Sekaiichi Hatsukoi - La última barrera [yaoi/bl/gay]

5. En el momento adecuado

5. En el momento adecuado

El cansancio acumulado, sumado al silencio y a la inactividad de la habitación del hospital hicieron que poco a poco fuera rindiéndome al sueño. Recostado en el sillón, mientras sujetaba la mano de Takano, mis ojos iban cerrándose hasta que finalmente caí en la oscuridad. Todo se volvió difuso, y el sonido de los aparatos cesó...

De pronto una imagen se formó ante mí lentamente. Era una imagen que ya había visto antes. Era una figura conocida. Pelo negro y alto. Era él. Takano. Acababa de saber que se trataba de Saga-senpai, y corrí tras él hasta el ascensor. Él, seguro de si mismo, con su maletín en la espalda, entró al elevador y afirmó:

— Volveré a hacerte decir que me amas.

Y de repente, todo volvió a ponerse borroso y a oscurecerse. No podía oír nada, salvo el eco de aquellas palabras de Takano en mi mente. Sin embargo, otra imagen volvió a formarse ante mí. También resultaba familiar. De nuevo era él. Estábamos en su apartamento, y mientras yo lloraba tumbado en el suelo, me sujetó de los hombros y dijo:

— ¿Cuánto más tengo que amarte para que me dejes estar contigo?

Intentaba tocarle una y otra vez, pero su imagen se alejaba con rapidez. Sólo quería sentirle, consciente y vivo, una vez más. Pero su imagen se diluía sin poder hacer nada. Todo se quedó en silencio... y en la oscuridad volví a oírle:

— Ritsu... te amo.

Me desperté de un salto sobre el sillón del hospital. Estaba un poco desorientado y tardé unos segundos en situarme y en recordar todo lo que había pasado. Miré a mi lado y vi a Takano inconsciente, tal y como lo había dejado cuando me quedé dormido.

Sin duda todo eso había sido un sueño, pero resultaba muy extraño. No es que no hubiera soñado antes con Takano, pero siempre había sido con el Senpai de secundaria. Nunca antes había soñado con el Takano actual. ¿Acaso significaba algo?

Y de repente caí en la cuenta de que, al otro lado de la cama, había alguien. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba allí de lo absorto que había estado en mis pensamientos. Sujetaba un portadocumentos, y parecía tomar notas de los aparatos conectados a Takano.

— ¡Doctor Nowaki! Disculpe, no le había visto. — Saludé.
— Perdone, no quise despertarle señor...
— ¡Oh sí! No me presenté antes. Soy Onodera Ritsu.
— Encantado.
— Igualmente. — Contesté — ¿Cómo ve a Takano-san?
— Pues por el momento no hay cambios... Y usted, ¿cómo se encuentra?
— ¿Yo? Bueno... supongo que todo lo bien que se puede encontrar alguien en una situación así...
— Sí, entiendo... — Respondió — Entonces su nombre de pila es Ritsu, ¿verdad?
— ¿Eh? Esto... sí.
— "R"... bien, bien... Y su pareja es Masamune, luego "M"...

Aquellas palabras del doctor me parecieron de lo más extrañas. Parecía muy enigmático. ¿Por qué dice eso? ¿Acaso sucede algo más que no me quiere decir? Quizá era lo que iba a decirme antes en el pasillo.

— Doctor, usted iba a decir algo antes, ¿verdad? — Le recordé —. En el pasillo.
— ¿Eh? Oh, bueno...

Su actitud ahora había cambiado. De ser enigmático pasó a titubear. Parecía nervioso o inquieto por algo, lo cual me preocupó aún más. Tal vez algo había visto en los aparatos que le preocupaba. Supongo que mi cara lo expresó con claridad, porque contestó:

— No es que sea algo médicamente relevante... Y seguramente no es asunto mío tampoco...
— Doctor por favor, lo que sea, necesito que me lo diga.
— Verá... — Explicó — Su chico llevaba algo encima cuando lo trajeron al hospital. Supongo que es usted quien debe tenerlo.
— ¿Eh?

No acababa de entender muy bien a que se refería el médico. ¿Takano llevaba algo? Tal vez fuera algún documento o manuscrito importante pero, ¿qué relevancia podía tener algo así en ese momento?

En ese momento el doctor busco en los bolsillos de su bata y tomó algo. Cuidadosamente lo depositó en la mesa auxiliar que se encontraba a los pies de la cama y se despidió:

— Se lo dejo aquí. Volveré por la mañana. Descanse un poco, aún es temprano.

El médico salió de la habitación y me levanté para acercarme a la mesa y ver que era lo que había dejado. Aquel pequeño objeto me tenía extremadamente intrigado. ¿De que se trataba?

Cuando lo vi, era una pequeña caja de madera. Casi cuadrada, con apenas unos cinco centímetros de alto y ancho, y de color negro. En la parte posterior tenía una especie de bisagra de latón pulido, y el frontal estaba adornado con un extraño cierre. Al fijarme pude ver que se trataba de un pétalo de flor de cerezo esmaltado. ¿Qué contendrá? Es de Takano... No debería abrirlo... Pero el doctor dijo que yo debía tenerlo... ¿por qué?

Miré hacia Takano, que seguía inconsciente, y luego tomé la caja en mi mano, mientras intentaba abrirla con la otra, sin mucho éxito. Intenté tirar del cierre hacía arriba, pero no se movía. No se abre... que torpe soy... ¡Si sigo así lo acabaré rompiendo!

Finalmente, en lugar de abrirse hacia arriba, el cierre se desplazó hacía un lado y comprendí el mecanismo, que funcionaba girando el pétalo. Lo moví y al fin pude descubrir la tapa para ver su contenido.

Dentro, apoyado sobre una base acolchada de terciopelo blanco se encontraba un anillo reluciente, de oro. ¿Qué rayos...? Parecía muy sencillo, pero hermoso a la vez. Y fue con el reflejo de la tenue luz de los instrumentos de la habitación que pude darme cuenta de que tenía una inscripción. Lo saqué con cuidado del embalaje y lo acerqué para poder leer mejor, observando el grabado, que decía:




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