Selbstmord

Quiebre

- Mucho gusto Alice, me llamo…

- Su nombre no me interesa señor, perdone mi brusquedad, pero no creo que quiera perder el tiempo con formalismos

- Tiene razón

- ¿Qué es lo que usted desea saber?

- Me gustaría saber qué tipo de relación tenía usted con Timmy

- Supongo que es una larga historia que contar

- La noche es larga – contesté

- Para desgracia mía, me temo – yo no entendía el porqué de ese comentario, me mantenía en intriga lo extraño de toda esa casa y de esa mujer

- Me temo que lo hice entrar en vano ahora, podré contarle todo de corrido, pero, será necesario que vuelva acá muy entrada la noche, a la una, ¿le parece bien?

- Si por supuesto – respondí, necesitaba respuestas, y no importaba en que momento las obtuviera, terminamos de tomar el café y me acompañó hasta la puerta, salí, decidí fijarme la hora en mi reloj, eran las seis de la tarde ¿dónde pasar el tiempo hasta que sea la una?, la repuesta era obvia, y en un pueblo tan pequeño fue muy sencillo hallar un bar, entré ahí y me pedí un trago. Bebía sin el fin de embriagarme, pues, era necesario estar consciente para obtener toda la información necesaria. La gente entraba sin parar, pero en medio de toda esa gente, en el fondo de las mesas me pareció ver de nuevo a Timmy, sentado ahí sin decir ni una palabra, de nuevo observando ese cuadro absurdo, sin beber una copa, y en medio de ese trance lo vi sacar el arma en medio del bar y pegare un tiro, la sangre salpicó aquel cuadro que tenía aquel pasaje que me pareció más gélido, de repente sentí en mi hombro una mano.

- ¿Está usted bien señor?

- Si… lo estoy – respondí, luego volteé mi cabeza para ver el cuerpo de Timmy en el suelo, esperando la histeria de la gente, mientras la sangre brotara del suelo, pero esa mesa estaba vacía, y el suelo no tenía sangre derramada, todos seguían normal en el grupo de ebrios cercanos al lugar.

- Se ve usted pálido señor – me dijo la misma persona, entonces voltee a verlo, un tipo gallardo de cabellos largos y oscuros. Unos ojos profundos como la noche, la piel blanca, pálida. Vestía un elegante traje, un sombrero de noche de copa baja, un bastón con un cuervo en el mango, no parecía de esta época, pero tampoco parecía que a alguien le importase – señor no lo conozco – me dijo – pero, su aspecto no es favorecedor a la vista, déjeme invitarle una copa, si le parece bien.

- Por supuesto, nada me gustaría más que una buena compañía – llamó a la bartender y en ese momento pareció que él cobró importancia en el lugar, nos trajeron dos copas y bebimos

- No soy quién para preguntar el porqué de su desahucio de ánimos, pero, si quisiera desahogarse, mis oídos están a su disposición – que manera de hablar más extraña, parecía haber salido de esos libros antiguos llenos de caballeros y princesas

- Imagínese lo que es armar un rompecabezas donde, para completarlo debería buscar por todas partes las piezas, eso es realmente un gran peso

- Lo cierto es que cada quien elige que rompecabezas quiere resolver, debería usted elegir qué tipo de rompecabezas quiere armar, dependiendo que tipo de fichas tiene.

- Lo sé, debo hacer las cosas de diferente forma

- Usted es quien dirige su vida, señor fue un gusto conocerlo

- ¿Cómo se llama usted?

- Dann, señor – dijo eso y se fue, no esperó a que yo me presentara, terminé mi copa y decidí irme de ahí

Salí del bar rumbo a la casa de Alice, caminaba casi sin rumbo pue, es más sencillo guiarse a la luz del sol que a la luz artificial de las calles. Caminaba por una calle medio oscura, era temprano aún, eran las once y media de la noche. Tenía tiempo para buscar la casa, en el camino me pareció ver a una mujer hermosa en una esquina, no era una sospecha, sin duda era ella, Alice. Luego un hombre se le acercó, le dijo algo al oído y se fueron, no me lo podía creer. Aquella mujer tan dulce, tan extraña, ¿de verdad tenía aquella profesión?

Tardé un poco en encontrar la casa, pero pude hallarla, al acercarme a ella vi salir de la casa al mismo hombre, lo crucé y toque al portón, al rato me recibió Alice, una gran sonrisa me esperaba, aunque era evidente que aquella sonrisa era fingida.



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En el texto hay: viajes, locura, suicidio

Editado: 26.11.2018

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