¿seguro que me amas?

Capítulo # 23

Capítulo # 23

En la clase de piano.

Georgina estaba disfrutando de escuchar a su abuelo contándole anécdotas de su tía favorita, en eso escucharon como la profesora de música estaba nerviosa.

—Señor, tiene que irse —pidió ella, la había llamado Kenya para avisarle que iría por la niña.

La niña miró a su maestra con cierto miedo, porque se ponía en ese estado.

—Deja que llegue mi hija —le dijo con suavidad, no podría seguir ocultando que veía a la niña a escondidas de la pareja, su enfermedad estaba llevándoselo y al menos quería que su nieta se llevara de él un bonito recuerdo.

La mujer lo miró horrorizada, no quería perder su trabajo y menos que la familia Di Rossi la desprestigiaran de alguna forma.

El timbre sonó, el anciano se había levantado de su silla para recibir a su hija, al abrir se había encontrado con Kenya sonriendo, esa sonrisa se iba desvaneciendo y le dio un rempujón de terror para buscar a su hija.

—Geo —la llamó con aquel pánico.

—Mami —dijo la pequeña aferrada al pantalón de su abuelo materno.

—Ven aquí —le ordenó su madre con el pavor en su mirada.

—No vayas a pelear con el abuelo Valentino —le pidió aferrándose a él.

—Kenya, tenemos que hablar —le pidió, observó que su hija estaba horrorizada, era inevitable, había sido un desgraciado con ella y era entendible que le tuviera miedo.

—Aléjese de mí y mi hija —le ordenó intentando quitarle a la niña, pero su hija se aferraba a su abuelo—. Geo, por favor.

—Sé que el abuelito había sido malo contigo, él me lo dijo —soltó llorando Georgina—. Él no es malo, solo quiere lo mejor para mí, se va a morir muy pronto.

—¿Por qué le dices mentira a mi hija? —preguntó perdiendo la paciencia.

—Es verdad —dijo con pesar y se inclinó para que su nieta se separara de él—. Ve con tu mami, siempre estarás en mejores manos. Tu mami te ama mucho.

—Y yo a ella —dijo llorando sin quererlo soltar.

—Kenya, necesitamos hablar —le volvió a pedir.

—Por favor, llévese a la niña de aquí —le pidió a la maestra.

La mujer obedeció y tomó entre sus brazos a su alumna, se alejaron de ellos.

—Eres un maldito, te odio con todo mi ser.

—Soy tu padre y no pienso ser el papá bueno —dijo con cierto rencor—. Solo quiero dejarle toda mi fortuna a Georgina como es debido, mis días están contados, tengo una enfermedad que día a día está consumiéndome y ella es mi legítima nieta.

—Es hija de tu bastarda —le recordó con cierto odio.

—Aborrezco el día que te concebí, no debí acostarme con tu madre —le aclaró con molestia—. Ella era hermosa, complaciente y le gustaba todos mis fetiches.

—Podrías ahorrarte eso —pidió escandalizada.

—No voy a decir que tu madre fue una prostituta porque es una mentira —le aclaró—, fui su primer hombre y ella fue fiel hasta donde se pudo.

—Ya basta, no quiero saber nada de eso —le pidió molesta.

—Georgina, tendrá todo mi poder, así que no quieras, ella es la única heredera de mi fortuna, no te preocupes, nunca he estado metido en la mafia como algunos creen —le aclaró, no quería dejarle a la niña algún peligro—. Si mis cálculos me fallan estaré muriendo en menos de dos o tres semanas.

Kenya abrió los ojos con asombro, era cierto que estaba muriéndose de verdad.

—Permite que Georgina tenga al menos un bonito recuerdo de un buen abuelito, no voy a negarte que mi plan era llevármela y criarla para mí, al conocerla y saber que es una niña feliz, no podría hacerlo, les hice daño a mis dos hijas, aunque me pese eres mi hija y ella no merece que también le haga daño.

—No te creo nada —dijo Kenya dudando de sus palabras.

—Kenya, puedo entenderlo perfectamente… No le hagas daño a la niña, no la regañes, no la castigues, no denuncies a la maestra de piano…. Sabes como soy y como actuó.

—Lo sé perfectamente —dijo con una mirada asesina.

—No quiero peleas con nadie —aclaró seriamente—, no permitas que Alexis intervenga en esto.

—Lo siento, es mi esposo y no le oculto nada —le aclaró con seriedad y cruzando los brazos en símbolo de molestia—. Nunca le ocultaría nada.

—Eres terca y obstinada, talvez si hubiera dejado a un lado mi orgullo te hubiera querido.

—El pasado es pasado, no pienso comenzar de nuevo —le advirtió.

—Kenya, eres una madre maravillosa, excelente y nunca, pero nunca dudes que lo eres —dijo con sinceridad—. Sé que te cause daño, no podré pedirte perdón, porque no me nace, no lo siento y no seré un hipócrita a estas alturas de mi vida.

Ella se le había dibujado una sonrisa en los labios, ese era el padre que conocía y conoce, ese hombre frío, calculador y con una debilidad que solo la tuvieron tres personas en la vida, su madrastra, su hermana y ahora su hija.

—Hablaré con mi esposo, depende de lo que lleguemos, me comunicaré contigo —le informó saliendo de la sala y fue en busca de su hija, la cual estaba esperándola asustada y la tomó entre sus brazos.

—Cariño, hablaremos al llegar a casa —dijo con cierto temor de desmayarse con la niña en brazos, le temblaban las piernas horriblemente logrando que uno de sus hombres fuera a ayudarla, sin pensarlo le pidió que la llevara a la mansión, le urgía ver a su marido y llorar en sus brazos.

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En la mansión Di Rossi Ricci.

Xavier y Pía estaban platicando, hasta que llegaron Matteus en compañía de su mujer, les habían traído unos jugos y galletas.

—Ustedes se ven muy entretenidos —comentó con una cierta sonrisa Matt, le causaba gracia que su sobrino terminara casándose y viviendo en Italia.

—Es que Xavier sabe mucho de empresas porque se la pasa ayudando a su madre —comentó Pía encantada, algún día tendría que tomar las riendas de las empresas de su padre—. Tenemos muchas cosas en común.




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