La adolescencia puede ser un momento difícil en la vida de cualquiera, en la mía aún más, cuando tenía cuatro años supe que era diferente a los demás niños, tenía algo adentro que crecía sin permiso, con un efecto brutal, mantenía al resto del mundo alejado de mí y yo me obligaba a ignorarlo tanto como podía. Pero un día sin darme cuenta las chicas comenzaron a tener curvas y usar shorts que me hacían fijar la mirada en lugares que no quería o no debía, pronto me encontré fantaseando y soñando con chicas hermosas gritando de espanto una y otra vez.
Con Lauren soñaba al menos cinco veces a la semana. Era mi número uno por así decirlo, era hermosa y solo vivía a dos calles de la mía, tenía el pelo castaño, ojos color almendra y la piel mas blanca y suave que jamás hubiese visto, no me era difícil fantasear con ella, para nadie lo era pero estaba casi seguro que nadie soñaba que la asesinaba.
Tener a la bestia interna a raya requería de ciertos sacrificios y uno de ellos era tratar de mantenerme alejado de ella, a pesar de eso mentiría si dijera que no la acechaba de vez en cuando o que no había robado un pañuelo de su bolso para poder sentir su aroma en una ocasión que me encontré desesperado como un lobo hambriento. Lauren creía que la ignoraba, pero la verdad era que yo sabía su correo eléctrico, su cumpleaños, sus horarios y hasta el color de su pijama. Por eso enfrentarme a ella cada día era un desafío difícil de vencer.
Me detuve en el relleno entre la puerta de mí casa y la escalera respirando profundamente, buscando un solo pensamiento bueno que no me llevara a imaginar cosas que no quería, era difícil, siempre lo era.
Sam me había comprado un Dodge Charger de primera generación, el día que me llevó a comprarlo el sujeto que nos convenció de aceptar el trato dijo que era potente y temible, creo que no se equivocaba con lo de temible. No tenía radio, claro que mucho menos calefacción o aire acondicionado, era tan manejable como un transatlántico y cada vez que lo arrancaba parecía que el mundo se estaba abriendo, pero Sam insistió con que él había comenzado con uno peor y no me quejaba, a excepción de cuando me dejaba tirado, que eran dos de las cuatro semanas que tenía el mes.
Scott salió del garaje antes de que tuviese tiempo de respirar, eso era algo que hacía bien, inmiscuirse en mis cosas desde que teníamos catorce años y unos chicos mayores comenzaron a golpearme, yo simplemente quería matarlos, matarlos a todos, pero sabía que defraudaría a Sam por lo que sólo me quede allí recibiendo los golpes y apretando con fuerza una navaja en que tenía oculta en la mano derecha, entonces él apareció, para ese entonces ya era un chico enorme de un metro ochenta que infundía temor con su sola presencia, me los quitó de encima con golpes y amenazas. Cuando se habían ido me tendió la mano y me ayudó a levarme, no me preguntó que me había pasado en la mano, solo se limitó a acompañarme en silencio.
Sam sabía perfectamente por que me molestaban, cuando eres un sociópata que busca parecer ser normal, justamente no eres el más popular de la escuela, ni hay filas de chicas esperando para hablarte, pero en su mirada vi que estaba orgulloso.
—¿Por qué no los lastimaste? —me preguntó.
—Sabía que te decepcionaría.
—Un día Evans deberás elegir que clase de persona deseas ser, yo espero que elijas ser un buen hombre y que no los hallas herido te convierte en uno —me dijo sonriendo.
Ser un sociópata no me define, tardé en verlo claro, son las pequeñas decisiones las que lo hacen, un poco aquí, un animalito pequeño no le hace daño a nadie ¿no? Otro poco más no molesta, si esa chica que me obsesiona no se da cuenta que la acoso, no la molesto y así saltando de una mala decisión en otra terminas secuestrando a alguien a punta de navaja y cuando menos lo esperas la policía te encuentra con una pila de cadáveres en el fondo de tu casa y una cabeza en el freezer.
—Ya era hora —dijo acomodándose en los pegs de mi bicicleta y sosteniéndose con fuerza por mis hombros.
—¿Listo?
—Contigo hasta el fin del mundo bebé — respondió divertido.
Salí de la acera y aceleré un poco sin apartar la vista de la calle, al llegar al final de la manzana, comprobé el trafico y crucé la calle para luego virar a la derecha.
—¿Estás listo para ver a Lauren en matemáticas?
Los tres compartíamos esa clase y era un tema recurrente, Scott no sabía que ella era un nudo torcido en mi vida, una tentación constante, pero Sam pensaba que tener relaciones sociales por así decirlo, me mantendría a raya.
—¿Y tú para que Tifanny intente pescarte?
Lo oí soltar una sonora carcajada, estuve a punto de pensar en Lauren pero me di cuenta a tiempo y clavé la vista en el asfalto pero mi mirada se desvío involuntariamente hasta un poste telefónico buscando algo, eso que sabía que no debía ver.
Editado: 27.03.2018