1995
Una llovizna fina pero insistente caía sin dar tregua sobre el cemento de la autopista. Julieta se colocó la capucha y se cruzó de brazos como tratando de protegerse del frío, miró nuevamente los campos de hierba seca cercados con alambre de espino y una sensación de vacío profundo la embargo logrando que se arrepintiese de haber salido de casa a pesar de los ruegos de su madre, si al menos estuviesen allí los tipos con sus tractores, levantando nubes de polvo, tal vez no se sentiría tan sola.
Le faltaba una gran distancia aún para lograr divisar la ciudad, cuando pudo escuchar lejano pero constante el ruido del motor de un auto que se acercaba, con la ropa húmeda y el frío calándole los huesos decidió que hacer stop era una idea aceptable, no era la primera vez que lo hacía y seguramente no sería la última, cuando el automóvil había cortado considerablemente las distancias pudo reconocer la silueta de dos hombres a través del cristal empañado, se lamento por haber alzado la mano y una opresión en el pecho como una especie de presagió hizo que un frío de muerte la recorriera por completo.
Nunca había creído en los presagios pero al recordar su mano prisionera de las manos de aquella mujer que le había dado la vida y que ahora poco a poco se esfumaba de la tierra gracias a una terrible enfermedad, pensó si acaso no debió hacer caso a esas sutiles pero presentes señales que le sugerían quedarse en casa.
Un honda de color blanco se frenó ociosamente y ella pensó que ya no podría dar marcha atrás, tal vez si rebuscaba en su mochila con disimulo lograría dar con el gas pimienta que le había obsequiado su amiga días atrás, haciéndola jurar que lo llevaría adonde fuera luego de que encontraran el cuerpo de una joven desaparecida desde hacía algunos meses. El automóvil que casi estaba junto a ella aceleró de manera abrupta y furiosa levantado una gran cantidad de barro y graba dejándola sucia, además de mojada mientras se alejaban entre risas y comentarios ofensivos.
─¡Cabrón! ─ gritó más humillada que enfurecida.
Solo querían divertirse con ella, aunque debía reconocer que había sido un gran alivio no tener que subir al automóvil. De pronto se sintió como un pequeño conejito a merced de algún lobo que esperaba oculto pero atentó, esperando el momento adecuado, se sentía sola, desamparada y ahora empapada.
Pensó nuevamente en su madre y en la razón por la que no declinó a la idea de faltar a la academia, recordó que la deprimía ver a su madre agobiada por el dolor que le provocaba el cáncer, ese maldito y silencioso asesino. La academia de danza era su único bálsamo entre el infierno que era la enfermedad latente en su hogar y su trabajo como mesera en el mugroso restaurante de comida rápida, donde muchas veces se sentía menos que carne a la venta bajo las miradas lascivas de los clientes.
Tal vez si ajustaba sus gastos al mínimo y pidiendo un préstamo podría comprar un automóvil pequeño, la carretera era un lugar peligroso, Emma le había contado que dos chicas desaparecieron haciendo stop, no recordaba si en esa autopista pero era posible, los días soleados muchos como ella buscaban quien los llevara a la zona universitaria, lo triste era que uno de los cuerpos fue hallado y la sola idea de que corría peligro allí sola, hizo que su cuerpo se tensara.
Nuevamente escuchó el ruido de un motor acercarse pero esa vez solo agachó la cabeza acelerando el paso tanto como pudo, esta vez no iba a hacer señas, no le importaba si le sangraban los pies al llegar a la academia. Un escarabajo se detuvo tal como ella temía y el conductor bajó la ventanilla dejando ver a un joven agradable, no mucho mayor que ella.
─Buenos días ─dijo el desconocido, dándole una sonrisa afable ─te vi caminando sola bajo la lluvia y pensé que no podía dejarte aquí sola, es un lugar peligroso.
Julieta considero echar a correr pero en cambio se detuvo a rechazar la oferta cortésmente. Lo escrutó durante unos segundos calculando cuan peligroso podría resultar. Era joven tal vez unos años mayor que ella pero no demasiados, parecía educado, era apuesto y tenía una escayola en el brazo derecho que solo dejaba al descubierto la mitad de la mano, no parecía ser una amenaza real aunque algo en su interior le gritaba que se alejara del vehículo cuanto antes, pero pensó que tal vez se debía a que la semana iba de mal en peor y creía que nada bueno podía ocurrirle.
─Voy a la academia de arte Nuevo Occidente.
─Creo que Dios te puso en mi camino, yo voy al mismo sitio, no a la academia de danza claro, yo debo continuar hasta la universidad estatal ─lanzó una carcajada sonora y melodiosa que hizo sonreír a Julieta.
─Aunque debo decir que soy un magnífico bailarín.¿Qué dices? ¿Te llevo?
─No estoy segura de poder aceptar la oferta ─Titubeo Julieta mientras sentía que el frío le taladraba los huesos nuevamente.
─Vamos soy buen chico, aunque este aspecto peligroso diga lo contrario -dijo con un gesto pícaro ─.Se que puede ser difícil confiar, pero créeme que no soy un peligro, no así al menos, sin un brazo ─bromeó enmarcado una ceja.
Editado: 27.03.2018