¿seguro que me amas?

Capítulo # 13

Capítulo # 13

En la mansión Di Rossi.  

Pedro se encontraba apoyando a su hija, no debía de ser nada fácil lo que iba a pasar la pequeña, tenía suerte que el médico la vería de una vez.

Máximo había salido con la niña en brazos y miró a su esposa que estaba sentada en el sofá platicando con la familia.

—Amor, me iré con Josué, Gerardo y Mario para la clínica, no te angusties.

—Maxi, es mi hija y no quieres que vaya contigo —dijo ella sintiéndose mal que su marido no quisiera que fuera con su hija.

—Es por tu bien, quiero que te quedes —pidió con voz suave.

Ella quería protestar y su padre hablo: 

—Fiore, hazle caso…

Hizo un gesto que no y su hermana Blanca intervino.

—Deja que se lleve a la niña.

Fiorella los miró molesta, ella quería estar con su niña y su familia no lo permitía, estaban confabulándose en contra de ella.

—Pero…

—Aquí te quedarás —habló su hermano seriamente—. Si llega a pasar algo, te llamaré.

—Está bien —dijo ella.

Máximo salió con la niña en brazos y con sus acompañantes.

Ella esperó que se fueran para poder expresar lo que estaba sintiendo con su familia.

—Máximo, está vuelto loco —dijo con cierto dolor—, lo del bebé y Priscilla es una locura.

—¿Estás embarazada? —preguntó incrédulo Maximiliano.

—Sí, estoy de cuatro meses —les comentó y vio el asombro de toda la familia—. Me enteré hace un mes y medio, no queríamos decir nada —y se levantó para que vieran su pancita—. No se nota tanto.

—¿Y saben que es? —preguntó con emoción su suegra.

—Todo parece indicar que es una nena —respondió con cierta sonrisa.

—Otra niña —dijo decepcionado su suegro—. Puras, niñas, solo tengo de nieto a Thiago y Marcello.

—Cariño, no seas así —dijo su mujer que tenían más nietas que nietos.

—Es verdad, Mariano tiene dos niñas y un niño, Mario tres niñas y ahora Máximo tendrá dos niñas y un niño.

—Es la ley de la vida —dijo Clara seriamente.

—Lo único que deseo que mi hija esté bien —dijo Fiorella con el corazón en un hilo.

.

.

En el camino hacia la clínica, Máximo llevaba en sus piernas a su hija que venía dormida, sabía que su pequeña no había dormido bien por el dolor en su mano y la idea de que su hija la tuvieran que operar lo aterraba.

Al momento de llegar estaban esperándolos, Máximo hablo con su hija que le harían algunos exámenes y que se portara bien, ella había asentido y fue evaluada.

Gerardo necesitaba hablar con su cuñado, no le había gustado la actitud que había tenido con la familia, podía entender que estuviera angustiado por la niña, pero al punto que estaba frenético, como si alguno de la familia le quisiera hacer daño a la niña.

—Cuñado, cálmate —dijo seriamente, veía como caminaba por el pasillo nerviosamente y con aquella ansiedad—, compórtate. Yo también soy padre y estás volviéndote loco Máximo.

—Es verdad —habló Josué seriamente, si seguía en ese estado le daría algo—. Pareces un lunático Máximo, bájale dos. 

—Es mi hija —les dijo realmente molesto, no quería que su hija pasara por ninguna dificultad.

—No peleen —intervino Mario, los veía demasiado tensos y podrían decir algo que pudieran arrepentirse.

Máximo se había sentado a esperar que viniera su niña en compañía de la enfermera.

Veinte minutos después, una enfermera anunció que se reunieran en el consultorio del especialista.

Máximo se había ido casi corriendo para saber de la salud de su niña, Josué y Gerardo se miraron con cierta seriedad, sintieron que estaba muy exaltado.

—Dígame —dijo entrando y vio como su hija estaba riéndose a carcajadas con el médico que estaba jugando con ella con cuidado.

—Papi —dijo la niña feliz.

Máximo había ido hasta ella y la tomó entre sus brazos, con aquel cuidado para no lastimarla.

—Excelente paciente, se dejó hacer las pruebas necesarias y puedo decir con certeza que la niña está perfectamente bien, tienen que cuidar muy bien su herida y no comprometido la vena principal —explicó con una sonrisa y aclaro—. Como fue profunda se confundió y obviamente tenía que decirte su preocupación. Hizo bien en informarte para que te movieras con la niña. 

—Por lo que estoy entendiendo —habló Josué mirándolo—. ¿Todo bien?

—Perfectamente, bien —aseguró el especialista y miró como la niña le sonrió—, estaba muy tensa y nerviosa, me confesó que su papito estaba muy asustado.

Máximo observó como las mejillas de su hija se ponían rosadas de vergüenza. Así estaba él asustado que su nena lo había percibido y sé lo había confesado al médico.

—Es mi niña —confesó él apenado.

—Eres un excelente padre, de verdad lo felicito por venir y moverse rápido por la salud de su hija —diciéndoselo de verdad, muy poco padres se preocupaban por alguna cortada de profundidad.

—Papi, tengo sueño —expresó la pequeña bostezando, aferrándose a los brazos de su padre.

—Muchísimas gracias —dijo Mario con una sonrisa.

—Por favor, págale por mí —pidió Máximo saliendo del consultorio con su hija en brazos, atrás de él fue Josué.

Quedando Gerardo y Mario en el consultorio.

—¿No estás mintiendo? —preguntó Mario a su amigo.

—Para nada, es cierto —afirmó mirándolo.

Su amigo se había sentado y le había hecho un cheque.

—Toma, gracias por todo.

—A la orden —dijo risueño.

Ambos salieron del consultorio, necesitan reunirse con Máximo y Josué, eran capaces de dejarlos botados en la clínica.

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En la casa de playa.

Matteus había llegado a la casa de playa, encontró a su mujer acostada en el suelo, escuchando música, sonrió porque su mujer cada día se iba abriendo más y más con él, le había demostrado quién era ella y haría que fuera superando sus traumas.




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