Capítulo # 25
En la mansión Bianco.
Valentino miró el cadáver de ese hombre, acabo con uno y desgraciadamente no tenía la suerte de vivir más tiempo para exterminarlos uno a uno, sería tan placentero matarlos a todos y proteger la inocencia de los niños.
Al menos su amada nieta no volvería a estar en peligro, de eso se encargaría su mano derecha que sería la sombra de su princesa.
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En la mansión Di Rossi Ricci.
Xenia se había preparado con la cena, esperaba que los Martinelli se sintieran cómodos con ellos, por suerte conocería a las dos pequeñas que faltaban, se llevaba bien con Pía, esperaba llevarse bien con las dos niñas.
El timbre había sonado, la sirvienta había ido a abrir la puerta principal, al hacerlo, escucha las voces de las niñas y vio venir a las pequeñas rubias corriendo emocionadas.
—Patricia y Pamela —habló en regaño su abuelo.
—Déjalas —le habló Xenia mirándolas con tanta emoción, eran realmente perfectas y hermosísimas—. Son tan lindas.
—Yo estoy con la ilusión que sea un niño —comentó Ulises acercándose a su hermana y tocó su vientre con tanta ilusión—, mi fábrica se cerró.
—Tú eres joven y podrías tener otro más —le comentó mirándolo con sinceridad.
—Amor, ya llegué —habló Matteus entrando a la mansión, había salido a comprar unas bebidas y no esperaba que llegaran tan pronto.
—¡El tío! —exclamaron las pequeñas, abrazándolos por las piernas, dejando al hombre con la boca abierta e intentando procesar que era un imán con los pequeños, en especial con las niñas que lo rodeaban.
Ulises se había sentido muy avergonzado como sus hijas eran tan pegajosas con la familia, quería darles unas nalgadas para que se comportaran.
—Pamela y Patricia —habló con autoridad su madre, una mujer rubia de ojos verdes que miró a sus hijas con mucha molestia, las pequeñas soltaron a su tío y se quedaron quietas—, pido una disculpa por mis hijas, es que estaban ansiosas de conocer a su única tía.
—No te preocupes —habló divertido Matteus—. Estoy acostumbrado que mis sobrinos me caigan encima.
—Pero, por más, —expresó avergonzada de las actitudes de las niñas con el esposo de su cuñada—. Mi nombre es Laura.
—Un gusto Laura —dijo él extendiendo la mano.
—Es hora de comer —propuso Xenia que quería que pasaran al comedor y que pudieran hablar con tranquilidad.
—Hagámoslo —apoyo Dante, que estaba hambriento y la verdad quería escuchar las historias de su hermana con su marido.
Todos se habían dirigido al comedor, al hacerlo estaban encantados con la decoración y le gustaba que Xenia se había esforzado en darles una bienvenida a ellos a pesar de que estaba renuente en tener alguna a cercanía con ellos.
—Todo se ve delicioso —expresó Ulises como su hija Pía estaba encantada con el lugar.
—Sé que comenzamos con un mal pie.
—Por mis mentiras —habló con franqueza, Ulises arrepentido de las mentiras que había dicho para que ellos pudieran reunirse.
—¿Y cómo va el embarazo? —preguntó su padre con la ilusión que fuera un niño.
—Bien —respondió tocando su vientre con mucha ilusión.
—Todavía no se deja ver el sexo y yo espero que sea una niña —confesó Matteus con unas ganas enormes de su miniversión de Xenia.
—Yo quiero un niño —expresó con cierta calma Flavio.
—Si viene sano es lo que realmente importa —les dijo Dante comiendo un poco de fruta.
—Comencemos con la comida —anunció Matt mirándolos.
Todos comenzaron a comer tranquilamente y platicar de todo un poco, cuando había llegado el momento de irse a la sala a estar cómodo, Xenia se había alejado porque deseaba ir al baño y regresar, cuando venía de regreso se había encontrado con su cuñada.
—Hola.
—Hermosa tu casa —dijo la mujer con una sonrisa y le hacía seña que se alejaran un poco y lo hicieron—. Mi suegro está demasiado entusiasmado contigo, pero, si fuera tú, te aconsejaría en hacerte una prueba de ADN.
El comentario le había desagradado a Xenia de una manera que ni podría explicarse, esa mujer era una arpía y lo peor que estaba casada con uno de sus hermanos y era la madre de dos niñas preciosas.
—No hay dudas, soy la hija de Flavio —aclaró ella sintiéndose un tanto incómoda y la miró con cierta tranquilidad, para que no notara que le había desagrado su comentario.
—No lo tomes a mal, odiaría que mi suegro sufriera. Yo conocí a mi suegra porque era íntima amiga de mi madre y entiéndeme tengo años conociéndolos.
—Puedo entenderte —dijo para salir del paso, estaba sintiéndose demasiado incómoda que pretendía exactamente ella.
—Aquí están —habló Dante acercándose a su hermana y miró a su cuñada con seriedad—. Cuñada, reúnete con mi hermano.
Ella se había alejado de ellos lo suficiente, entonces él habló:
—Sé que mi cuñada es una odiosa y metiche —dijo a su hermana y la abrazo—. Tú no tienes la culpa de nada, mi padre y tu madre se adjuntaron cuando mi madre había fallecido y no tienes que avergonzarte de nada.
—¿Ella siempre es así? —preguntó para estar preparada y no sorprenderse si volvía a decirle algo desagradable de nuevo.
—Toda la vida, ha vivido una vida de apariencias y créeme mi hermano, está con ella por las niñas y nada más —aseguró él como la vida de su hermano era un infierno y solo la soportaba por sus hijas, a pesar de sus defectos era una buena madre.
—Que lastima por mi hermano —dijo completamente sorprendida, en eso había sentido como su bebé que se movió en su interior y eso la emocionaba muchísimo.
—Regresemos —le aconsejó él, tenían que regresar de nuevo con la familia.
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En la mansión Di Rossi Bianco.
Kenya había acostado a su hija en su cama y se había reunido con su esposo en la habitación, necesitaban hablar con urgencia de lo que pasaría ahora con su hija