El cielo nocturno estaba nublado por completo, nadie podía observar nada a través de esas espesas nubes detrás de las cuales se escondían tanto la luna como las estrellas. Bruno estaba en la entrada de su casa, sentado sobre los escalones de madera, agitaba sus pies y frotaba sus manos de una forma excesivamente ansiosa. Su estomago gruñía, ya llevaba mas de tres horas esperando ahí afuera y, a pesar de los incesantes llamados de su madre ordenándole hacer presencia en el comedor para la cena, Bruno no pensaba moverse de ahí ni despegar la mirada de la casa que tenía en frente. Era una edificación hermosa, con paredes de color cielo y tejado de color blanco, una casa muy grande, de tres plantas y un garaje, era un hogar envidiable y notablemente costoso, pero Bruno no la observaba por su admirable belleza.
Él ya estaba harto de verla todos los días, había vivido en aquel residencial desde que tenia memoria y la casa de enfrenté había estado ahí desde antes de su nacimiento según le contaba su madre, no, Bruno simplemente deseaba confirmar los sucesos que habían venido aconteciendo desde hace varias semanas.
«Necesito saberlo -pensó- necesito cerciorarme de que no estoy loco» Si alguna persona de las que caminaban por aquella calle hubiesen podido escuchar los pensamientos de Bruno u observar todas las ideas que brincaban de un lado a otro dentro de su cabeza, seguramente lo habrían catalogado como un maldito psicópata, pero Bruno tenía sus razones. Lo que había vivido aquellos últimos días habrían puesto a cualquiera a dudar de su propia cordura.
Todo comenzó el martes catorce de Abril, Bruno regresaba a su casa, cansado luego de una intensiva practica de baloncesto, cuando entró a su morada no había nadie como de costumbre, Bruno era hijo único y sus dos padres tenían trabajos pesados. Al ver que todo estaba en orden, que no había ninguna estufa encendida o plancha conectada por ningún lugar, Bruno decidió tomar una siesta, casi siempre hacía lo mismo todas las tardes, era de lo mas común y ordinario verlo dormido a esas horas, pero aquella siesta de martes no fue para nada común ni ordinaria.
Bruno tuvo un sueño, un sueño muy loco y extraño, soñó que estaba parado sobre una enorme montaña de nieve mientras veía caer un avión desde el cielo, al impactar con el suelo el avión emitió un sonido enfermizo, eran las voces de cientos de personas gritando asustadas combinándose con los estallidos de las explosiones, las llamas ardían con fuerza, los pocos sobrevivientes a duras penas, lograban salir por las puertas de emergencia, algunos de ellos no podían caminar así que se arrastraban intentando huir de las llamas, Bruno lo estaba observando todo y en medio de aquel espantoso caos pudo distinguir unas letras de color rojizo "Cosmos Airplane" decían, pintadas a un costado del avión que poco a poco iba siendo absorbido por las llamas.
Se despertó muy inquieto, sudando como nunca y con un dolor de cabeza terrible. Su respiración estaba muy agitada y sentía mucho frío, estaba temblando, se percató de que el ambiente frío se debía a que había dejado la ventana abierta, colocó ambos pies sobre el suelo a como pudo y se dispuso a cerrar la ventana. Aún inquieto por el sueño que había tenido, observó el cielo nocturno y se preguntó «¿Cuanto tiempo he estado dormido?». Su reloj marcaba la una de la madrugada, era una completa locura, nunca antes había dormido por tanto tiempo.
Volvió a recostarse sobre su cama y se resigno a simplemente volver a dormir, durante un par de segundos se había olvidado de la horrible escena con la que había soñado, no quiso darle mas vueltas al asunto y despejo eso de su mente «Un mal sueño, nada más» se dijo para luego dormirse molesto por haberse perdido la cena.
Al día siguiente, la caída del vuelo 92 de Cosmos Airplane en los Alpes Suizos fue una noticia que conmocionó al mundo y puso de cabeza la vida de Bruno.