Capítulo # 17
En la mansión Di Rossi Bianco.
Alex observó como su hija dormía profundamente en los brazos de su mujer, su pequeña era tan rubia como lo era su cuñada, se parecía tanto a ella físicamente que era asombroso que la genética Di Rossi no había ganado esta vez, porque su mujer le había explicado que Georgina se parecía a su abuela paterna y por eso, que la niña se parecía tanto a su hermana y por eso tenía a una mini Georgina a su lado.
Él había tomado a su hija entre sus brazos y con cuidado la había llevado a la habitación con delicadeza para que no despertarla, esperaría que su hija durmiera profundamente y que no despierte. Le encantaría tener un varón en unos meses, su esposa no estaba cuidándose.
Kenya se había ido a su habitación, había entrado al baño y fue a darse una ducha deliciosa, para hacer el amor con su marido. Como ansiaba los momentos con él y que a veces su hija se ponía de un humor que no permitía que hicieran nada. Era muy celosa y territorial con su amado.
Alexis había salido de la habitación de su hija y se había reunido con su esposa, al abrir la puerta de la habitación escucho el sonido de la ducha, se iba quitando la ropa y meterse en el baño para disfrutar de unos momentos a sola con ella.
Kenya había sentido las manos de su marido tocándola dulcemente, amaba cuando la tocaba porque a veces podía ser dulce como apasionado, demostrándole que podía tener el cielo y el infierno al mismo tiempo. Ella había girado y lo beso con lujuria, necesitaba tanto que la hiciera suya y que su segundo hijo llegara pronto, quería que su princesa fuera una hermana mayor maravillosa.
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En la casa de la playa Di Rossi Ricci.
Xenia se había quitado las sandalias y sintió la arena en sus pies, le encantaba estar ahí y venir algunas veces a solas, su marido lo sabía porque Ciro no la desamparaba.
Matt la había cargado y había salido corriendo con ella en sus brazos, escuchó la risa de su mujer que estaba disfrutando de sus mimos, cada día la amaba más y como anhelaba tener un bebé que tenga tantos de los dos y esperaría el tiempo necesario para ser padre.
Al llegar a la casa, la había bajado para que pudieran ir a la habitación y disfrutar en pareja, era su aniversario. Ella se había separado y camino hacia la cocina, observó todo decorado y sonrió de satisfacción, como su esposo era tan atento con ella.
—Me encanta.
Matteus se había quedado extrañado, no había tenido tiempo de organizar nada y recordó que le había pedido a Sandro que improvisara, todo le había quedado genial.
—Huele delicioso —expresó ella abriendo la olleta de comida.
El olor de la comida le daba náuseas a su esposo y se marchó corriendo para vomitar, tenía semanas en ese plan y le insistió su mujer que se realizara unos exámenes de sangre. Creía que era el estrés que estaba teniendo últimamente, a veces se mareaba, vomitaba o arqueaba demasiado, esperaría que pasara y que no fuera nada malo.
Xenia se había preocupado, su marido era muy terco a la hora de visitar un doctor, todavía recordaba cuando sufrió el accidente y como permitió que ella lo cuidara, sabía que era un paciente bastante complicado y prefería evitar que se enfermara.
Había llevado su mano en su vientre y lo acaricio con cuidado, tenía un mes y medio que su periodo no bajaba, por eso sospechaba del embarazo porque no había tenido ningún síntoma y creía que esta vez si se le daría llevar en su vientre el primer bebé Di Rossi Ricci. Últimamente, había querido investigar sobre su pasado, en especial, quién sería su padre biológico, pero su esposo se negó a que buscara a ese hombre por temor que fuera peor que Diego y volviera a sufrir.
—Asco —expresó él limpiándose la boca con una toalla y mirándola como estaba sonriendo—. No es gracioso.
—Me daría mucha risa, si estuviera embarazada y que tú tuvieras los síntomas —bromeo acercándose a él y le había dado un beso en la frente—. ¿Estás bien? Podemos dejarlo para mañana.
—Es nuestro aniversario y sería una locura no celebrarlo —dijo con cierta molestia, no sería justo.
—Amor, somos muy activos sexualmente —dijo ella con una mirada llena de ternura, por ver como hacía puchero—. En la mañana lo hicimos y dos veces.
—Llegamos tarde al trabajo —atrayéndola a su cuerpo y besando su cuello—. Amo tu olor.
—No seas así —dijo con la piel de gallina y como su esposo en nueve años seguía haciéndole sentir tantas cosas—, no me gusta cómo me haces sentir algunas veces.
Él sonrió besando su cuello y con sus dedos acariciaban su cuerpo, como le fascinaba, como la hacía sentir, como Xenia había aceptado la ayuda de la psicóloga y como había mejorado su personalidad y autoestima, disfrutaba mucho el sexo y era más atrevida, había superado el tema de su primera vez y para ayudarla, le propuso que practicara defensa personal y lo estaba haciendo.
Ella le había sonreído y logró separarse de él un poco.
—Tengo mucha hambre.
—Comamos y luego seguimos en la fase dos —bromeo él.
La mujer quería decirle algo y se había sentido un poco agotada, se logró sentar y soltó un suspiro.
—Tengo que tener anemia
—En unos días nos haremos unos exámenes, últimamente me la paso mareado, con náuseas y vomitando, creo que he perdido hasta peso.
—Si estás un poco delgado —habló con una sonrisa en los labios.
—Voy a servir la comida —dijo, camino hasta los platos y acomodo todo en la mesa para empezar a servir la comida. Su mujer comía demasiado, amaba como se alimentaba, era de tan buen comer, era difícil que se negara a una comida.
Xenia se había levantado para ayudarlo y poder degustar la comida, en eso suena el celular de ella y era un cliente.
—Buenas noches —habló ella con un tono de voz profesional.
—Buenas noches, abogada. Me gustaría hablar con usted mañana —pidió el hombre desesperado.