Semana Sangrienta: secretos del pasado

2- Rutina

Un nuevo día

1. 1º de Octubre, 2015.

Él comenzó a despertarse, luego de un mal sueño, esperando que ese día sea mejor que el resto, ya que por sus pesadillas no había podido dormir muy bien.

Su nombre era Christian Lewis, aunque todos le decían Chris. Él tenía 18 años, medía 1,73 y era moreno. Era hijo de Marcell Lewis y Anna Mason, y tenía dos hermanas, Tatiana y Valery.

Su día comenzó al ver un hermoso cielo azul por la ventana, algo que no le emocionó demasiado, pero realmente le gustó. Fue difícil despegarse de la preciosa comodidad de su cama, pero sus obligaciones eran lo más importante según su familia. Así que rápidamente, y con mucho esfuerzo, se sentó tratando de abrir sus ojos.

Observó atentamente su habitación. Para él, esa habitación era su vida entera. Allí lloraba, reía, dormía, estudiaba y muchas cosas más. Era donde pasaba la mayor parte del tiempo. Para su familia, esa era su segunda casa, ya que antes vivían en un departamento por el centro de la ciudad, pero tuvieron que mudarse cuando Chris tenía 10 años. Lamentablemente, él no recordaba la razón de la mudanza, pero suponía que eran “temas económicos”.

A pesar de toda la comodidad que había en su habitación, siempre perdía sus zapatillas. Nunca encontraba el lugar donde las dejaba. Algunas veces recordaba haberlas dejado en alguna silla, pero a la mañana siguiente aparecían en un lugar totalmente distinto. Parecía algo totalmente sobrenatural. Y esa mañana no fue la excepción. Sus zapatillas no estaban en su habitación, pero no perdió tiempo y comenzó a se vestirse con su uniforme escolar, mientras las buscaba con la mirada.

— ¡Chris! ¿Estás despierto?

Una voz femenina gritaba a lo lejos. Su madre, la cual se encontraba en la cocina, era la que lo estaba llamando.

— ¡Si, acabo de despertarme!

— ¡Apúrate que vas a llegar tarde a la escuela!

Él no creía que fuese tan tarde, pero para asegurarse, miró rápidamente su celular. Al hacerlo, pudo sentir como si miles de arañas, a las cuales odiaba, comenzaban a caminar sobre su espalda hasta llegar a su cuello. Eran las 13:25, y sus clases comenzaban a las 13:40. Por primera vez en mucho tiempo, se había quedado dormido.

— ¡Mierda!

Continúo buscando sus zapatillas, pero nada. Solo pensaba en que hacer para poder llegar a horario a clases. Ese día era imposible faltar, ya que, luego de tanto insistir, él realizaría un viaje junto a sus compañeros de curso. Un simple viaje el cual uniría los lazos de distintos alumnos. Un viaje en el que adquirirían gran variedad de conocimiento de distintos hechos históricos. Un viaje que sería inolvidable. Un simple viaje a un museo.

Sin pensarlo tomó rápidamente sus hojotas, a las cuales tapó con parte de su pantalón, ya que estas no estaban permitidas en la escuela. Tomó además su bolso y auriculares, acomodó su negro y grueso cabello, giró el pomo de la puerta y salió. Sin darse cuenta, comenzó su camino hacia lo que sería una gran y devastadora historia.

La casa de Chris

2.

La televisión era lo único que se escuchaba afuera de su habitación. Todos, excepto por su madre, estaban sentados prestándole atención a esa enorme caja cuadrada con imágenes, mientras ella lavaba los trastos.

Mientras salía, observaba con detalle su casa, ya que sus padres habían logrado conseguirla con mucho esfuerzo y dedicación. Además de su habitación, estaban la habitación de sus padres y la habitación de sus hermanas. Como todo hogar, también poseía un comedor, cocina y baño. Lo único diferente de otras casas era el patio trasero. Era tan grande que tranquilamente podrían entrar otras dos casas como la suya ahí atrás, una idea que había sugerido su madre para cuando él tenga la edad para mudarse solo, aunque Chris lo negaba totalmente. Él quería mudarse lejos a otra ciudad u otro país. El solo pensar en seguir en esa ciudad para toda la vida le repugnaba. Y eso no solo le sucedía a él. Sus amigos y conocidos pensaban lo mismo, que era una “ciudad horrible” y que solo los que “tenían cuestiones pendientes” eran los que se quedaban, aunque Chris realmente no entendía lo que eso significaba. Por lo menos hasta esa semana.




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