Ya tenía que ser de día. Al menos podía sentir la luz entrando a través de las rendijas de las cortinas. Y no era necesario abrir los ojos para saber que, una vez más, despertaba en su cama. Todo me lo indicaba. El tacto de las sábanas, su aroma… Sin duda era su cama. La que, tan pronto como dejara mi apartamento definitivamente, sería también la mía.
Todavía no había conseguido ver nada cuando busqué a tientas a Takano a mi lado. Pero no lo encontré. Extendí mi mano hasta el límite de la cama, pero fue inútil. Entonces pude mirar bien y vi algo extraño en mi mano. ¿Eh? ¿Qué es esto?
¡¡¡¡BUAHHH!!!! ¡¡¡¡NO FUE UN SUEÑO!!!!
Inmediatamente me vino a la mente todo lo que había ocurrido la noche anterior y pegué un bote sobre la cama. Por supuesto, en aquel momento apareció Takano tras de mí. Rápidamente escondí mi mano para evitar ningún tipo de comentario de él.
— ¿Ya has despertado? — Preguntó — Vamos, tienes el desayuno en la mesa.
Me vestí como pude bajo su atenta mirada, intentando en todo momento ocultar mi mano. Luego salí al salón y encontré una mesa perfectamente preparada con un amplísimo festín. De hecho, había preparado una enorme selección de mis platos favoritos, y todo estaba desplegado y listo para comer.
Sin pensarlo, me senté y tomé los palillos para comer. Takano se sentó frente a mí y extendió ampliamente las páginas de su periódico, impidiéndole verme.
Aun así, hice lo imposible para esconder la mano donde tenía el anillo entre mis piernas. Incluso intentaba utilizar torpemente los palillos con la mano izquierda. Dado que soy diestro, me estaba resultando enormemente difícil comer así.
Me defendía como podía, intentando comer un poco de arroz cuando uno de los palillos se me escurrió entre los dedos y salió disparado hacia Takano, cayendo en el suelo a muy pocos centímetros de él.
Me quedé muy quieto, rezando porque no se hubiera dado cuenta de nada. Ni siquiera le había llegado a golpear, así que contuve la respiración por un segundo. En ese momento, desde el otro lado del periódico se oyó:
— ¿Crees que por que escondas tu mano no voy a recordar lo que pasó anoche?
Intenté hacerme el despistado, como si no hubiera oído nada. Pero entonces Takano plegó el periódico, se agachó para recoger el palillo del suelo y chistó.
— Tss… Voy a casarme con un mocoso…
— ¡¡OYE!! ¡No me trates como a un niño! — Me quejé.
— Esta bien… pues disfrute de su desayuno, “Señor Takano Ritsu” …
— ¿¿Qué?? ¡No voy a llamarme así?
— ¿Por qué no? — Preguntó.
— Ya sabes por qué… No puedo perder el apellido de mi familia.
— Entonces… ¿prefieres “Oda Ritsu”?
— ¡¿Quieres olvidar ya ese ridículo nombre?!
— Esta bien. — Respondió — Pero sólo si tú me llamas Masamune en adelante.
— ¿Qué? ¿Y por qué haría algo así?
— Porque vas a casarte conmigo.
Por supuesto, estuvo todo el resto del desayuno molestándome. Obligándome a que le llamara por su nombre de pila. Era algo de lo más extraño para mí. Algo a lo que sin duda iba a tardar en acostumbrarme. Por fortuna, el desayuno no duró demasiado, y pronto bajamos al garaje para tomar el coche de camino al trabajo.
El camino resultó más interesante de lo habitual. En parte porque, sobre mi asiento, llevaba las manos apoyadas sobre las piernas, pudiendo observar una y otra vez la belleza de mi anillo de reojo. Lo cual me fascinaba. Por supuesto, intentaba disimular para que no pudiera verme, porque de seguro me estaba vigilando… Que molesto…
Aquel anillo tenía algún efecto extraño sobre mí. No podía dejar de mirarlo, y su brillo me embelesaba como nada anteriormente. ¿Debería quitármelo ya? No, me lo quitaré en cuanto lleguemos al estacionamiento... pero aún no... quiero verlo un poco más... sólo un poco más…
— Puedes dejártelo puesto si quieres. — Afirmó Takano de repente.
— ¿De qué hablas?
— Del anillo.
De nuevo parecía como si pudiera leer mis pensamientos e invadir mi mente. ¿Cómo podía saber que estaba pensando en eso? Era terriblemente molesto, y aun así sabía exactamente lo que yo quería.
— ¡Definitivamente no! — Respondí enojado — ¡Todo el mundo se enteraría!
— Que importa.
— ¡Sí importa! No te imaginas la escena que tuve que vivir en el hospital… ¡Incluso Isaka-san sabía lo nuestro!
— Ya veo… — Respondió — Así que el único que todavía no lo sabías eras tú.
— ¡Fue una situación verdaderamente incómod…!
En ese momento me cortó la frase literalmente metiéndome la lengua en la boca para besarme. Inmediatamente le empujé para que parara:
— ¡¡Ya deja de hacer eso fuera de casa!! — Le grité.
— Dios… que pesado…
Conseguimos llegar a la oficina sin más altercados, antes de lo cual por supuesto, me quité el anillo. De modo que todo transcurrió más o menos sin problemas hasta la tarde, cuando Takano volvió interrumpir mi trabajo para volver a molestar…
— Onodera, tienes más trabajo aquí. — Anunció — ¿Y dónde están las encuestas de ayer?
— ¡Ya voy, ya voy! ¡Enseguida las tengo!
— ¡Deja de holgazanear y termínalas!
— ¡YO NO HOLGAZANEO! — Protesté.
— Entonces… ¿dónde están?
Si hubiera podido le hubiera fulminado con la mirada en ese momento… Yo... voy a casarme con este individuo... seguramente algo está mal en mi cabeza... no llegaré a los cuarenta por el estrés de soportar esto cada día...
En aquel momento, mientras yo hervía de furia, Kisa llegó al departamento muy contento. Takano le miraba muy serio por encima de sus gafas cuando Kisa se acercó a mí: