Chep se encontraba en un calabozo pútrido con otros hombres. Algo debilitado, disponía abrir sus ojos y mirar aquellos hombres tan moribundos como él. Encadenados de pie, con las manos alzadas, como en los antiguos años, justo como en la edad de hierro.
Grilletes en sus manos y unos lazos experimentales de microfibra en sus pies. Los cuales con un solo movimiento, podían rebanar su pie, claro que estaba calibrado para que el sujeto temblase, tambalease incluso, descansase sobre sus brazos colgados.
— Todo esto... — Musitó Chep con un pequeño resoplido, mientras no podía entonar bien. Su voz estaba débil, debe ser por quedar inconsciente por días y no tener ningún mineral, carbohidrato o vitaminas en su cuerpo. Pese a ser un Metahumano. Necesitaba lo mismo que un humano simple y común.
Unas puertas a sus espaldas se abrieron. Chep, ni intento mirar hacia atrás. Sabía muy bien quien era. Ya su objetivo estaba cumplido. Aunque quiso hacer más, Solo, pudo darle ese libro a su nieto.
Los pasos se escuchaban como hierro y piedra chocando. Que irritante era escuchar eso. Varios cyborgs rodearon a Chep, observándolos con gafas que eran recubiertas con un casco. Algunos no necesitaban estos implementos, ya que su cabeza, era totalmente de metal. Otros tenían solo extremidades.
— Chep... Chep... Chep... Está mal... Eso que hiciste... ¿Sabes? — Esa voz, era reconocida y sonaba algo quejumbrosa en los oídos de Chep. — Esto es algo... Desagradable, ya que nunca pensé... Que fueses tú, uno de los rebeldes... ¿Sabes?... Eso me parece... Algo penoso, por tú hija... Que ridículo. — Lain, intentaba que Chep se molestase, pero no lo haría, no sucumbiría antes tales palabras.
— Vamos... Tienes que hablar, vas a morir aquí... Sin que nadie sepas donde estás... Y... ¿No dirás nada?... Vaya que eres un fiasco de hombre. Sí hubiese sabido esto antes de conocer a mí... "esposa" –Recalco moviendo sus dedos de hojalatas como comillas- Te hubiese asesinado a ti, a tú hija... Y a tú querido Nieto... Que por cierto, está igual de sospechoso que tú... ¿Qué hablaron?... ¡Anda, Dime! — Cada palabra que salía de su boca era tan molesta para Chep. Pero tenía un sentimiento de ira de parte de Lain.
— Solo... De mis cuentos de siempre... Cavernícola. — Chep, respondió ante todo esas preguntas impacientes, con total calma.
Lain se conmociono al escucharlo, su cara se llenó de ira, aunque no podía hacer expresiones faciales, se notaba, solo por cómo se posicionaba su cuerpo con firmeza y una postura erguida. Sus puños se cerraron, con fuerza, mientras que caminaba hacía Chep. — ¡Maldito bastardo, las pagaras! — Su brazo se movió hacía atrás para luego proporcionar un fuerte golpe en la cara de Chep. El sujeto solo movió su rostro. Con una expresión de dolor en su rostro, mientras miraba al suelo, ya su frente sangrando al igual que su boca y su nariz.
El puño se alejó rápidamente y no hizo más que sonar su cuello. — Eres una basura... Y si no te lo saco a ti.. Te lo sacare a tú nietesito... Con algo más que... Fuerza bruta. ¿Has escuchado de la tortura con Escabatize?... Dicen que es algo doloroso. —
Escabatize: escarabajo con cuernos pequeños que puede cambiar de tamaño a su voluntad, para protegerse o defenderse de los depredadores, naturalmente, son inofensivos y casi siempre se mantienen en tamaños reducidos. Antes de cambiar de tamaño, por unos segundos pueden causar fuertes choques eléctricos al sujeto donde se deposita como herramienta de tortura. Para luego neutralizarlo antes de que crezca e implantar nuevos Escabatize en la piel del humano o meta humano.
Los ojos de Chep se abrieron como platos hondos. — No te atreverías... No te atreverías a tocarlo... — Levanto su mirada del suelo, para fijarla hasta donde estaba Lain, su entrecejo se notaba. Estaba molesto.
Lain carcajeo y luego dispuso a hablar, mientras aun reía. — ¿Crees que no soy capaz?... ¡Lo haré sufrir!... Y luego... te enviare un pedazo de él, luego de que me den la orden para matarlo. La tuya... la tengo, pero primero, matare a tus seres queridos... Escoria. — Chep sucumbió, sus ojos se cerraron y suspiro. — Sabia que eso pensabas... Nada más... Eres... Un mutante asqueroso. —
Lain se retiró con carcajadas de ese salón lleno de gente moribunda y pútrida. — Lo que parece ser una linda ciudad, no es lo que pensaban bajo suelo. — Musito Chep. Mientras miraba hacía el frente. Observando con su vista periférica como se iban los cyborgs. — Solo sigue pensando eso... tú y estos hombres... Esto nunca saldrá de aquí, ni... Tú. — Dicho esto último, Lain no hizo más que darle suspenso, mientras una sonrisa maligna se dibujaba en su rostro. — Así que... Te diviertas, abuelo Chep... ¡JAJAJA! — Carcajeo hasta salir y que las puertas fueran cerradas con rapidez y fuerza, dejando de escuchar esa irritante risa del cyborgs.
— Yo... Tengo que buscar la forma... —
Maxwell se encontraba entre sus sabanas. Había sido unas noches algo trágicas para él. Luego de que su madre se preocupara. Este había tenido varios sueños... Como si él fuera el que estuviese peleando, como si nada de eso, fuese real.
Vio en estas últimas imágenes, como su abuelo era... Golpeado. Luego del golpe, que era proporcionado por el padre, se despertó. Agitado y mirando a todos lados con suma inquietud. — ¡ABUELO! — Exclamó, levantándose de la cama y corriendo a la sala. Estaba dispuesto a salir, hasta que la puerta se abría del otro lado. Sus movimientos fueron parados en seco.
— ¿A dónde vas con tata prisa?... — Era Lain quien entraba. Miro de arriba abajo a su hijastro y negó con suavidad. — Descalzo... Y mucho más de la mitad de la noche... ¿Qué te sucede Max?, ¿Has perdido la cabeza?, ¿Ibas a salir tan de noche?... —
Maxwell solo estaba frío a todas esas preguntas, negó con suavidad. — Yo... Yo... Iba... A echar un vistazo... Porque escuche que alguien había llegado y sabía que eras tú... — Excuso, sin evidente culpa, solo miedo de parte de él.
— Oh... Bueno, me parece algo... — Movió su mano hacía el aire y sonrió con suavidad. — En fin... Vamos a dormir... Tienes que ir mañana al colegio. —
Este tomo a Max por el hombro y le dio media vuelta para encaminar junto con él a sus respectivas habitaciones.
Maxwell se acostó preocupado, puesto que aún no sabía sí su sueño había sido real.
Lain, por otro lado, sabía que algo raro le pasaba y muy pronto iba a saber qué.