—Selina, despierta —alguien comenzó a moverme —Son las doce, venga o se te juntará la hora de la comida.
—No tengo hambre —murmuré con la cara pegada al almohadón.
—Al menos levántate, queremos abrir los regalos contigo —abrí los ojos poco a poco para que los rayos del sol que entraban por la ventana no me hicieran daño a la vista.
Me senté en la cama y solté un bostezo, me miré la pierna y vi que ya la tenía completamente curada, la moví de arriba abajo, la toqué... la medicina que hacia Yumi parecía ser mágica, porque no entendía cómo era posible que heridas tan grandes, en unas horas, ya no estuvieran.
—¿Dónde está Mikkel? —pregunté a la pelirroja al ver la silla vacía.
—Desayunando arriba, por cierto, hay unos cuantos regalos para ti bajo el árbol.
Kim estaba muy contenta, la entendía, era navidad, pero a la vez se tocaba demasiado las manos, estaba nerviosa.
—Uno de esos dos te dijo que actuaras normal, ¿verdad? —me hice un masaje en la frente y me senté en el borde sin las mínimas ganas.
—Ayer Caleb, antes de irse. Ahora de verdad, ¿cómo estás? —admitió y tuve que poner una sonrisa falsa para no preocuparla.
—Estoy mejor, oye lo siento, pero ir abriendo los regalos sin mí, guardar los míos en algún lugar, pero en serio, después de lo de ayer lo que menos quiero es abrir unos paquetes.
—No te preocupes, lo entiendo, tú tómate tu tiempo —después de darme un abrazo, salió de la habitación para dejar que hiciera la cama.
Tras terminar de asearme y ponerme ropa más cómoda, fui a la sala de entrenamiento, saqué del botiquín unas vendas y las coloqué en las manos para no hacerme más daño en los nudillos. Intenté no dar muy fuerte al saco, empecé con simples puñetazos, uno detrás de otro, añadí alguna patada conjunta... Ahora luchaba por mi vida y por la de la gente, mi tía no querría verme llorar y mucho menos cabreada con el mundo, intentaría no llorar, pero se podría quedar ahí, en el intento.
Estuve más de media hora con el saco, por lo que pasé a los muñecos, tomé el arco que debió traer alguno de los chicos y me imaginé que la figura era un demonio. Las flechas acabaron todas en puntos fatales, desde la cabeza hasta el corazón. Cogí otra y visualicé el estómago.
—¿No quieres bajar a comer algo? —La voz de Mikkel me hizo soltar la flecha de la sorpresa, esta atravesó la parte baja del muñeco —¿Sabes qué los demonios no son como nosotros, verdad? ¿O te estabas imaginando a alguien qué pudiera sentir dolor ahí?
—No tengo hambre, ya se lo dije a Kim —rodé los ojos, colgué el arco en su soporte y las demás cosas en los cajones del pequeño armario pegado a la pared.
De verdad que no tenía hambre, mi estómago estaba completamente cerrado, si me metía algo en el no me extrañaría que acabase echándolo en forma de vomito. Salí de la sala a paso acelerado mientras me quitaba las vendas y las hacía una bola.
—¿Dijiste algo a Eros?
—Um, no, ¿por qué? —bajé las escaleras y me dirigí al salón, no quería abrir regalos, pero era la primera navidad de todos conmigo y no podía estar evitando a unos niños que tenían la ilusión de abrir paquetes.
Me retiré el sudor y abrí la puerta, estaban todos en el salón, los dos chicos bajo el árbol de navidad, Kim en el sofá y la abuela en el sillón viendo la televisión, fui hasta ellos con ganas de salir corriendo a mi habitación, pero fue cuando me di cuenta a que se refería Mikkel con lo de Eros. El niño ya no llevaba el gorro ni los guantes puestos, dejando así a la vista sus preciosas orejas de gato que sobresalían de su cabello, estas eran de un tono marrón claro y sus manos eran normales, pero llamaban la atención con sus afiladas uñas.
—¿Te quitaste todo? —pregunté retóricamente al chico rubio desde detrás de la pelirroja.
Él me miró y sonrió dejando ver sus pequeños colmillos afilados, si, era mitad gato, por eso era por lo que él y Shadow no se separaban. Pude ver lo atractivo que era Eros, claro está, no de la manera que veía a Mikkel, Eros era muy guapo y esas orejas le daban un toque demasiado tierno, ni de lejos debería volver a comparar a aquel rubio con el chico que estaba a mi lado.
—Te lo prometí, nunca rompo mis promesas, tú demostraste que no todas las mujeres sois iguales, me salvaste de aquel demonio, por ello desde hoy confió en ti, Selina. No rompas esa confianza —su oreja de gato se movió, me acerqué corriendo a él y me senté en el suelo.
—Te lo prometo, no romperé nuestra promesa, mientras tanto... —mi mano fue directa a aquellas preciosas orejas, eran tan bonitas...
«Ojala Mikkel tuviera unas» agrandé los ojos ante la estupidez que acababa de pensar.
—¡Lo sabía! Queda prohibido tocármelas —me dio un manotazo en las manos, esperé un par de minutos a que se despistara y entonces le toqué de nuevo con un dedo —¡Selina!
Aparté las manos y me crucé de brazos, sería difícil no tocar aquellas orejitas, eran tan suaves, parecían de tercio pelo. Shadow apareció tras de mí y comenzó a restregarse en mi pierna, los gatos sabían cuando una persona estaba triste y pareció que el mío no era un caso aparte, lo cogí en brazos y le puse sobre mis muslos para acariciarle.
Eros terminó de abrir su regalo, dos sudaderas y un Mp3, me había gastado algo de mis ahorros, pero lo creí necesario, la navidad solo era una vez al año. Todos me dieron las gracias por lo que les había comprado, Kim había usado su regalo ayer, a Sandy le di una caja con dos telenovelas completas que ya no retrasmitían en la televisión, le encantaron y me lo hizo ver al poner el primer Cd. Y a Yumi unas semillas bastante raras que había encontrado en un herbolario y un separador para estas, para que las pudiera plantar en el cuarto en el que trabaja con las platas.
A Mikkel no le había dado aún su regalo, tampoco a Caleb, sus cosas las tenía guardadas en mi habitación, las había dejado para envolver en el último momento, cosa que al final no llegué a hacer. Ahora me parecía mala idea el no haberlo puesto ayer antes de acostarme bajo el árbol, aunque estuviera en una simple bolsa, así no tendría que preocuparme de abrir el armario y encontrarme con el regalo que le hubiera dado a Sharon.