Capítulo # 12
En Venezuela.
En la mansión Greco Di Rossi.
Fiorella disfrutó que su primo, con ella y sus hijos, los pequeños, se habían ido a jugar a la sala de juegos y ellos se quedarían platicando en la sala mientras tanto.
—Te ves muy bien —comentó Gabriela al mirar como Fiorella estaba un poco más llenita, se veía tan linda así.
—Estoy embarazada —les conto, observó como su esposo sonrió levemente—. No fue planeado y bueno…
—Prima, esta vez será diferente y todo saldrá bien —aseguró su primo con cierta preocupación.
—Me he sentido bien, un poco mareada, algunas veces —confesó tranquila, eran tantos años que no había quedado embarazada, que esta vez sintió un poco de temor.
—Todo pasará y tendrás un bebé completamente sano —aseguró su primo.
—Yo no me veo con más hijos —confesó Gabriela con una leve sonrisa y observó como su esposo la miró divertido—. Tres hijos son más que suficiente.
—Gael y Luciana viven peleando por todo —contó Josué divertido—. A veces parece un campo de batalla.
—Por suerte Priscilla se lleva bien con Thiago, a veces él quiere ser autoritario y le recuerdo que su hermana nació primero —les confesó Máximo como escuchó un llanto y salió corriendo, era de su hija la conocía bien, cuando llego vio que Priscilla estaba sangrando como Xavier intentaba detener la sangre porque era el más grande del grupo—. ¿Qué pasó? —preguntó con terror y revisándole la herida que era profunda.
—Me corté papi —logró decir la pequeña llorando sin desconsuelo, no se había fijado que estaba rota una ventana y que habían caído pedazos en el suelo.
Máximo había envuelto la herida y tenía que salir a urgencias con ella, era grande y tenía miedo de que no se detuviera, con mucho cuidado salió corriendo con ella de la sala de juego y llegando a la sala, Xavier venía atrás de él asustado porque no la había podido proteger.
—¿Qué le pasó? —preguntó alarmada Fiorella levantándose del sofá para mirar la herida de su princesa.
—Para ver —habló Josué acercándose a su sobrina, veía como lloraba sin contenerse—. Es profunda, como cinco a seis puntos —anunció mirándolo y habló—, te llevo.
—Espérame —dijo Fiorella para buscar su cartera e irse con su esposo.
—Quédate aquí —ordenó él—, será rápido.
—Llévala que me iré con Gabriela.
—Me parece bien —dijo mirando a Josué como estaban esperándolo y salieron a llevarse a la niña a urgencias.
Xavier, se veía asustado y abrazo de su madre.
—Es mi culpa.
—No cariño —dijo dulcemente Fiorella—. No es culpa de nadie, tu primita estará bien —aseguró ella.
Los niños llegaron corriendo hacia sus madres, preocupado por la niña y que había pasado realmente.
Gabriela fue para la sala de juego y le enseño a Fiorella lo sucedido, ella se había molestado mucho porque desde que Olivia se había ido de su hogar no había podido encontrar a nadie de su confianza y tenía dos novatas que solo habían traído problemas, tendría que despedirlas y traerse algunas que trabajaran con su padre y que estuvieran dispuestas a mudarse a Venezuela.
A los diez minutos se fueron para la clínica a saber de Priscilla.
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En la clínica.
Josué estaba jugando con la niña, estaba entreteniéndola para que pudieran saturar, vio a Máximo pálido y asustado cuando el médico les comunicó que se había lastimado una vena principal de la mano y que tendrían que esperar que se recuperara para saber si quedaría con alguna limitación, la cortada había sido grande y la pequeña decía que no movía muy bien su dedo medio.
A Máximo le causo mucho estrés y se llevaría a su hija a Italia, allá podrán evaluarla bien y que no tenga ninguna limitación, sus hijos eran sanos para pasar por algo malo.
La enfermera había llegado y empezó a coser la herida de la niña, la pequeña no sintió dolor porque le habían colocado anestesia, su tío la estaba haciendo reír, mientras que su padre la veía desde la puerta.
Gabriela y Fiorella llegaron a la clínica, en eso vieron venir a Josué cargando a la niña y Máximo con una cara de preocupación, ella intentó no asustarse porque su hija estaba sonriendo y disfrutando de su paleta, tuvo que dársela el doctor porque sus hijos no comían dulce muy seguido.
—Mañana viajamos a Italia —anunció su marido al acercarse a ella.
—¿Qué pasa? —preguntó Fiorella a su esposo.
—La herida fue profunda Fiore, tiene que verla un especialista y eso será en Italia —explicó cómo quería gritar y llorar, no quería que su princesa se sintiera limitada—. Una vena quedó comprometida y si es de operarla la opero.
Gabriela había quedado pasmada por aquella información, porque Priscilla era tan pequeña.
—Viajemos esta noche —dijo Máximo, no quería esperar más.
—Mi amor, estás muy ansioso —dijo ella como su hija estaba tranquila.
—No entiendes Fiore, no quiero que mi hija viva limitada o acomplejada porque no pueda hacer algo por sí sola —confesó abatido e intentando no llorar, su hija se había portado fuertemente. Al escuchar las palabras del médico lo había puesto muy mal, no creía que podría ser tan grave.
—Hagámoslo —dijo ella abrazándolo—, déjeme preparar las maletas y salgamos.
—Yo tengo mi avión privado listo —dijo Josué, casualmente viajarían a Italia en unos días.
—Vamos por las cosas de los niños y nos vamos a Italia, conozco un amigo que es especialista y no me voy a dormir con ella —aseguró con seriedad.
Fiorella quería cargar a su hija y llenarla de mimos, pero no podía hacerlo por su embarazo, esperaba que todo pasara para quedarse con ella y saber cómo pasaron las cosas.
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En Italia.
En la casa de playa.
Xenia se había quedado dormida, después de hacer el amor con su esposo, estaban pasándola genial.