Sekaiichi Hatsukoi - La última barrera [yaoi/bl/gay]

6. Un secreto a voces

6. Un secreto a voces

Ya era de día y empezaban a entrar los primeros rayos de luz por la ventana. De hecho, parecía ser un día espléndido y radiante. Por desgracia, para mí solo eran horas que poco a poco iban consumiendo la poca confianza que me quedaba en que Takano se recuperase.

Mi mano estaba entumecida de tomar la suya durante toda la noche, pero aún seguía sujetándole. Sentir su calor era lo único que me reconfortaba en ese momento, porque así sentía que aún seguía con vida y caliente.

El doctor Nowaki, fiel a su promesa, volvió a pasar a vernos. Comprobó los monitores y auscultó a Takano, anotando cosas en sus papeles. Por su expresión, parecía que la cosa no iba muy bien... a pesar de que la hinchazón de la cara y las extremidades se había reducido considerablemente, la inflamación del bazo no remitía... y el tiempo se agotaba. Al igual que mis esperanzas a medida que el médico me explicaba la situación.

— Siento decir que la medicación no está haciendo efecto — Comentó con pesar —. Tampoco ha recuperado la consciencia, así que me temo que el pronóstico no es muy bueno.

Agradecí al doctor su atención y volví a quedarme sólo con él. Su cara tenía ahora mucho mejor color, pero las palabras del doctor no dejaban lugar a dudas. Era muy probable que Takano no volviera a despertar... A pesar de todo... seguiré a tu lado pase lo que pase. Hasta el final...

Esa mañana todo continuó sin cambios. A medida que las horas avanzaban, se podía ver como la actividad en los pasillos se iba incrementando. El ir y venir de batas blancas y pacientes era cada vez más acentuado. Aquel sillón era bastante incómodo, y el inquietante sonido de los aparatos me habían impedido dormir bien. Aun así, estar junto a él me tranquilizaba.

Dormitaba un poco cuando noté que alguien entró a la habitación. Abrí los ojos y vi que se trataba de nuevo de Hatori y Kisa, que además venían acompañados de Mino, por lo que solté la mano de Takano al verlos.

— Buenos días Onodera. — Saludó Hatori — ¿Qué tal habéis pasado la noche?
— Sin cambios... — Respondí con pesar —. Por desgracia parece que Takano-san no está respondiendo a la medicación...

Dirigí la vista al suelo para que no pudieran ver mi expresión de dolor, y entonces noté como Mino se acercó y me toco el hombro. Cuando levanté la vista, me estaba dedicando una sonrisa.

— Tranquilo. — Dijo —. Sabes que Takano dará lo mejor de sí.
— Sí, lo sé. — Respondí— ¿Cómo es que habéis venido los tres? ¿Y el trabajo?
— Bueno, en la editorial todos lo saben ya. — Contestó Hatori —. La noticia no ha tardado mucho en recorrer hasta el último departamento...
— Sí. — Añadió Kisa —. Todos querían venir al hospital, pero el Oso Gruñón se encargó de ir piso por piso amenazando a todo el que se atreviera a venir a molestar.

Los cuatro acabamos riéndonos al oír eso. Después de todo, era típico de Yokozawa, e imaginarlo regañando a cada empleado de la editorial me arrancó una sonrisa que agradecí mucho en ese momento.

— Sólo nos ha autorizado a nosotros. — Continuó diciendo Mino —. Hemos aprovechado la hora del almuerzo para venir.
— Y por desgracia... tenemos otra mala noticia... — Comentó Hatori.
— ¿Ha ocurrido algo en la oficina? — Me preocupé.
— Se trata de Isaka-san... — Se lamentó Kisa — Él viene de camino...

De hecho, antes de que pudiéramos reaccionar, la puerta de la habitación se abrió de un portazo e Isaka entró como un torrente, con su secretario detrás.

— ¡Bien, bien! ¿Qué pasa aquí? — Saludó Isaka, a su forma — ¿Tanto alboroto para esto?
— Buenos días... — Saludamos los cuatro con pesar.
— ¿Así que esto es todo? — Insistió él con su habitual sarcasmo — He visto cosas peores al final de algunas reuniones.
— ¡Ryūichirō, ya basta! – Ordenó su secretario, Asahina.
— Que aburridos... — Se lamentó.
— ¿Qué han dicho los médicos, chicos? — Preguntó Asahina interrumpiendo a Isaka.

De nuevo, y no por ello más fácilmente, expliqué el estado de Takano y su falta de respuesta a la medicación. La atmósfera entonces se tornó más seria, incluso para Isaka. Tras unos segundos de silencio, y para mi total desconcierto, Takano volvió a murmurar mi nombre. Entre risa nerviosa y sudores, intenté poner alguna excusa para disimular... Delante de todos mis compañeros y del director de la editorial... ¡Me voy a morir de la vergüenza!

— ¡Ja, ja, ja! Pa-parece que incluso así... él de-debe estar asignándome nu-nuevos trabajos, ¡ja, ja, ja!

Pero nadie se reía. De hecho, todos mantuvieron silencio de nuevo, mientras yo cruzaba los dedos para que no fuera todo demasiado evidente.

— Bueno, no importa que tengan que hacer. — Comentó Isaka — Si necesitan días libres pueden tomarlos todos ustedes. Sobre todo tú, Onodera.
— ¿Ehh? ¿Yo-yo? ¿Po-por qué so-sobre todo yo? — Pregunté muy inquieto.

Isaka no tuvo tiempo de responder cuando Takano volvió a la carga, murmurando de nuevo mi nombre delante de todos. En aquel momento yo sudaba a mares, mientras todo me temblaba. ¡Cállate ya! ¡¡No sigas diciendo mi nombre ahora!!

— ¡Ja, ja, ja! Otra vez... — Intenté disimular.
— Bueno, es lógico ¿no? — Interrumpió Isaka — Busca a su pareja en este momento.
— ¡¡¿¿QUÉ??!! ¿¿Qué está diciendo, Isaka-san?? — Pregunté atónito — ¡No! ¡No! ¡Takano-san y yo no...!
— ¡Onodera, tranquilo! — Me interrumpió Hatori —. Aquí todos lo sabemos ya.
— ¡¡¿¿QUÉ??!!
— ¡No grites! Estamos en un hospital. — Pidió Isaka.
— ¡Pero ustedes...! — Insistí — ¿¿CÓMO DEMONIOS...??




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