Dean y Hade caminaban juntos bajo una noche solitaria, donde la luna gobierna y las estrellas acompañan el firmamento. Hade aún llevaba el libro en sus manos, aunque sentía un poco de frío, a Dean parecía no importarle.
Llevaba una sudadera negra, que combinaba con la fría y oscura noche que dejaba caer pequeñas gotas de lluvia. En cambio, Hade únicamente llevaba su uniforme de aprendiz, no era adecuado para climas fríos, por ello sentía que comenzaba a temblar cuando las ventiscas se movían rápido en contra de la dirección en la que iban.
—¿Humana? —preguntó Hade, con una expresión algo dudosa— ¿Qué es eso?
—Mi raza —comentó—. Supongo
—Nunca escuché de una raza llamada, Humana.
Dean estaba con la mente en blanco, pensando en cómo lo puede tomar con tanta normalidad aparecer en un lugar donde todos son diferentes a ti, y no preocuparte por nada.
—¿Terrestres? —preguntó en busca de que él reconozca a su raza— o, ¿De la tierra? Quizá... ¿Personas?
—No, no sé de lo que me hablas —la miraba.
—Bien —suspiró Dean—, ¿Tú de que raza eres?
—Soy un... —se detuvo— Espera. ¿A dónde me estás llevando?
Dean olvidó comentarle que lo llevaba a su casa, para que tuviese donde dormir en esta fría noche de otoño.
—A donde vivo —respondió—, supongo que podrás pasar ahí la noche. Pero si se te ocurre robar algo, o hacerme daño. Te juro que te voy a hacer sufrir tanto, que desearás nunca haberme conocido. ¿Entendido?
Miró a Hade con una expresión amenazadora, apretando los dientes y arqueando ambas cejas.
Él se asustó un poco, sintió la presión y la responsabilidad de no hacer nada raro si quiere dormir bien esta noche. Pasar frío en esas calles, parecía ser para nada saludable.
—Sí, tranquila —con un tono sumiso—. O tranquilo, ¿Eres un él o un ella?
—Soy, un ella —respondió desinteresadamente—. ¿Nunca has visto a una mujer?
Volteó la cabeza hacia el frente, para seguir caminando en dirección a donde ella vivía.
—Sí. De donde yo vengo hay mujeres —sonrió
Dean notó esa sonrisa, y exactamente ese gesto lo delató.
—¿Estás enamorado? —preguntó Dean, también con una sonrisa. Intentando ponerlo incómodo.
—¿Enamorado?
— Sí, eso que sientes cuando piensas en esa persona, y sonríes —definió—. Te hace sentir algo que simplemente te hace querer estar a su lado todo el tiempo.
Era una definición muy incompleta, pero intentaba hacerle entender lo general del tema. Para que cuando lo piense, se le venga a la mente alguien.
—Eso es... amor —corrigió. Matando el momento sentimental que le había puesto Dean—. Creo haber leído sobre eso, pero no recuerdo donde.
Se puso a pensar, se quedó callado por unos segundos, y se llevó su mano derecha a su nuca. Con la otra mano sostenía el libro.
—Sí, claro. Olvídalo —dijo Dean—. Arruinaste el momento, creí que sabías. Pudiste hablarme de ella, o de él. ¿Eres gay?
—¿Gay? —se extrañó, un término que nunca jamás había escuchado— Espera, ¿Estamos en la dimensión 2B?
—¿En la dimensión qué? Solo dile tierra y ya. No llames la atención, puede que a varias personas no les agrade del todo tu presencia si dices esas cosas raras.
—¿Personas? —volvió a preguntar Hade— ¿Quiénes son?
—No —respondió Dean, y comenzó a hacer señas con sus manos—. Me refiero, a que todos somos personas, todos.
—¿No eran todos humanos? —cerró los ojos, intentando entender todos los nombres que tienen para describir una sola cosa— Me confundes, mujer.
Dean apretó los puños, y los colocó dentro de los bolsillos de su sudadera. Suspiró y nuevamente intentó hacerlo lo más fácil posible.
—Humanos, personas, seres. Es lo mismo, solo elige un término y ya.
Ambos iban discutiendo, Dean intentaba explicarlo como funcionaba su mundo, mientras que Hade aprendía del entorno según lo que ella describía.
Hablaban el mismo idioma, para la raza a la que Hade pertenecía, eran buenos en cuestión de idiomas, en donde vivía, hay muchas ciudades, pueblos, y lugares con una diversidad de idiomas sumamente enorme. Por lo que su raza por un tiempo en la antigüedad, llegaron a ser buenos traductores.
Aunque le costaba reconocer ciertos términos que se usan en esa dimensión, intentaba comprender su forma de expresarse.
—Dean —la llamó— Siento mucho frío, ¿Ya llegamos?
—Ya estamos cerca —respondió mirándolo. Bajó la vista y vio el libro que sostenía en sus manos.
La duda comenzaba a susurrarle al oído, no parecía ser un libro para niños, mucho menos uno que puedas leer en el metro, o en un parque. Parecía tener retoques fuera de lo común, y una oscura presencia que se asemeja a una pequeña brisa de incomodidad.
—Hade —llamó su atención—. ¿Qué es eso?
—¿El libro? —lo agarró con ambas manos—. Es un libro, ¿Nunca has visto uno?
—Si sé que es un estúpido libro —aclaró—. Pero, ¿Por qué lo traes?
Hade la miró. Quería comentarle, pero las calles no parecían el mejor lugar para hablar de un libro maldito. Intentó advertir lo que significaba traer ese libro consigo, pero la lluvia interrumpió. Comenzó a llover, y cada segundo se hacía más constante y fuerte.
La lluvia, los obligó a apresurar el paso, casi hasta trotar, intentando no mojarse por el camino.
—¡Por aquí! —gritó Dean dando rápidamente la vuelta a una intersección— ¡Corre!
Hade identificó rápidamente la palabra "corre" y para él, no era un significado bueno. Tenía un libro maldito que buscaba alguien sumamente peligroso. Y escuchar "corre" era algo serio.
—¿Qué? ¡Nos persiguen! —gritó alarmándose, acelerando el paso más y más rápido.
—¡Hade! —gritó Dean disminuyendo el paso.
—Maldita sea, y no me sé ningún conjuro de defensa —temblaba su voz sin atreverse a voltear para por lo menos ver quien los perseguía—. Tampoco de ataque, de sanación menos. Estoy muerto, estoy perdido, no hay nada que pueda hacer. ¡No mires atrás, Dean! ¡Puede ser asqueroso! ¡Moriré a mi manera!