Capítulo # 15
En la clínica.
Diego no daba crédito a lo que veían sus ojos, como su hijo estaba tan golpeado al punto que dudaron que había sido una golpiza, creían que un auto lo había atropellado, tenía las costillas fracturadas, perdió dos dientes por los golpes que se había llevado con un bate de beisbol, su rostro estaba tan irreconocible por la inflamación, se le había hecho difícil dar con él.
—Hijo —habló con dolor, maldiciendo a la persona que le había hecho daño.
—Padre —logró decir, abriendo un ojo, porque el otro estaba completamente cerrado por la inflamación—. Me vengaré.
—¿Quién fue? —preguntó con furia.
—Matteus Di Rossi —logró decir adolorido.
Diego palideció, en estos años que había investigado a su hija con la familia Di Rossi sabía que él era de cuidado, si le había dado la golpiza a su hijo era porque tuvo que enterarse lo que Dino le hacía a Xenia cuando era una niña.
—Olvídalo, logré encontrar un dinero para que escapemos —anunció mirándolo con autoridad.
—Padre, mira como estoy —dijo indignado que no pudiera moverse por la golpiza que le dieron.
—Dino, de seguro Xenia, le contó todo a Matteus sobre el abuso que sufría por tu parte —expresó con cierta molestia y veía en la mirada de su hijo que era cierto—, olvidémonos de ella.
—No, ella tiene que darnos dinero —insistió él.
—No tiene que hacerlo, y lo sabes bien —le recordó cruzando los brazos y habló—: Ella no es mi hija y tú la odias porque tu madre la consentía más que a ti.
—Xenia es el producto de una infidelidad y tú lo aceptaste.
—Era eso o perder a tu madre para siempre —dijo con seriedad, amaba tanto a Ximena que no le importaba que le fuera infiel y acepto ese embarazo a regañadientes. Al nacer Xenia se podía notar que ella prefería a la niña que a ellos y creció ese odio hacia ella. En especial el de su hijo por su media hermana y permitió todo lo que su hijo le hacía, por venganza de lo que sintieron por culpa de Ximena.
—No me lo recuerdes, odio tanto a Xenia… Ella, destruyo a mi familia —dijo con tanto odio y rencor.
—Olvidemos que ella existió —propuso seriamente.
—Tengo que vengarme —expresó con tanta rabia.
—Olvídate de ellos —aconsejó y lo miró con seriedad—. Duerme Dino.
Diego había salido de la habitación, tenía que comunicarse con Matteus Di Rossi y cerrar la página de Xenia de una vez. No quería saber nada de ella y ella nada de ellos. Sería lo mejor para ambas partes.
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En la mansión Di Rossi.
Fiorella se había reunido con la familia en el jardín junto con su marido, Kenya no paraba de reírse por las ocurrencias de Josué y contándole las travesuras de sus hijos. En especial de Gael, que era un torbellino.
—Mami —pidió Priscilla con muchas ganas de su madre, le cargara y la mimara.
—Ven aquí —pidió Fiorella y su esposo se la había subido en sus piernas para que pudiera malcriarla.
Matteus había recibido un mensaje de su mano derecha, su suegro Diego Ricci quería comunicarse con él, le pareció bien porque podría alejarlos de su mujer y terminaría con esa tortura para Xenia.
—Me tengo que ir —anuncio a su familia, observó la mirada de desagrado de su prima Fiore—. Lo siento, vendré después.
—¿Tienes una reunión? —preguntó su hermana Jenny.
—Sí —dijo despidiéndose de las mujeres con un beso en la mejilla y a los hombres con un abrazo.
El hombre había salido de la mansión con aquella mirada sombría, saber que su suegro quería verlo, era porque supo de la golpiza que le había dado a su hijo Dino.
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Xenia había salido de la universidad, no sabía a donde ir, y miró a su guardaespaldas Ciro para que la llevara a comprar unas cosas para Matteus.
En unos años podía comprarle con su dinero de todo lo que él le había dado.
—Señora —habló Ciro deteniéndose en una tienda de ropa de caballero—. Al señor le gusta este tipo de ropa.
—Gracias, Ciro —habló ella con emoción, entrando a la tienda de hombre y le compraría unas camisas de los colores que le gustaban a él.
—Estoy seguro de que al señor le encantara —aseguró Ciro con certeza.
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Dos horas más tarde.
En la empresa Di Rossi.
Matteus estaba esperando a que entrara Diego a su oficina.
—Señor —anunció su secretaria—. Llegó el señor Diego Ricci.
—Hágalo pasar —ordenó con una mirada fría.
El hombre había entrado a la oficina con una mirada de odio hacia Matteus, por lo que le había hecho a su hijo.
—Suegrito —lo dijo en un tono de burla, notando la furia en los ojos de él—, no le gusto la golpiza que le di al poco hombre de su hijo.
—Maldito, como pudiste hacerlo —dijo perdiendo los estribos.
—Eso lo hará reflexionar que no debe de tocar a ninguna mujer —dijo con cierta calma y cruzando los brazos—. ¿Qué quiere?
—Por poco, matas a mi hijo —dijo sentándose en la silla para mirarlo de frente —. ¿Por qué lo hizo?
—Por la sencilla razón, que mi amada esposa sufre de pesadilla por causa del trauma que le dejó —levantándose de su silla y enfurecido—. No sabe cómo me duele que Xenia sufra, se supone que son su familia.
—Xenia no es mi hija biológica —confesó con cierta molestia—. Mi mujer me engaño y ella fue el producto de su engaño.
—Eso no justifica que lastimaran a una niña inocente —dijo en defensa.
—Tú no entiendes nada, por amor aceptas a una bastarda que no era tuya y que tu mujer muera —dijo enojado—. No debí quedarme con esa niña, legalmente era mi hija, pero genéticamente no es mía.
—¿Por qué no se la entregó a su verdadero padre? —preguntó odiándolo aún más.
—Ni sé quién es, nunca me lo dijo Ximena —aclaro él y cruzando los brazos—. Quiero que ella no tenga nada conmigo. Yo te la entregué y mi hijo insistió en comunicarse con ella porque necesitamos dinero.