y ya pasaron más de veinte años desde entonces. Mi mamá nunca rehízo su vida… y muchas veces me quedé pensando cómo habría sido si alguien como Gonzalo aparecía en su camino.
Por eso quise que este capítulo lo narrara David. Porque, en el fondo, él dice cosas que yo también siento: la emoción de ver a una madre volver a sonreír, la paz de ver que el amor puede renacer incluso después del dolor.
Escribirlo fue como abrazar a esa parte mía que todavía extraña, pero también como regalarle una historia nueva a mi mamá, una donde alguien la cuida, la elige y la hace feliz.
Si llegaste hasta acá y te emocionaste, o pensaste en alguien que merecería una segunda oportunidad en el amor… entonces, gracias
Eso era exactamente lo que quería transmitir.

Corazónfeliz




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.