Sekaiichi Hatsukoi - La última barrera [yaoi/bl/gay]

7. Te lo encargo

7. Te lo encargo

En aquel espacio tan pequeño éramos ya seis personas, por lo que temía que de un momento a otro el personal del hospital pudiera llamarnos la atención y los echaran a todos. Aunque más bien lo deseaba, sobre todo por la embarazosa situación que acababa de vivir... Pero sobre todo me preocupaba que pudieran hacer sentir incómodo a Takano. Quería que se fueran, pero a la vez valoraba que hubieran venido a interesarse por él y tampoco yo era quien para pedirles que se marcharan.

Seguían conversando con normalidad, sobre asuntos del trabajo y anécdotas sobre Takano cuando, de nuevo una vez más, la puerta de la habitación volvió a abrirse de mala manera, dando paso a un malhumorado Yokozawa.

— ¡Hey, todos ustedes! — Exclamó — Su tiempo de descanso ha terminado! ¡Regresen ya!
— ¡Oh no! ¡El Oso Gruñón ya está aquí! — Se burló Isaka — ¡Todos a cubierto!
— ¿Cómo ha dicho? — Contestó Yokozawa — ¡Todos fuera!

Con gran habilidad tomó a todos y los empujó literalmente hacia fuera de la habitación mientras yo intentaba despedirme de ellos sin éxito con un "¡gracias por venir!".

Una vez que salieron todos, Yokozawa volvió a entrar en la habitación, se quitó su abrigo y lo dejó en el perchero, mientras se apoyaba en la pared aún con expresión molesta.

— ¡Es que no saben que no se admiten más de dos acompañantes por cada paciente! — Protestó.
— Bueno, vinieron a interesarse por él...
— Son muy molestos... — Insistió — ¿Cómo está Masamune? ¿Has vuelto a ver al médico?
— Sí... pero Takano-san no mejora...
— Entiendo...
— Yo... sé que él es fuerte. ¡Pero no sé qué hacer para ayudarle!
— Tranquilo, no tienes que hacer nada. Sólo quédate con él. Con eso bastará.

Hacía tiempo que no había tomado a Takano de la mano, así que aproveché para volver a sentirle. Su calor me generaba unas sensaciones tan extraordinarias que me llenaban de fuerzas para poder superar aquel trago.

— Supongo que necesitarás ropa limpia — Comentó Yokozawa — Puedo venir esta tarde y quedarme con él.
— ¿Qué?
— Así podrás ir a tu apartamento y preparar topa para estos días. Si te vas a quedar lo necesitarás. Hay una ducha en el baño, los acompañantes pueden usarlas.
— Oh, gracias Yokozawa-san... prometo que tardaré poco tiempo.
— Por nada. — Respondió — Bien... ahora debo regresar. Sólo vine a espantar a esos y ver como estaba Masamune. Regresaré esta tarde. Llámame si hay algún cambio.
— Claro.

Yokozawa se había puesto ya su abrigo, y se preparaba para salir cuando lo detuve:

— Yokozawa-san, espera...
— ¿Qué ocurre? — Se volvió.
— Esto... Takano-san llevaba algo cuando lo trajeron... Tal vez tú lo sabías...
— ¿El qué?

Con cuidado, saqué la cajita negra del bolsillo de mi abrigo y se la di. Él la tómo, la observó y, sin casi ninguna dificultad lo abrió. ¿Eh? ¿En serio? ¿Por qué rayos ha podido abrirla más fácilmente que yo? Me molesta... ¿Quizá es porque ya lo sabía? Tal vez Takano ya se lo había contado. Son amigos después de todo...

Sin embargo, la cara de Yokozawa expresó su total sorpresa. Quedó claro que no estaba al tanto de las intenciones de Takano, porque incluso le llevó unos momentos asimilarlo. Antes de que pudiera decir nada, y con gran rubor, continué:

— Esto... parece que Takano-san tenía intención de dármelo. No sé exactamente cuándo... Pero el doctor me lo entregó.
— Ya veo...
— Pero yo... no quiero que sea así. — Confesé aun titubeante —. No de esta forma. Por eso... ¡Por favor, guárdelo por él!

Yokozawa recuperó en unos segundos su habitual semblante serio y cerró la caja con delicadeza, antes de guardarla en su bolsillo. Luego me miró y dijo:

— Está bien. Pero Onodera...
— ¿Sí?
— Está vez... ¡Ni se te ocurra fallarle!

Negué con la cabeza con decisión y luego se marchó. Realmente no me había dado tiempo a pensarlo mucho tras tantas visitas, pero empezaba a quedarme claro que, si Takano sobrevivía, no iba a querer separarme de él nunca más.

Esa misma tarde, tal y como prometió, Yokozawa se quedó a cargo de Takano mientras yo volvía a casa en un taxi. Hacía ya dos días que no había vuelto a mi apartamento y, como de costumbre, toda mi ropa estaba esparcida por toda la estancia. Intenté ir lo más rápido posible, para no pasar demasiado tiempo alejado de Takano. Revolvía mis cosas para elegir que ropa me llevaría cuando algo cayó al suelo.

Se trataba de la llave del apartamento de Takano. Casi ni me acordaba de que me había dado una copia. La recogí del suelo y caí en la cuenta de que tal vez él también necesitaría ropa limpia cuando despertara. Oh... pero que idiota... ¿y si Takano no despierta? No, no puedo pensar así. Aun así, la llevaré.

Así que, en cuanto terminé de preparar mi maleta salí de mi apartamento y fui directo al suyo. Abrí por primera vez con aquella llave, aunque me hubiera gustado encontrarle allí, sonriente por aquel gesto. Aún así, todo estaba como de costumbre. Sus cosas estaban bien ordenadas y limpias, en contraposición con las mías. Allí podía sentir su aroma. El olor de Takano, que me invadían por completo.

Nunca había llegado a tocar sus cosas sin su permiso y, al abrir sus cajones, me sentía de alguna forma como si estuviera haciendo algo más íntimo. Todo estaba perfectamente doblado y organizado. Él era muy cuidadoso con todo eso, y se notaba.

Aunque disfruté esa experiencia, terminé tan pronto me fue posible y, cargado con dos maletas, tomé otro taxi de vuelta al hospital. Me inquietaba pasar demasiado tiempo lejos de Takano, y miraba una y otra vez la pantalla de mi móvil por si había algún mensaje nuevo.




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