Algo iba mal. Algo me sobresaltó y un fuerte y agudo pitido me despertó. Ni siquiera sabía donde estaba ni cuándo. Sólo abrí los ojos y, cuando al fin me ubiqué, algo iba definitivamente mal.
Miré hacia Takano y parecía muy inquieto, moviéndose de un lado a otro a pesar de seguir inconsciente. Estaba claro que sentía algún tipo de molestia y respiraba muy acelerado. Las maquinas a las que estaba conectado se habían vuelto completamente locas, y emitían todo tipo de pitidos y sonidos.
Sin casi pensarlo, me levanté de un saltó y me abalancé sobre el botón de llamada de emergencia, que pulsé repetidas veces. Luego me volvía hacía Takano para intentar tranquilizarle, sin éxito. No sabía que más hacer, de modo que salí corriendo al pasillo y grité por ayuda tan fuerte como nunca antes lo había hecho.
Enseguida tres sanitarios acudieron a mi petición. Me aparté a un lado de la habitación mientras reconocían a Takano a toda prisa. No sabía que era lo que pasaba, pero parecía ser muy grave. Sin ningún control por mi parte, gran cantidad de lágrimas brotaban por mis ojos mientras observaba los gestos de preocupación del personal que le atendía. Pronto llegó otro médico.
— ¡Su bazo ha debido romperse! — Exclamó — ¡¡Si no intervenimos pronto se desangrará!! ¡¡Lévenlo inmediatamente el quirófano tres!!
Los demás sanitarios desconectaron a Takano de los aparatos y bajaron su cama. La desbloquearon y lo sacaron de la habitación a toda prisa.
Yo me quedé completamente paralizado, apoyado contra la pared de la habitación entre lágrimas y desesperación. Entonces uno de los enfermeros se acercó a mí y me tomó de las manos. Ni siquiera podía moverme o pensar con claridad.
— ¡Necesitamos su consentimiento para intervenir! — Me pidió.
— Yo… yo… yo…
— ¡Por favor! ¡No tenemos tiempo!
— S…¡Sí!
Ni siquiera supe como había podido pronunciar palabra, pero le bastó y salió rápidamente de allí.
En apenas unos segundos había pasado todo aquello ante mis ojos, sin ni siquiera poder reaccionar. Me encontraba allí completamente sólo, en una habitación medio a oscuras, con todo tipo de cables por el suelo y sin saber que iba a pasar. Se lo habían llevado… y no sabía si volvería a verlo alguna vez…
Me llevó unos segundos el tener la suficiente capacidad para tomar mi teléfono. Mis manos temblaban pero aún así pude marcar el número de Yokozawa.
Era de madrugada, por lo que estaba tardando en contestar. A cada tono del teléfono, mi respiración se aceleraba. Un pinchazo me atravesaba el pecho, y era totalmente incapaz de controlar el fluir de las lágrimas por mis mejillas.
— ¡¿Onodera?! — Respondió preocupado — ¿¿QUÉ OCURRE?
— ¡Ta-Takano-san…! ¡Se-se lo llevaron…! ¡Estaba…! ¡yo no podía…! ¡y luego…!
Por más que lo intentaba no era capaz de encadenar más de dos palabras en la misma frase. El aire me empezaba a faltar, y notaba un molesto cosquilleo en mi cara. Se lo habían llevado…
— ¡¡TRANQUILO!! ¡VOY PARA ALLÁ! — Contestó —¡Toma el teléfono! ¡Tranquiliza a Onodera, voy a vestirme!
No sabía muy bien que pasaba, pero Yokozawa le había pasado el teléfono a alguien más, lo cual me inquietó un poco más.
— ¿Onodera? — Preguntó una voz familiar — Soy Kirishima, de Japun, ¿me recuerdas no? Escucha, necesito que te sientes y te tranquilices ¿vale? Todo va a ir bien.
De alguna forma, su voz calmada y pausada me transmitió algo de tranquilidad, así que, como pude, obedecí y me senté en el sillón.
— Se-se-sen…tado… — Conseguí vocalizar.
— Muy bien, ahora respira lentamente. Hazlo a la vez que yo ¿vale? Inspira profundamente… y ahora expira… a mi ritmo ¿vale? Toma aire… y suéltalo… Toma aire…
Siguiendo el compás de su respiración pude volver progresivamente a tomar el control de mi cuerpo. Pero aun así estaba muy asustado.
— Muy bien, poco a poco, ¿vale? — Insistía.
— ¡Kirishima, vamos! — Se oyó a Yokozawa de fondo — ¡El taxi ya está en la puerta!
— ¡No, no, no! — Supliqué aún tembloroso — ¡No cuelgues por favor!
Era lo que más temía en aquel momento. Volver a quedarme sólo y ser presa del pánico de nuevo, ahora que había conseguido recuperar parte de mi control.
— ¡Eh! ¡Eh! No voy a colgarte ¿vale? — Me respondió Kirishima, de nuevo con voz calmada — Me quedaré contigo hasta que lleguemos.
— Gra-gracias…
Aquello me tranquilizó un poco más, y aun así, mientras oía como se movían, él siguió hablando conmigo:
— Háblame Onodera, cuéntame algo de tu trabajo. Lo que sea. El último manuscrito de Mutou-sensei. Háblame de eso.
— ¡Llévenos al hospital! ¡¡Rápido!! — Se oyó a Yokozawa ordenarle al taxista.
— ¡Onodera! ¡Onodera! — Retomaba mi atención Kirishima — El último trabajo de Mutou-sensei, ¿vale? ¿Cómo es?
Poco a poco fui capaz de ir encadenando palabras mientras acompasaba mi respiración con la ayuda de Kirishima. Aun tratando de cosas sin importancia en ese momento, parecía funcionar.
Aunque a mi me pareció un tiempo interminable, lo cierto es que llegaron muy rápidamente al hospital. Ya había conseguido recuperar el control completo sobre mi cuerpo, pero aún sentía una horrible sensación en el estómago y seguía muy inquieto.
Nada más entraron en la habitación, Kirishima se acercó a mí y me tomó de los brazos cuidadosamente.
— ¿Te encuentras mejor? — Me preguntó.
— Sí… muchas gracias. No he podido con la presión, lo siento.
— No tienes que disculparte. — Interrumpió Yokozawa muy serio — Te he traído agua. Toma un poco. ¡Kirishima! Quédate con él. Voy a ir a preguntar.