20 años después.
Caminó tratando de no parecer apresurada, no quería que quien la acechaba supiese que estaba aterrada, "chica lista", pensé. Esa era una de las razones porque Lauren me gustaba, era lista pero no tanto como para evitar su destino. Debía doblar hacia la izquierda no tenía opción, la observé tragar saliva y mirar nerviosamente a su alrededor, me sentía cerca, eso estaba bien, estábamos conectados.
Un vagabundo le pidió dinero haciéndola saltar de terror, estaba tan concentrada en llegar sana a casa que no se había percatado de su presencia, le dedicó una sonrisa tímida y busco en su bolso, quiere empatizar, lo sé. Viene un callejón oscuro, piensa que tal vez si algo pasara el vagabundo saldría en su defensa, no es así, está demasiado borracho para reaccionar pero es un razonamiento válido, me pregunto si debería sentirme enternecido. Comienza a adentrarse en callejón con los sentidos alerta, solo cincuenta metros y estará casi en casa.
Ese no es el plan, salgo de las sobras corriendo a su encuentro, cruzando el vagabundo, que no puede ni siquiera levantar la cabeza y la alcanzo.
—Evans, me diste un susto de muerte— suspira.
El efímero momento de alivio, se esfuma tan rápido como apareció, ve el cuchillo en mi mano y se estremece. Muevo el cuchillo de manera casi imperceptible, ella abre los ojos aterrorizada.
— No me lastimes —lanza un ruego ahogado que me encanta. No podría haberlo hecho mejor, directo al grano, sin aparentar no saber que va a ocurrir.
Se mueve a la derecha y me muevo con ella blandiendo el cuchillo, da un paso atrás y la sigo. Me excita más de lo comprensible, me siento completo, ella, su miedo, sus grandes ojos chocolate centrados en mí, su suave piel blanca temblado me hacen sentir emociones que de otra forma jamás sentiría, no una, ni dos, cientos de emociones estallando dentro mío, sacándome fuera de mí.
Doy un paso más hacia ella, necesitó que vuelva a rogar, podría escucharla por siempre.
—Por favor no —vuelve a chillar.
Se aferra tanto como puede a la pared sin dejar de mirarme, su respiración es acelerada y sus labios rosa comienzan a temblar. Soy su principio, su presente y su fin, lo único que le importa, su única esperanza. Todo aquello que anhelo y todo aquello que me esfuerzo por evitar emergen en un solo momento intenso, puro. Soy el bien y el mal...Soy el principio y el fin, así se debe sentir un dios, esa sensación me hace estallar en mil pedazos.
Acerco el cuchillo a su blanco cuello,deslizando la hoja con suavidad, presionando un poco. Una gota de sangre se desliza hasta la clavícula, el aroma me enloquece no voy a resistirme, aprieto el filo contra el cuello, ella lanza un chillido metálico, agudo, desesperado. Esto solo podía tener un final.
Yo hundiendo el cuchillo para luego despertar.
—Despierta...Despierta —dijo una vez más Scott y se sentó en mi cama —te dije que despiertes marica.
Me di media vuelta controlando mi enojo. Detestaba que me despertaran, pero a la misma vez odiaba dormir: encontrarme solo con mi subconsciente era terrible para alguien como yo, me recordaba que habían cosas a las que no podía controlar y la bestia que dormía inquieta en mi interior, era una de esas cosas que no podía controlar.
—Hoy es un gran día Collins, tenemos practica —insistió abriendo las cortinas al notar que me negaba rotundamente a abrir los ojos.
Forcé la mirada para verlo, con los ojos todavía adormecidos.
—¿Qué estas haciendo aquí?
—Soy buen amigo, quiero que llegues temprano a la escuela.
—Lo que digas.
Me levanté y caminé hacia el baño para darme una ducha, pero Scott me cortó el paso.
—¿Puedes llevarme?
—Tengo el auto roto, pensaba ir en bicicleta —respondí sonriendo al ver que tenía razón, el idiota necesitaba algo.
—Esa mierda siempre está rota —dijo con una mueca de disgusto —pero puedes llevarme igual ¿no?
—Sí, claro. Da igual —dije y me abrí paso impaciente hacia el baño.
Sam; mi padre adoptivo y yo vivíamos en un vecindario a las afueras de Barthon, era un sitio pequeño en donde a nadie le importaba cerrar con seguro la puerta de su casa, donde los padres podían dejar montar en bicicleta a los niños hasta tarde sin preocupaciones, uno de esos lugares que nunca son noticia, o al menos así era, pero entonces el asesino de Barthon apareció o el cazador de adolescentes como lo llamaron los medios nacionales y una parte de mí quería sentir pena o dolor, pero otra parte estaba encantada con la idea, esa parte de mí que fantaseaba con la muerte.
Naturalmente Sam sabía quien era en realidad, tal vez vio quien era mucho antes que yo mismo tuviese la certeza de que nunca vería el mundo con los mismos ojos que los demás. Ser un sociópata en un lugar como Barthon era algo que no pasaría desapercibido, era probable que la gente se cruzará de calle al verme o las madres escondieran a sus hijos tras ellas, por eso debía seguir las reglas para mezclarme, para fingir hasta el día de mi muerte que era normal.
Editado: 27.03.2018